Cuando el tiempo suelta la voz *
Por Gilberto Celis
Ante la preocupación del narcotráfico, en la guerra de guerrillas entre adictos, adeptos y secuaces, partidarios y adversarios de narcopolíticos, el candidato del PRI para presidente de México 1994-2000, Luis Donaldo Colosio Murrieta, fue asesinado por la alarma que provocó la infidencia de la confidencia soltada a un grupo muy reducido de amigos sobre su primera resolución presidencial: enfrentar la narcopoliica.
La ejecución del único nacional natural que en la historia de México obtiene la candidatura presidencial del PRI tras haberse desempeñado en el ejecutivo desde empleado, director, en la subsecretaría de Programación y Presupuesto, así como secretario de Desarrollo Urbano y Ecología y secretario de Desarrollo Social, fue una atrocidad.
Además, en el poder legislativo por elección de mayoría, fue diputado federal y senador de la República por Sonora.
Y en organizaciones políticas de la sociedad, delegado de la CNOP, oficial mayor del CEN-PRI en tiempo de campaña presidencial, y presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PRI.
El atentado como operación, fue hecho con tal tiento —involucró a los tres poderes de la Unión, Ejecutivo, Legislativo y Judicial— que la agresión contra la vida de Donaldo constituyó un desacato a los principios básicos del hombre como ente social, violación a las reglas no escritas de sucesión presidencial, un abuso de autoridad y alta traición al hermano, compañero, maestro. Al amigo.
Acierta Bernard Shaw cuando advierte que entre más conoce a los hombres más ama a su perro. El hombre, cita don Luis Bojórquez, el Homo Sapiens, después de todo, no es sino una clasificación dentro del género animal.
Y a eso es a lo que voy, como multiplicador y divulgador que es uno de la voz que el tiempo suelta. Decía el griego Eurípides que el tiempo es un buen charlatán: habla hasta cuando no se le pregunta. Y, por las pasiones, coros y escenificaciones, dice uno, tal mereciera ser, ésta, una de sus tragedias.
PALABRAS, PALABRAS, PALABRAS
Don Luis Colosio Fernández, resiente “el horrendo dolor por una traición que segó la vida de mi hijo Luis Donaldo” y acusa que, entre la gente que lo rodeaba, Donaldo fuera el más sorprendido de su muerte.
Esto explica la expresión, escuchada por allí, de que: “¡traen loco al gallo de La Pasión!”
Por ello, valdría observar el escenario político de cuando, en profesión de fe, se dijo: “…no hay más Dios que Alá (presidente Carlos Salinas), y Mahoma (Luis Donaldo Colosio) es su profeta”.
La estructura política electoral para el relevo de Donaldo estaba ya montada, fuera por perder las elecciones, renuncia por enfermedad o por suspensión de los comicios, dada la falta de garantías para realizarlos por el factor Chiapas. Las opciones giran alrededor de un candidato alterno o un presidente interino, que de una u otra manera darían continuidad al cabecilla de La Nueva Generación para el México Nuevo, en el Siglo 21.
Para ello, confiaban que era de fiar la docilidad de Donaldo desde aquella vez que aceptó la derrota del PRI en Baja California hasta las veces que el presidente Salinas lo exhibió como paje cortesano, un candidato presidencial tan débil que hubo de insistir dos veces, ante sus propios compañeros del PRI y del gabinete, que Donaldo era el candidato: “¡No se hagan bolas!”
MARIE CÓRDOBA-MANUEL CAMACHO
Joseph-Marie Córdoba confiaba en mantener el control de la sucesión a través de su posición en el Poder Ejecutivo Federal que, desde Los Pinos, le permitía el control del país. Constitucionalmente tenía facultades para coordinar, orientar y supervisar a los secretarios técnicos de los gabinetes económico, agropecuario, de desarrollo social, política exterior y de seguridad nacional.
Por seguridad nacional entiéndase el coordinar, orientar y supervisar lo referente al encargo y despacho de las secretarías de Gobernación, Relaciones Exteriores, Defensa, Marina, Procuraduría General de la República y de los estados, con sus respectivas policías judiciales.
Además, Monsieur Marie tenía el control del Centro de Investigaciones y Seguridad Nacional, Centro de Planeación para el Control de Drogas y de la Inteligencia Militar.
Asimismo, daba por segura la confianza con José Luis Napoleón Lamadrid que, en la secretaría general del CEN-PRI, vestiría con excelencia política e ideológica al coordinador general de campaña de Luis Donaldo.
Por igual que, en cuanto a infraestructura básica, la logística indispensable para el trazado de rutas, transportación aérea y terrestre, orden, seguridad y apoyo carretero y comunicaciones, mucho contaría el amigo Emilio Gamboa Patrón, ex secretario de Comunicaciones y Transportes; pues está probado y comprobado que, desde que era secretario particular del presidente Miguel de la Madrid, bien sirvió para ungir en la sucesión al secretario de Programación y Presupuesto Carlos salinas de Gortari.
En su aliento para sucederlo, los espaldarazos del presidente Salinas hacían que la gente de Manuel Camacho Solís ocupara posiciones estratégicas para cubrir el relevo tan postergado: Fernando Ortiz Arana, presidente del CEN-PRI; Jorge Carpizo, secretario de Gobernación; Diego Valadés, Procuraduría General de la República, y Manuel del Sagrado Corazón de Jesús Aguilera y Gómez, jefe del Departamento del Distrito Federal. Al mismo tiempo se dio a Camacho la Comisión de Chiapas.
El cambio en Gobernación y la PGR tan importantes fueron que como noticia minimizaron el comienzo de campaña de Donaldo.
Con Fernando tendría preparada la estructura partidista, y al país bajo la mirada del “hombre sin partido” Carpizo, quien además de ver por la política interior desde Gobernación, sería invaluable aval como presidente del Instituto Federal Electoral.
¡Y qué decir para cualquier movilización popular en la importante plaza que es la capital de la República, bajo la regencia de Del Sagrado Corazón de Jesús Aguilera!
A su vez, ¿Diego Valadés para intervenir en las controversias como Ministerio Público?
¡Tal vez, por eso, siempre dijeron que Manuel Camacho no sería candidato independiente!
¡Engañaban con la verdad!
— Por eso le digo.
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• Publicado Marzo 18’1996
La Cruz y muerte de Luis Donaldo