Joel Hernández Santiago
De pronto el estallido, eran las 14.40 de la tarde del martes 20 de diciembre. En Tultepec, Estado de México, comenzó una sinfonía maldita. El estruendo con sonidos diferentes, de menor a mayor intensidad parecía no terminar nunca, aunque fueron unos minutos: 20 minutos.
… Luces de colores por todos lados, seis estallidos y el silbido ensordecedor de los buscapiés y bengalas; humo intenso y el dolor humano, los muertos y los heridos: gente de trabajo que lo único que quería era ganar un poco de dinero para vivir y seguir en lo suyo: la pirotecnia.
[Es así en un país de tanta pobreza y desajustes sociales, de falta de trabajo seguro; de ausencia de salarios dignos y de desigualdades en donde muchos tienen que arriesgar la vida para sobrevivir.
De pronto todos corrían hacia el infierno para encontrar y salvar a familiares y amigos. Al mismo tiempo todos querían huir. Era el caos con olor a pólvora y a papel y cuerpos quemados. Un hombre se interna con su bicicleta hacia el fuego mismo, quiere salvar a su esposa que se había quedado en su puesto de cohetes mientras él “iba a conseguir cambio”…No la encontró ya, y él ahora está hospitalizado con quemaduras de tercer grado… ¿Cuántos más así?]
El mercado de San Pablito concentraban por lo menos 300 toneladas de pólvora disfrazada de cohetes, cohetones y mil figuras que habrían de servir para el estruendo navideño, para los colores y la alegría. Fue construido hace 16 años y cuenta con 300 puestos para la venta de sus productos.
El 12 de septiembre de 2006 ocurrió la primera explosión ahí. El incendio fue aparatoso y aquella vez no hubo muertos, sí algunos heridos. La otra ocasión fue el 15 de septiembre de 2005. Tampoco hubo fallecidos y si algunos quemados. El mercado se tuvo que rehabilitar y, según eso, se implementaron medidas de seguridad que aprobó la Secretaría de la Defensa Nacional…
La misma SEDENA que otorga los permisos para llevar a cabo esta actividad, por el uso de la pólvora. Se pusieron calles muy abiertas para evitar la concentración. Las construcciones eran de tabique y en general techos de lámina de asbesto. Había 75 módulos con cuatro puestos cada uno. Se exigió a los vendedores que contaran con por lo menos tres extintores cada uno, palas, picos y arena para apagar algún fuego que pudiera ocurrir.
El mercado de San Pablito se reabrió al público en diciembre de 2006 y se invirtieron en él 8.4 millones de pesos. Por entonces gobernaba el Estado de México Enrique Peña Nieto quien prometió a los vendedores que gestionaría la reactivación de los permisos con la SEDENA porque los había cancelado luego de las explosiones.
Es un tipo de comercio que deja mucho dinero al municipio y al Estado de México, se consiguieron permisos y se dijo que se garantizaría la seguridad de éste como otros lugares con los mismos productos. Se creó un “Instituto Mexiquense de la Pirotecnia” al que se le han asignado millones y millones de pesos para estudiar y garantizar la seguridad de este comercio. Los ha gastado en sí mismo. Ahí está…
Y ahí está lo dicho por el titular de este ‘Instituto’, Juan Ignacio Rodarte Cordera, de que San Pablito contaba con puestos ‘perfectamente diseñados y con los espacios suficientes para que no se dé una conflagración en cadena en caso de un chispazo…’.
¿Y qué tal el presidente municipal de Tultepec, Armando Portuguez Fuentes? quien apenas el 3 de diciembre pasado, durante su informe de gobierno, presagió: “Tultepec se verá beneficiado con mayores recursos que se están traduciendo en mejores obras y servicios para sus ciudadanos, por lo que lo mejor para Tultepec está por venir”. Eso.
Y cantaban a los cuatro vientos que San Pablito era el mercado de su género más seguro de América Latina. Y que ahí todo estaba bajo control y resguardo. Y que ahí no puede pasar nada… Pero pasó todo: 33 muertos y cientos de heridos con quemaduras mortales.
Luego de la tragedia, el gobernador Eruviel Ávila Villegas se apresuró a decir que el gobierno del Estado de México se haría cargo de los gastos de hospital de quienes sufrieron quemaduras durante la conflagración y que se pagarían los gastos por funerales para quienes murieron. Vaya sentido de gobierno que tiene este señor, lo confunde con caridad.
La gente que vendía ahí sus productos mortales es gente de trabajo y sabía que su negocio es peligroso en todo momento. Pero había que hacerlo. Y había que contratar a gente humilde que hacía la faena manual de estos cohetes y cohetones y fuegos pirotécnicos, con el riesgo de su vida, por unos cuantos pesos.
Pero la necesidad es canija. Y este negocio seguirá en México mientras miles de mexicanos sientan la necesidad de festejar con pólvora su felicidad, y mientras haya necesidad y la corrupción y la impunidad sigan tan campantes;… por lo demás, lo dicen bien Luis Prados:
‘México lleva demasiado tiempo aceptando la anormalidad como normalidad, asumiendo que la tragedia cotidiana es un hecho de la vida cotidiana, refugiándose en la impotencia y el conformismo cuando no, y aún peor, en el cinismo y la sumisión’. Todo ahí está cifrado, por desgracia.