Por. Gerardo Galarza
Las interpretaciones, las opiniones, las especulaciones, los análisis pueden y deben ser múltiples. Pero los hechos son únicos, y son la materia del periodismo informativo.
Son “la nota”, la exigencia informativa para un real reportero. Su obligación.
Y la “nota” de los días recientes son los ataques del presidente de la República a la senadora Xóchitl Gálvez, probable candidata opositora a la presidencia de la República y, por supuesto, las respuestas de ella.
Hace unas semanas, la senadora Gálvez se preparaba para buscar la candidatura a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México. Ella así lo dijo y negó estar buscando la postulación presidencial; había hecho sus cálculos políticos.
Sin embargo, de un día para otro, la virulencia del presidente de la República en su contra la convirtió en la probable candidata presidencial del frente opositor (PAN, PRI, PRD y organizaciones civiles).
La senadora Gálvez es una candidata atractiva, por su origen, su familia, sus trabajos, sus estudios, sus éxitos profesionales y también su honestidad. Un mujer sobresaliente. Empoderada, dicen ahora. Aspiracionista, empresaria y carismática.
El prototipo de todo lo que odia el presidente de la República. La materialización del enemigo de la autodenominada Cuarta Transformación, que ya hizo palidecer, casi borrar, a las corcholatas del presidente.
Pero, sobre todo, no estaba en el guion del presidente de la República para su pretendida sucesión. Ni siquiera como hipótesis. Y entonces, el presidente López Obrador apostó, apuesta, a destruirla porque simplemente es un obstáculo para sus ambiciones políticas.
Y se equivocó. Sus ataques, incluso sostenidos en probables violaciones legales, ha fortalecido la precandidatura de la senadora Gálvez, quien con mucha inteligencia y pragmatismo ha respondido y aprovechado la cólera presidencial y de sus seguidores en las redes sociales para marcar una diferencia.
La senadora Gálvez salió respondona. Ya lo era, desde niña. No es un terreno desconocido para ella. Tampoco es la primera vez que enfrenta el desprecio del poderoso. Y tampoco es la primera vez que gana. Sabe que su apuesta es ganadora, en cualquier caso.
El presidente se equivocó y su cólera podría tener consecuencias graves para el país. Este es el problema. La palabra presidencial puede exponer a ningún ciudadano, así sea considerado su enemigo político. Es previsible que los ataques y las respuestas continuarán, cada vez con mayor virulencia.
Los opinadores, analistas, politólogos, los comentócratas en fin, elaboraran hipótesis, opinan, pretenden analizar y aventuran que todo es parte de una estrategia político-electoral, de las partes en contienda: que el presidente sabe lo que hace y también la probable candidata; que ambos llevan agua a su molino; que es una lucha mediática; que la precandidata ha caído en el juego presidencial o al revés totalmente.
Sí, se vale opinar.
Lo cierto, el hecho, lo real, es que hoy existe una precandidatura presidencial que no existía hace un mes y, peor para el habitante del Palacio Virreinal, con probabilidades de ganar la elección.
Xóchitl Gálvez no es, no debe ser vista, como el nuevo mesías sexenal. Ella debe saberlo. El escribidor supone que eso también ella lo sabe por su biografía. No es la solución absoluta, pero sí puede, debe, ser la líder de retorno de México a su vía democrática. No más, tampoco menos. No depende de ella, depende de los ciudadanos.