CUENTO (VERSIÓN CORREGIDA)
Todo sucedió un día en el que un toro se cansó de ver a los de su especie ser toreados para luego ser sacrificados con espadas muy largas y filosas ante la presencia de miles de personas que amaban verlos caer sobre la arena, humillados a más no poder, sacando babas por la boca, sufriendo y soportando una muerte como ninguna otra, lenta y muy dolorosa.
El toro que en cuestión haría justicia a todos los de su especie se llamaba “Mo-Toro-Lo Horns”. Muchos años después el mundo entero lo conocería también con el nombre de “El justiciero”. Porque precisamente en esto se convertiría: en un justiciero. Mo-toro-lo haría justicia por todos los toros destinados a la muerte como él.
Todo esto sucedería una tarde en la que él sería toreado por uno de los toreros más famosos y aclamados del mundo: Fagot Dominguín, alias “El Mochaorejas”. A este torero lo habían apodado así porque siempre se ganaba las dos orejas del toro, el premio máximo en el toreo.
Mo-Toro-Lo ya estaba harto y cansado de toda la vergüenza que le hacían pasar cada vez que salía al ruedo, o a la plaza. Cuando su cuerpo quedada expuesto ante las miles de miradas que enseguida lo empezaban a seguir desde las tribunas, no sabía qué hacer o cómo actuar. Porque para escapar no había manera. Y esa tarde, él lo sabía, sería la última vez en que lo torearían; después lo matarían. Mo-toro-lo, que no quería morir, rápidamente se puso a idear un plan para escapar a lo que era su destino.
Cuando el día llegó y cuando solamente faltaban dos horas para que la corrida diese comienzo, el toro supo que su turno sería hasta lo último. Mientras tanto él no paraba de pensar en lo que les esperaba a los primeros toros de esa tarde. Se sentía muy impotente al ver que no había nada que pudiese hacer para salvarlos de la espada que acabaría con sus vidas. ¿O estaba equivocado? Tal vez y sí, tal vez y no…, pero mientras lo pensaba el tiempo seguía transcurriendo.
Mo-Toro-Lo estaba angustiadísimo. Encerrado dentro de aquella jaula de madera, no podía dejar de dar vueltas. Tan preocupado estaba que cuando escuchó que alguien le hablaba enseguida creyó que había empezado a alucinar. Pero, agudizando los oídos, y prestando mucha atención, finalmente se convenció de que la voz era real.
-Nosotros también estamos hartos de ser pisoteados por el torero y por todos los demás -dijeron al unísono las voces, voces que sonaban como ardillitas de caricaturas-. Así que sólo dinos si hay algo en lo que podamos ayudarte, y con mucho gusto lo haremos.
Mo-Toro-Lo les dio las gracias, y luego se puso a pensar de qué manera esos granos de arena lo podían ayudar. Después de buscar en su mente muchas maneras para actuar, finalmente encontró la mejor.
-Granos de Arena, ¡vengan! -les pidió el toro. ¡Ya sé cómo pueden ayudarme! -les dijo-. ¡Acérquense a mí, por favor, para que así nadie escuche lo que tengo que decirles! Este es el plan… -Todos los granos de Arena enseguida se habían subido hasta el hocico del toro…
Mo-toro-lo no había podido hacer nada para salvar a sus hermanos, los cuales ya habían sido sacrificados una hora y media antes; cuatro toros en total. Pero él no iba a permitir que el mismo torero lo matase también. Por lo tanto, cuando sonó la campana, lo cual anunciaba que era hora para que él saliera, así lo hizo. Las puertas de la jaula se abrieron de par en par, y entonces Mo-Toro-Lo Horns salió disparado como una bala.
Cuando el Mochaorejas vio que venía corriendo hacia él enseguida se puso de rodillas y entonces lo toreó con su capa. La gente en las gradas gritó “¡jole!” Todos estaban muy contentos por la bravura del toro y por las agallas con que el torero jugaba con él.
Esa tarde era muy significativa para el Mochaorejas, era su cumpleaños. Así que tenía que terminar con la faena matando a Mo-Toro-Lo. No podía ser de otra manera. Llevarse las dos orejas sería como su regalo de cumpleaños. Un pase y otro más y su toreo continuaba, aquel que los expertos del toreo llamaban dizque arte. Mochaorejas no imaginaba que esta vez su arte le pasaría factura. Mo-Toro-Lo Horns se encargaría de esto.
