Palabra de Antígona
Sara Lovera *
Es muy osado pensar en 2022 que las mujeres todavía ocupan espacios restringidos en la toma de decisiones y continúan dando batallas para ser escuchadas y consideradas; no obstante, la parafernalia de que sin mujeres no hay democracia está presa de una cultura política de rasgos autoritarios y patriarcales y del peligro de una sucesión militarista, como lo anunció el secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández.
Lo más lamentable es el escenario en que se encuentran muchas mujeres que legítimamente han ascendido al poder. Vea usted esos debates rijosos, insultantes y masculinos.
En estos días son moneda corriente la narrativa en las dos cámaras del Congreso de la Unión, en las giras de las y los aspirantes anticipados a suceder en Palacio Nacional a Andrés Manuel López Obrador.
Las mujeres dedicadas a la política han quedado envueltas en discusiones donde priva el insulto, la descalificación, el enfrentamiento y la total falta de lucidez para analizar la realidad social y política.
Todo ello empaña lo que habría que considerar como avances —lentos, pero avances— en la vida de muchas mujeres; incluso, celebrar los 69 años del ejercicio del voto ciudadano, conseguido con tanto esfuerzo por nuestras ancestras; la presencia paritaria en cámaras y ayuntamientos por la que en estas casi siete décadas 17 mujeres han llegado a gobernar 13 entidades del país y cientos han ocupado las curules de los congresos locales y las presidencias municipales y la docena de leyes que nos dan derechos. Celebrar también que han sido ellas quienes lentamente han conseguido nombrar los derechos humanos de todas las mexicanas.
Hoy, sin embargo, las aspiraciones de las mujeres para ser parte de la conducción del país se encuentran en una encrucijada, escenificando como nunca el deterioro de la democracia, que se halla en su peor momento, presa por una cultura política de rasgos autoritarios y deplorables.
No sé qué diría 231 años después Olimpia de Gauges, quien en la Revolución Francesa redactó la Declaración de la Mujer y la Ciudadana, en respuesta a la exclusión de las mujeres en el triunfo de la Revolución Francesa, la misma que en plena época de la ilustración fundó la Société populaire de femmes, dando nacimiento formal al movimiento y la cultura feminista.
Me pregunto qué sentiría Amalia González Caballero de Castillo Ledón, 143 años después de haber creado en 1934 el Ateneo Mexicano de Mujeres, un espacio apartidista dedicado a la lectura, promotor del teatro, de ferias del libro, de un programa radiofónico y una revista para reflexionar en colectivo la vida cultural y de las mujeres, donde muchas de sus integrantes fueron decisivas para la promoción del voto ciudadano.
Cuántos ayeres constructivos que se antojan irrepetibles. El Ateneo Mexicano de Mujeres fue fundado un abril por un grupo de escritoras, maestras, periodistas, abogadas, arqueólogas e interesadas en el arte y la política de México. Buscó reunir a mujeres representativas de la cultura y la palabra, en donde se discutía lo social, científico, literario y artístico para hacer un frente de oposición contra los prejuicios de la época. Desde ahí, contribuyeron al ascenso de la civilidad y la paz, tras el horror de la guerra y los gobiernos militares de los jefes revolucionarios.
Qué pensarían las mujeres que abrieron el camino a otras para construir otro mundo posible al saber que 84 años después tuvieron un sueño imaginado, ya que hemos sido colocadas en este espacio, dicen quienes saben, donde nos invade la regresión militar, el miedo y la inseguridad. Veremos…
*Periodista. Directora del portal informativo semMéxico.mx