Joel Hernández Santiago
De pronto como que se nos olvida que México no es nada más la capital de la República. O que no es la CdMx el ombligo del nacer crecer, reproducirnos y trascender aquí. México, decía Lesley Byrd Simpson en “Muchos Méxicos” es una nación que guarda enormes diversidades, intensidades distintas, culturas al por mayor y diferentes unas de otras, formas disímiles de ser de los habitantes de aquí y maneras distantes de entender la vida o vivir la vida.
Con frecuencia se supone que la vida en México comienza y termina en la capital y que es desde ahí desde donde gira lo que habrá de ser el destino de los 31 estados que junto con el ex DF forman la República Mexicana. . Y en gran medida sí. Hay un profundo centralismo político y económico en este alto valle metafísico. Esto, con el pretexto de que en CdMx se asientan los poderes de la Unión, y ahí están apilonados todos los importantes de la política y la decisión.
Pero con todo y eso, cada uno de los estados tiene su propia pulso social y política y, por lo mismo, toma sus propias decisiones, a veces acertadas, aunque otras veces ¿quién sabe por qué? las imposiciones dañinas desde la presidencia del país dañan la vida de muchos, como ocurrió en Oaxaca con la elección de Alejandro Murat, hijo de José Murat Casab, ex gobernador que fue de la tierra del sol, y de no buenos recuerdos.
Cada estado tiene sus propios requerimientos. No son los mismos en Tabasco que en Chihuahua, o en Oaxaca que en Coahuila, o en Yucatán que en Baja California. Y no es sólo asunto de geografía o de geología, también es un asunto de vocaciones de querer ser y cómo vivir y estar.
Importa, por tanto, la decisión que cada estado hace de quién habrá de gobernarles y con quien. En los estados del país, en cada uno, todos se conocen, todos se saben de dónde vienen, desde cuándo es la pobreza económica de cada uno y por qué las riquezas, a veces insospechadas.
Se conocen todos no sólo por sus cualidades o defectos públicos; también la letra chiquita de la vida de los hombres y mujeres de la política, del poder y el dinero, y aun sus apodos.
Así que ya no es fácil que el resultado de un mal gobierno pase desapercibido para la gente de estados; ya no es fácil dejar hacer y dejar pasar. Ya no.
Y la prueba de ello es el repudio de muchos en el país a gobiernos que al final terminaron por ser error, chanchullo, engaño, rapiña, crimen y deslealtad. O todo junto. El fracaso del PRI en las elecciones de 2015 tiene un nombre: corrupción.
Esto viene al caso porque el 4 de octubre tomó posesión como nuevo gobernador de Chihuahua Javier Corral Jurado, del Partido Acción Nacional, en sustitución de César Duarte Jáquez del Partido Revolucionario Institucional; el 24 de septiembre terminó su gobierno otro priísta, Roberto Borge Angulo en Quintana Roo, y será el 30 de noviembre cuando Javier Duarte de Ochoa termine su gestión de gobierno en Veracruz.
Los tres son gobernadores que por su obra perdieron la elección para el PRI. Y eso que los tres fueron “la nueva generación de priístas” que presumía el PRI y el ahora presidente de México, Enrique Peña Nieto. Pero no, no y no… No fue así… y hoy el debate está en si el PRI que ya los ha castigado ‘con el látigo de su desprecio’, permitirá que se llegue a las últimas consecuencias que en ley existen, por todas las acusaciones que se les hacen de presunta corrupción.
Y es que no es un asunto sólo de desgobierno o ingobernabilidad. También tiene que ver con dinero: mucho dinero del que cada uno tendrá que dar explicaciones, y si se actuará en ley, entonces deberá seguirse el procedimiento y hacer justicia como debe ser con cualquier mexicano, ex gobernador priísta, o no.
El tema sigue siendo que estos personajes están en capilla. ¿Cuántos más que han sido son gobernadores o son gobernadores deberían ser revisados de pies a cabeza para saber si no están haciendo chanchullos, como también la gente que llevan consigo en la aventura de gobernar? ¿Cuántas riquezas se están acumulando ahora mismo en nombre del poder político?
Para muchos, en cada estado del país, ser gobernador o poderoso funcionario o legislador o presidente municipal resulta en capital político y económico. Cierto: No todos. Hay excepciones.
La política como negocio o la política como servicio: ¿quién se ocupa de cancelar lo primero y quién se ocupa de que lo segundo se cumpla en cada estado del país?
Esa es una asignatura pendiente de todos, lo que nos incluye a los de a pie en exigencias ciertas, contantes y sonantes, sobre todo si hay que tratar con políticos abusivos como Emilio Gamboa Patrón y su helicóptero en el arrecife Alacranes, de Yucatán.
Es una bola de gusto– dijo mi nana– con la clase política. Es por demás ya no tienen remedio los políticos . Son corruptos, ladrones y abusivos. Hasta piensa uno muy seriamente que ya viene en su genoma humano esa herencia de corrupción y de maldad. Lo más lamentable del caso, es que se pensaba, desde luego muy erróneamente que con la alternancia del PAN, vendría una transición hacia un sistema político un poco más honesto. Pero ¡ oh ! la decepción fue tan aparatosa como las mismas expectativas que se habían producido. Resultó peor el remedio que la enfermedad; ni hubo transición, la corrupción no menguó y se produjo solamente un total gatopardismo lampedusiano que es ídem a: ¡ quítate tú para ponerme yo !, y cambiar para que nada cambie… Luego del fracaso del cow boy Vicente “Chente” Fox, arribó el guerrero Fecal — que en su acrónimo lleva su penitencia excremental– iniciando una guerra a diestra y siniestra sin planeación ni estrategia, como si de un pésimo general nombrado por dedazo –sí parecido al nombramiento que le dieron en el pasado lopezportillista a mi paisano el “Negro” Durazo –, y la guerra declarada más que nada para legitimar su cuestionable ascenso a la jefatura del Ejecutivo, fue un total y completo fracaso. El caso es que estos “prohombres” si se hacen comparaciones entre ellos, no se puede determinar quien ha sido el más nefasto. La competencia es reñida en quien es el peor de todos…Y luego el actual tlatoani, invitando al “Pato” Donald. ¡ Habrase visto, invitar al que nos insulta y nos ofende un día sí y otro también… !