Toda la gente en las gradas no dejaba de estar muy emocionada. Gritaban y pedían como locos para que el torero terminase ya de una vez con su faena. Desde luego que ya todos sabemos cual debía de ser el final; ¡siempre el mismo!: El torero iba y se posicionaba de la mejor manera posible para luego sacar su espada de entre los pliegues de su enorme capa. Al alzarlo, movía sus pies y el resto de su cuerpo, sobre todo el brazo que sostenía el arma. Y cuando finalmente lograba medir las distancias con su mirada, después, finalmente arrancaba a correr hacia el toro… Si tenía suerte lograba enterrar toda la espada dentro del cuerpo del toro, sino, peor para el animal; su muerte se prolongaba todavía mucho más. Porque entonces tenía que sufrir varios remates más con la espada.
En esto estaba el Mochaorejas. Estaba a punto de arrancar a correr hacia Mo-Toro-Lo, cuando entonces, como si de una plaga bíblica se tratase, todos los granos de arena empezaron a alzarse en el aire. Luego de alcanzar unos dos metros de altura, se quedaron estáticos, pero sólo por breves instantes. Porque entonces Mo-Toro-Lo dio una patada hacia atrás. Después, haciendo un bramido les gritó: ¡ATAQUEN! Todos los granos de arena entonces obedecieron esta orden a la velocidad del rayo. E, imitando la velocidad de éste enseguida se lanzaron hacia su cometido.
El éxito había estado en la velocidad. Los granos de arena, debido a toda la indignación que sentían, fueron capaces de obtener aquella propulsión increíble. Todos ellos, actuando como si fuesen balas muy pequeñas, salieron disparados directamente hacia el cuerpo del Mochaorejas.
Después de transcurridos unos minutos, cuando el polvo ocasionado por los granos de Arena se asentó, el cuerpo del Mochaorejas quedó a la vista de los miles de espectadores. Su cuerpo sangraba por todas partes. Al ver semejante escena, toda la gente se puso a gritar. Estaban muy horrorizados por ver mucha sangre en un cuerpo humano, más sin embargo nunca lo estuvieron al ver lo mismo en los cuerpos de los cuatro pobres toros que el Mochaorejas ya había matado antes. El cuerpo del torero se mantuvo en pie por unos instantes, pero después, para horror de todo el público, lo vieron desplomarse sobre la arena como si fuese un fardo de cartón.
Toda gente estaba horrorizada. El cuerpo del torero estaba bañado en sangre. Los granos de arena le habían hecho miles de huequitos. Su cabeza, su cara, sus manos, sus piernas, y su traje de luces; ¡de todas partes brotaba sangre!
Un rato antes, cuando los granos de Arena vieron que el cuerpo del torero se inclinaba hacia adelante, se hicieron a un lado. Y así es como el torero se había estrellado directamente contra en el suelo de cemento que por muchos años los granos de arena habían cubierto con sus cuerpos. Después, para terminar de hacer justicia, Mo-Toro-Lo les preguntó que si podían repetir sus mismas actuaciones. Y ellos al instante respondieron que sí. Los granos de Arena le preguntaron a Mo-toro-lo que cuál era el objetivo ahora, y el toro, indicando con su cabeza hacia las gradas, les contestó:
-¡Toda esa gente que hoy ha venido a presenciar mi muerte!
Las gentes, que parecían haberse paralizado sobre sus asientos, seguían sin poder hacer nada para moverse o huir. Los granos de Arena, aprovechando todo esto, otra vez se volvieron a alzar en el aire. Las gentes, al verlos así, enseguida parecieron adivinar lo que ellos estaban a punto de hacer. Entonces esta vez sí, todos empezaron a moverse. Muchos lograron ponerse de pie para tratar de huir…, pero todo fue en vano. Antes de que intentasen correr, los granos de arena ya les habían dado alcance. A nadie habían dejado con vida. Todos habían tenido muertes horribles. Muchos habían muerto por asfixia, otros más por desangrado, pero nadie, absolutamente nadie se había salvado de sentir lo que era ser matado por puro placer o entretenimiento. Después de todo esto, los granos de Arena huyeron para buscar una playa en la cual vivir, y Mo-toro-lo el toro también atravesó toda la ciudad para buscar un monte el cual poder vivir en paz.
Y fue así como Mo-Toro-Lo Horns había hecho justicia en honor a todos los toros de su especie.
FIN
Anthony Smart
Marzo/27/2017