Por: José Murat
El envío de más de 6 mil millones de dólares de los migrantes a México, una cifra histórica récord, nos patentiza la solidaridad monumental de esos millones de esforzados connacionales, pero también nos recuerda que es mayor aún su contribución a la construcción y el mantenimiento de la economía huésped norteamericana, y que su regularización, por un elemental sentido de justicia y de reciprocidad proporcional, es una enorme asignatura pendiente.
Comencemos por el informe oficial del Banco de México: las remesas que recibieron familias mexicanas en junio de 2024 ascendieron a 6 mil 213 millones de dólares, la cifra más alta para cualquier mes desde que existen registros, es decir, desde 1993, un incremento del 11.3% a tasa anual.
En el acumulado anual, de enero a junio de 2024, los ingresos por remesas que recibió el país, todas las entidades federativas en distinto grado, se ubicaron en 31 mil 343 millones de dólares, un incremento de 3.7 por ciento en comparación con los 30 mil 238 millones de dólares reportados en el mismo lapso de 2023.
Este crecimiento en las remesas se debe principalmente a un aumento en el número de operaciones, que llegaron a contabilizar 14.8 millones (un alza de 8.1 por ciento), mientras el promedio por envío fue de 419 dólares (un crecimiento de 2.9 por ciento), según un análisis del BBVA Bancomer.
Pero decíamos que la contribución de los trabajadores migrantes a la economía que se beneficia de su fuerza de trabajo, su consumo y su pago de impuestos es inmensamente mayor. Por cada peso que ganan, 18 centavos lo envían los migrantes a sus comunidades de origen y los otros 82 centavos los gastan en las distintas vertientes del mercado norteamericano, lo cual es un importante detonador del dinamismo de la mayor economía del mundo.
Por eso la economía de Estados Unidos ha desafiado, y desmentido, en los dos últimos años todas las previsiones que auguraban una recesión inminente. En lugar de ello, creció de forma inimaginable. El auge de la inmigración fue parte de la receta, según el diagnóstico de una autoridad financiera de primer orden, una fuente más que confiable: el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, en una entrevista para el programa “60 Minutes” de la cadena CBS, al cierre del primer trimestre de este año.
En el mismo sentido, para Phillip Swagel, director de la Oficina Presupuestaria del Congreso norteamericano (CBO, por sus siglas en inglés), debido al incremento de la inmigración el Producto Interior Bruto de Estados Unidos, una medida del tamaño de una economía, ha estado aumentando y mantendrá esa tendencia: crecerá en 7 billones de dólares adicionales durante la próxima década.
El PIB ajustado a la inflación aumentará 0,2 puntos porcentuales de media cada año, y el gobierno federal se beneficiará de ese crecimiento, que aumentará la recaudación de impuestos en US$ 1 billón, además de los impuestos y derechos recaudados por los estados y los condados.
Pese a ello, los ciudadanos no estadounidenses no suelen tener derecho a programas de asistencia social como la Seguridad Social y el seguro de desempleo. Al mismo tiempo, los inmigrantes legalmente autorizados a trabajar en Estados Unidos contribuyen a estos programas mediante deducciones en sus nóminas.
Un diagnóstico compartido, en lo relativo a la enorme contribución de los inmigrantes a la economía huésped por la secretaria de relaciones exteriores del gobierno mexicano, Alicia Barcena, para quien las aportaciones que más de 37 millones de migrantes mexicanos realizan a la economía de Estados Unidos no son reconocidas, aun cuando contribuyen con 324 mil millones de dólares anuales en impuestos a esa nación, una cifra superior al PIB de Colombia, que alcanza 314 mil millones de dólares.
Además de resaltar que los migrantes contribuyen con 324 mil millones de dólares al año al erario de Estados Unidos, Bárcena ha patentizado que cada uno paga, en promedio, 1.38 dólares de impuestos, mientras un ciudadano estadunidense contribuye con 0.69 dólares.
Frente a esta enorme contribución, reconocida y cuantificada, entre otros, por la Reserva Federal y el Congreso de Estados Unidos, así como por el monitoreo de nuestra dependencia encargada de los temas internacionales, una mentalidad racional esperaría que estuviera en proceso algún programa para dar estatus migratorio regular a esos millones de brazos productivos, o cuando menos figurara en la oferta de campaña de los candidatos presidenciales de aquel país.
Pero, hasta el momento, lo que hemos presenciado es un torneo para ver quién erige mayores barreras y quién complica más el ingreso y la estancia de los trabajadores migrantes en suelo norteamericano, sobre todo desde la plataforma discursiva y programática del candidato de la derecha conservadora.
Está por agotarse la administración que planteó regularizar la estancia de 10 millones de personas que ya viven, trabajan, consumen y pagan impuestos en Estados Unidos.
Esperemos que esa agenda de justicia, de derechos humanos y de beneficio compartido, se retome y se haga realidad en el futuro inmediato.