Héctor Calderón Hallal
El cierre del ciclo de la primera mitad de la gestión de Andrés Manuel López Obrador, al frente de su autoproclamado movimiento “la Cuarta Transformación”, tiene ya tiene tintes de decepción.
Y como todos los grandes hitos de las movilizaciones históricas contemporáneas, como la huelga de los ferrocarrileros en 1959, las movilizaciones de Tlaltelolco en Octubre de 1968, las manifestaciones del “Jueves de Corpus” en 1972, el plantón permanente en Paseo de la Reforma a partir de Julio de 2006 y hasta llegar a las más resonantes marchas feministas de cada 8 de Marzo, (como la del año 2020), más allá de las lecturas que pudieran ofrecernos, en el sentido estricto de la construcción de nuevas ventanas para la organización y la expresión popular y de forma colectiva, en realidad no han servido para conseguir el mínimo avance del cambio que se ha buscado en todos aquellos movimientos que inspiraron esta pretendida y grandilocuente “Cuarta Transformación” de la vida pública nacional.
Siendo objetivamente críticos, la gente se empieza a replegar ya, a la tradicional y apática comodidad de no participar más en ningún acto cívico como los anteriormente referidos pero lo que es peor, de no avalar las conductas de los jóvenes (sobre todo cuando son hijos) que asisten con emoción –e inocencia, quizá-, a convertirse en escenografía de grupos de ‘feminazis’ o de ‘anarcos’ que sólo estropean y ponen en riesgo los muy caros derechos a la libre manifestación y a la libre asociación, consagrados en la Constitución mexicana. Conseguidos por cierto, a sangre y fuego a lo largo de la historia.
Un brillante y joven amigo, orgullo del sistema educación pública en su nivel superior, por cierto no egresado de universidades con asiento en la capital sino en una universidad pública estatal, me comenta con decepción que para él, las diferentes crisis que abrieron esas ventanas de oportunidad para el surgimiento de la “Cuarta Transformación” siguen ahí o incluso se han agrandado, porque el “cambio verdadero” de Andrés Manuel no se ha dado ni por asomo.
Quien en el 2006, siendo un brillante joven líder estudiantil de escasos 22 años, tuvo una infección crónica en varias partes del cuerpo, por dormir dos meses en el camellón del Paseo de la Reforma, resintiendo las complicaciones –por ejemplo- de una hemorroides agravada por los corucos y el agua tratada con que riegan girasoles y nochebuenas de esa calle, comenta con sorna y a la vez, con cierto pesar, que aquel sentido común, fincado sobre la urgencia de un cambio verdadero y construido durante los meses del plantón del 2006, está en franco retroceso desde hace tiempo, buena prueba de ello es que muchos de los activistas, jóvenes y viejos, de entonces, están siendo relegados por viejos y jóvenes priístas y panistas, quienes durante la construcción de la 4 T… no pusieron un solo ladrillo.
“A mí me invitaron desde que llegó Andrés Manuel al Gobierno en 2018; rechacé porque después de haber caminado con sangre, sudor y lágrimas el amargo camino de la izquierda marginal, vapuleada por los anteriores gobiernos, me ofrecieron un puesto donde iba a tener de jefecillos a un subsecretario panista (del ‘Opus Dei’) y a un secretario que es hijo de un dinosaurio priísta de este país; percibiendo un ingreso que estuvo establecido en nómina hasta antes de diciembre de 2018, en 78 mil pesos mensuales, más un bono de desgaste y otro por riesgos de trabajo (pues era en el área de seguridad pública)(…) y que por disposición presidencial, ese puesto a partir de entonces está contemplado en una percepción de 35 mil pesos… sin bonos”, me espetó materialmente.
“Para quedar bien la nomenklatura de la 4 T con los poderes fácticos del estado y en aras de construir pragmáticas alianzas, empezó a ‘flirtear’ con los políticos tradicionales, que no con la gente valiosa que puede haber en otros partidos también, sin duda, aunque no sea aristócratica (…) Yo no acepté hacerles la chamba al par de ‘yuppies’ esos, nomás por ser hijos de un exgobernador y de un líder de cámara empresarial, percibiendo 35 mil pesos al mes, que los gano en una asesoría de media hora que doy y con mi plaza de investigador tiempo completo en mi ‘Alma Máter’”, me dijo enfático.
“Pensé sinceramente que Andrés Manuel llegaría de la mano de nosotros al poder”… nunca pensé que se contaminara tan pronto del pragmatismo barato de la vida partidista mexicana… se convirtió en un ambicioso vulgar también él”, abundó mi amigo.
“Andres Manuel me hablaba por mi nombre… dos veces me buscó por teléfono cuando hizo visitas al estado… comió en mi casa, comida hecha de la mano de mi madre, que en paz descanse… Ahora recuerdo, -continúa el relato del brillante profesional- en buena hora me llevó de vuelta a mi tierra -y de la oreja- mi ‘amá’ en aquel septiembre de 2006… con el cinturón en la mano llegó a aquella tienda de campaña por mí… ya le había dado el primer infarto a mi ‘apá’; pocos meses después falleció… y de pura decepción porque le hicieron tablas el triunfo a ‘su gallo’ a la Presidencia”, abundó.
