Rubén Vázquez Pérez 12 junio 2023
Luego de muchos tropiezos y frustraciones para ingresar al mundo periodístico, un golpe de suerte me puso en la ruta de la meta que me había fijado.
Yo quería trabajar como periodista, quería ser reportero de unomásuno.
Recién había terminado mi licenciatura en Periodismo y Comunicación Colectiva y pese a los intentos fallidos, conservaba el ánimo y las ganas de ser parte de ese que para mí era el modelo del periodismo que debía hacerse en México.
Y como digo, fue un golpe de suerte, porque de donde menos me lo imaginé vino la oportunidad.
“¿Usted Rubén quiere ser periodista, verdad?”, me dijo la señora Guille. “Del unomásuno, ¿verdad, de ese periódico nuevo de mucha política?”, agregó la vecina enterada de cuanto ocurría en aquél populoso barrio del norte de la Ciudad de México, mi barrio.
“Si”, le dije y no me dejó contarle más de mis aspiraciones.
Del bolsillo de su muy trabajado delantal, sacó una tarjeta de presentación, toda arrugada, que era de Carlos Duayhe. Entonces me contó:
“Es que, fíjese Rubén, ya ve que mi hijo está muy enfermo. Pues lo llevé a La Raza. Y no le hacían nada, ¿usté cree? Y que les digo sus verdades. Que me empiezo a pelear a gritos con los de allí. Y en esas estaba, cuando se me acercó este señor, el de la tarjeta”.
Y entonces sucedió que Duayhe, como reportero de unomásuno cubría el sector salud y andaba reporteando precisamente en el Centro Médico La Raza. Oyó la discusión, se acercó y le pidió a la señora Guille que le contara lo que había sucedido. Publicó la nota en las páginas de unomásuno y al otro día la atención para el hijo de doña Guille, mejoró sustancialmente.
“Tómela, Rubén. Vaya a buscar a este señor Dua…, bueno como dice allí. Y dígale que va de mi parte”.
Con cara de incredulidad le dije: “¿En serio?”, y muy dueña de sí, mi vecina reforzó:
“No me cree, ¿verdad?, vaya, va a ver que sí.
Cuando me dio la tarjeta, me dijo que estaba a mis órdenes, por si algo se me ofrecía. Y ahorita se me ofrece”.
Con la tarjeta en mano fui al otro día en el vocho 73 que me había comprado mi mamá. El policía hasta me reconoció, porque en un par de ocasiones ya había intentado entrar al diario; le pregunté por Duayhe y me dijo:
“Ah, sí. Hace rato llegó. Pásale”.
Lo encontré, le enseñé la tarjeta y le dije a lo que iba.
“Espérame tantito”, respondió. Y al rato regresó acompañado del cartonista Magú, de las reporteras Blanche Petrich y Guadalupe Irízar y me parece que también de Margarita Ramírez, correctora.
Con todos ellos fuimos a ver a Carmen Lira, jefa de información.
Y ella me dijo que debía hacer examen pero no para reportero, sino para auxiliar de redacción.
“Si quieres, porque es lo que hay”, advirtió.
La cosa es que acepté, al poco tiempo hice el dichoso examen y pronto ya estaba dentro de unomásuno.
A la fecha agradezco las influencias de la señora Guille, que siempre me miraba orgullosa y satisfecha.