Por Ricardo Burgos Orozco
El entonces gobernador de Guerrero, Rubén Figueroa Figueroa tuvo la ocurrencia hace 40 años de soltar una expresión muy folklorica que se mantiene con el paso del tiempo: “la caballada está flaca” para hacer notar que no había suficientes candidatos para la sucesión presidencial, previo al destape del candidato priista Miguel de la Madrid Hurtado.
Esa expresión puede ser usada en cualquier momento. No ha perdido vigencia, sobre todo si hablamos de ausencia de auténticos líderes o políticos capaces de mover por sí mismos a la gente en la actualidad.
Definitivamente los partidos como Revolucionario Institucional, Acción Nacional, de la Revolución Democrática y Movimiento Ciudadano desde hace tiempo no tienen gente de arrastre. El priista Alejandro Moreno Cárdenas navega sin rumbo fijo cuestionado por sus propios religionarios; lo mismo ocurre con el panista Marko Cortés Mendoza, que, por más que quiere, no trasciende; igualmente sucede con el perredista Jesús Zambrano tratando de revivir a un organismo agonizante después que AMLO los dejó huérfanos y sin rumbo.
NI hablar del Verde Ecologista y del Partido del Trabajo, de los que pocos recuerdan quienes son sus dirigentes a nivel nacional y que tampoco importa mucho porque son popularmente conocidos como satélites del partido en el poder. Lo ha sido por tradición, pero sobreviven precisamente por eso sin tener auténticos liderazgos.
Lo preocupante para el Movimiento de Regeneración Nacional o Morena es que es un partido de un solo líder. Andrés Manuel López Obrador sigue siendo el referente único alrededor de quien giran funcionarios, gobernadores, dirigentes, aspirantes políticos y por supuesto, militantes. Así ha sido durante años y ahora más por su calidad de presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos.
No hay otro u otra con el liderazgo de López Obrador. Si acaso pudiéramos decir que Marcelo Ebrard Casaubon y Ricardo Monreal tienen cierta influencia por sí mismos por su trayectoria política, pero muy lejos de la estatura del actual mandatario; el dirigente de Morena, Mario Delgado Carrillo, tampoco tiene arraigo e influencia suficientes. Recordemos que él había realizado más que nada tareas administrativas y financieras hasta antes del actual sexenio; por eso es un novato en las lides políticas sin carisma suficiente.
La jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum Pardo, siempre ha estado bajo la sombra de López Obrador desde el año 2000 cuando fue secretaria de Medio Ambiente del Distrito Federal. Es una científica y académica destacada y una funcionaria eficiente y leal, pero no parece tener carisma, arraigo y liderazgo como para encabezar sola un movimiento por más que se le vea como favorita en la sucesión presidencial. Algo similar ocurre con Adán Augusto López Hernández en la Secretaría de Gobernación.
Andrés Manuel López Obrador, gran comunicador, líder nato y con un colmillo muy grande, seguro ya observó esa deficiencia en su partido. Tal vez no le preocupa tanto porque está acostumbrado, le encanta su papel de cabeza principal y aún así — sin más liderazgos morenistas — sigue ampliando los espacios políticos para Morena sólo con su nombre y su personalidad. El problema va a ser cuando se retire – si se retira — en 2024.