“Gracias a Dios me gradué con honores de Ingeniero en Electrónica y soy Doctor en modelos Matemáticos, por la Universidad de Essex, en Reino Unido; y al viajar me he percatado de la pobreza humana de nuestra clase política mexicana (…) hoy me percato con tristeza que el Presidente en sus visitas a mi estado, que de mí no se acuerda, pero sí saluda y convive eufórico con ese expriísta oficioso que está de Alcalde y que lo criticó y combatió públicamente en aquellos años de lucha, cuando las campañas se las hacíamos los pobres … y no las grandes logias de los estados… y no los grandes presupuestívoros organizados en cámaras empresariales y que no obstante las ‘palizas morales’ que les pega cada mañana… lo siguen rodeando esperando beneficios… y contratos”, argumentó el joven científico mexicano.
“Hoy por el contrario me siento correteado por el SAT, vigilado, intervenido telefónicamente, como que del otro esperan que diga una sola palabra que me comprometa (fiscalmente) por mi reciente estancia en el extranjero, de la que puntualmente entregué bitácoras y resúmenes de informe al Conacyt… y es que soy miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel II,… al parecer un enemigo deliberado y riesgoso para su gobierno”, prosiguió en su reproche.
Y es que el genuino liberalismo, como corriente del pensamiento político, está íntimamente vinculado al desarrollo científico; sus ideas no son estáticas, pues evolucionan al compás y al ritmo de la propia evolución de los conocimientos o descubrimientos.
Una nueva revelación o un nuevo invento, artilugio, técnica, método o idea, por su funcionalidad y beneficios a la humanidad… plagia a la anterior por muy antigua, clásica o entrañable que haya sido para el género humano.
Así es el pensamiento liberal. Se equivoca Andrés Manuel cuando se asume liberal –por decreto- y presupone que hay moldes o rasgos preestablecidos y sempiternos, inamovibles, del comportamiento de un sistema político liberal.
El ‘estatismo’, con una administración centralmente planificada, es la etiqueta que le asienta mejor al estilo personal de gobernar de este presidente.
No se es ‘liberal’, por el solo hecho de ser anticonservador; porque a lo largo de la historia reciente, se han visto engendros de la política económica, en los países desarrollados incluso, con sujetos con pensamiento liberal –y claro hasta neoliberal-, que son relativa y circunstancialmente conservadores. Gran paradoja.
Salinas de Gortari, por ejemplo, era un gran liberal en su propia teoría… pero sus efectos político económicos resultaron beneficiando, en simple apariencia y en sus primeros años, al modelo conservador. Aunque los beneficios de un sistema de apertura comercial, en el que se fincó el TLC y ahora el multicitado y célebre T-MEC, han surtido efectos positivos –a más de 30 años- en todas las clases sociales y económicas del país, incluyendo los estratos más bajos; eso nadie lo puede negar. El propio AMLO lo ha reconocido.
Ahora bien, López Obrador, se autoproclama liberal porque ‘odia’ a los conservadores… pero su estilo personal de gobernar a final de cuentas está beneficiando a un modelo político conservador, donde –como siempre- sólo los políticos profesionales –o de oficio- se benefician, sin permitir que surja una nueva clase política o de servidores públicos, que contribuya a conformar un gobierno eficiente, con rostro humano, incluyente, que resuelva sin distingos los reproches y las demandas de la ciudadanía sin demora ni ‘rasero’ preferencial alguno.
Hoy se aprecia con preocupación, bajo la lógica anterior, que AMLO ofrece embajadas y puestos en el gabinete a exgobernadores de diferentes partidos y no necesariamente a compañeros ‘de lucha’ en el pasado.
Súbitamente se puso en marcha un proceso de ‘pirrurización’ de la administración pública federal y ayer miércoles, precisamente, el presidente inusitadamente dijo al final de su monólogo matutino: las puertas están abiertas para la gente (de diferentes extracciones políticas e ideológicas, se infiere) que quiera ‘sumarse al movimiento transformador’ (sic).
Pues no deja de ser una frase con fines mediáticos, preelectorales, esta de López Obrador. Pero con franqueza se puede advertir que un mueblero y hotelero como Quirino Coppel, gobernador de Sinaloa o el pigmalión ‘yuppie’, hijo del magnate refresquero Toño Echeverría, también gobernador (de Nayarit), no ocupan precisamente ‘chamba’; ya dieron lo que tenían que ‘dar’ administrando sendos estados y los resultados son paupérrimos… a menos que sea para ‘resguardarlos’ de alguna investigación de la justicia estadounidense o de algún reproche del otro gran patrón que convive en México, como lo es el narco.
Chamba y oportunidad para poner su talento al servicio de la población de su estado y su país, debería de ofrecerle el presidente a mi amigo, el doctor en modelos matemáticos quien, sin condiciones y por convicción, se forjó en la lucha de la izquierda auténtica. Él, como muchos otros jóvenes talentosos, son los que debiera impulsar la 4 T para conformar una nueva clase de servidores públicos, con mística de servicio
Fomentar el desarrollo o la preservación de una misma clase política, integrada por los mismos de siempre y que defienden o propugnan por lo mismo de toda la vida… y lo que es peor, que han observado conductas ‘tipicas’ por decirlo eufemísticamente, en su desempeño como funcionarios o autoridades… como siempre… eso, Señor Presidente, es ser un conservador consumado.
Autor: Héctor Calderón Hallal
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