HORIZONTE DE LOS EVENTOS.
De la comprensión de los valores sociales del pueblo de México, deriva la obligación del Estado de otorgar el derecho y al mismo tiempo, la instrumentación para que pueda ejercerlo: cómo se le integra y dota, según sus más inmediatas limitaciones, para que lo haga efectivo.
Evolucionado pensamiento social preocupado, dinámico y obsesivo, que encuentra su semilla desde la Colonia. Condición de mexicanos libres, que nacemos conscientes de la igualdad universal, que exigimos libertad, por lo pronto de uno mismo y para cualquiera, poderoso o gobernante, campesino e indigente, en lo económico, como en la escena de lo público.
Doy constancia por más de un siglo de linajes así: padre igual que abuelo. Hijo igual a padre. Siempre con mujeres de excepción.
Hoy naturalmente las dos generaciones precedentes habrán muerto. No todos, y los vivos podrán verificar la exactitud de mis palabras: los otros dos con los que sumamos más de un siglo cada estirpe, se han ido. Siempre iguales pero cada uno, en distintas modalidades de la época. Nunca habrán esperado de ello reconocimiento alguno. Convencidos de la inclinación natural del hombre a la libertad, hacia las conductas que propician la convivencia y el desarrollo integral armónicos de la sociedad.
Al revisar estas biografías, reparo en su paralelo con la historia del s. XX, que de hecho también empieza el s. XIX, lo mismo con los sembradíos ideológicos, ya incubados y exuberantes en el debate socio político entre conciudadanos: es el caso público del periódico “Regeneración” de los hermanos Flores Magón, en los 90’s del siglo antepasado.
Así mismo, de aquella generación, mi abuelo nació en el año de 1896. Minero, luchador social y libre pensador (huésped de la Casa Blanca en Leavenworth, Palacio de los enemigos del Imperio), consecuentemente, la madurez plena le llegó anticipadamente como la muerte por silicosis, a los 56 años (Prof. Ramón Oquita Montenegro).
Simultáneamente, y de la misma forma, la madurez prematura se hizo en la Revolución Mexicana con Cárdenas, completando el Sistema Político Mexicano, al sumar al Partido de Calles, el Presidencialismo, los dos pilares de antiguo Sistema.
De aquel momento identifico una “moral revolucionaria” en México. Análoga a la “moral marxista” -que conocí en 1891- del régimen de Fidel, que privó y reinó en aquella Cuba -cuando hubo y habría Revolución.
La moral “ideológica” más allá de abrazar la conducta pública, implicó también en la vida privada de los ciudadanos, y consustancial -fatalmente- a todos los militantes, simpatizantes, vaya, revolucionarios. Y en todos los aspectos de la vida privada, incluso hábitos sexuales, la disciplina de estudio, el compromiso con la Patria, la lucha física y programática de transformación hacia la igualdad y la justicia social. El asco por la frivolidad.
Hasta los años 70’s, sostener en la acción política, públicamente, dichos valores de compromiso social, honestidad, respeto público a todas las familias, y cuando el gobernante incumplió grave y consuetudinariamente, o algún otro agente, el ejercicio cívico, privó. Pero menguó.
Destaca la condición pública de no callar cuando todos temen hablar, fundado en los derechos que otorga la Constitución y por la calidad de ciudadano miembro del Estado emanado de la Revolución Mexicana -y más aún, al ostentar la calidad de servidor público.
Solemne, sin opulencia y con sencillez. Viviendo dentro de los dignos márgenes de “la honrada medianía”, propios de la vocación y entrega al compromiso público.
Valores esenciales a México y a la mexicanidad, como todos los principios liberales, sellados para la posteridad el s. XIX con las Leyes de Reforma, la Constitución del 57, el fusilamiento de Maximiliano y el ejemplo de funcionario público de la República, de Benito Juárez, por excelencia, que el pensamiento revolucionario recogió, legatario de la Reforma: el linaje nacionalista y liberal que alimenta el sentido histórico de México. Pensamiento que, desde los primeros independentistas, adoptó y desarrolló congruente con la evolución de la sociedad nacional y del mundo.
El reconocimiento social y del sistema político a esta actitud íntegra de mexicanos de excepción, valió por sí mismo, el conducirse con impecabilidad por la “moral revolucionaria”.
El sexenio de Luis Echeverría inició la fractura definitiva del Sistema Político Mexicano y dio los primeros pasos hacia la abolición del Estado Revolucionario.
Cambió al Sistema Político Mexicano sus formas (“que eran fondo”) revolucionarias, un cambio de timón y plan de vuelo del Estado al destino de un proyecto enemigo histórico y mortal del propio Estado Revolucionario.
Que con su venia, dio la bienvenida a agentes decididamente anti priistas y contra revolucionarios, criollos tiránicos, realistas, monarquistas, depredadores internacionales, imperialistas, racistas, porfiristas -“científicos”, propiamente-, contenidos todos, no con exclusividad, en el panismo de cepa: Déspotas Ilustrados del s. XX, más próximos al absolutismo francés del s. XVIII, ni más ni menos.
Conducido inefablemente a su negación. Despojado finalmente, hoy, de toda su realidad. La realidad que fue de todos. De la mano por ese camino, en el que cada vez más, el sistema surgido el s. XX, al transitarlo, famélico, a la vez perdiendo facultades, agilidad, y más grave: las facultades que no perdió, las reformaron hasta tutelar lo que antes prohibía: feliz a su extinción.
Abstracción, al fin y al cabo: se deja de creer colectivamente, y ya, deja de existir el Estado (y todos esos muertos e instituciones) ¿fácil, o no? Es la muerte de un régimen, no la sustitución: la extinción.
Nos alcanzó el destino de 1989, al que México llegó anticipadamente el 88, al desmoronamiento de los regímenes occidentales y soviéticos, sólo que nosotros lo vivimos en un proceso fatal de 30 años ¿No se qué haya sigo mejor?
Construir toda esa argumentación ideológica que fundamentó la Revolución Mexicana (hace treinta años eran dieciocho mil títulos): soberanía, democracia, nacionalismo revolucionario, justicia social, liberación rabiosa, venganza social y asesinatos impíos ¡casi un muerto en cada familia! ¡2 millones de muertos! Traiciones, actos heroicos, arquetipos de la mexicanidad libre, plena y vigorosa ¡una séptima parte de la población! 30 años de guerra civil. Reacomodos y purgas.
Hasta que quedó uno.