Joel Hernández Santiago
Hoy, desde la presidencia de México, se convoca a la Unidad Nacional. Se invoca al nacionalismo y a la defensa de la soberanía nacional frente al peligro que representa para nuestro país el enloquecido presidente de los Estados Unidos de América, el republicano Donald J. Trump.
Durante meses, el gobierno mexicano no tomó en serio las amenazas que profería el patético candidato de la ultraderecha estadounidense durante su campaña en 2024. La presidente de México las minimizaba y decía que eran producto de la campaña electoral estadounidense y que, por tanto, ‘no habría que tomarlas en serio porque no se cumplen las promesas de campaña’…
En todo el sexenio anterior, y aun en este, el gobierno mexicano de la 4-T ha llevado a cabo una política social de polarización, maniquea: los buenos, “nosotros” dice la presidencia y sus operarios y “los otros” que son los ‘adversarios’: ‘Los conservadores’, los ‘traidores a la patria’… ‘los enemigos del pueblo’ y tantos epítetos que lanzan desde la silla presidencial y desde las mayorías en curules y escaños del país, gobernadores-Morena y Munícipes-Morena.
Y sí, la 4-T que se ostenta como un movimiento de izquierda y en favor del pueblo, se encargó de dividir al pueblo. De mantener su preeminencia por encima de las ideas de aquellos que no comulgaran con las suya…
Aún en contra de aquellos que son convencidos de izquierda; la izquierda histórica o contemporánea, pero firmes y sólidas en sus preceptos. Estas izquierdas fueron excluidas del ideal de gobierno porque su izquierdismo –dicen en la 4-T– no corresponde a lo que ésta 4-T entiende por ser de izquierda:
Que es –según su criterio- gobernar para los pobres, pero para que sigan pobres porque son capital electoral a través de las dádivas que confunden con políticas públicas de administración y trabajo: La caridad como solución de gobierno.
La izquierda cierta propone el rescate de los pobres para incorporarlos a la economía nacional y al trabajo, a los servicios públicos y al todo cumplido para todos; a la distribución justa del producto del trabajo a través de buenos salarios, justos salarios, servicios de salud y educación de calidad y para todos parejos, seguridad pública garantizada y certeza en el cuidado de la vida y del patrimonio de todos e, incluso, solaz y cultura universal. Esa izquierda quedó excluida de la izquierda-4-T.
Pero eso: se polarizó al país y de los 98 millones de votos con que contaba el padrón nacional en las elecciones de 2024, la votación de poco más de treinta millones de votos reeligió en la presidencia del país a la 4-T a través de Claudia Sheinbaum.
Pero más de sesenta millones de mexicanos no votaron por la 4-T y son los que están a la orilla de la historia hoy mismo…
Y así comenzó este nuevo sexenio cuando la presidencia de Sheinbaum decidió continuar con la obra política y de gobierno que heredó del ex presidente Andrés Manuel López Obrador. La línea estaba trazada desde que se la nombró candidata desde la presidencia del sexenio anterior.
Luego vinieron conflictos de enfrentamiento con la sociedad cuando por órdenes de López Obrador se decidió extinguir a la Suprema Corte de Justicia y con esto dar un paso adelante en la extinción de la República que se sustenta en la división de poderes como factor de equilibrio y de gobierno libre, justo, soberano en beneficio del país y sus habitantes, en todo momento.
Todo esto y más, hizo que la sociedad mexicana se polarizara: los beneficiarios del régimen y los expulsados del mismo. Los que aplauden y los que chiflan. En toda democracia hay discordancias y hay diferencias de opinión y criterio político, el caso de México va más allá, es el caso de un gobierno que se niega a gobernar para los que no caminan del lado de su banqueta, aun si son de izquierda.
Y con todo esto, hoy la presidenta de México estimula una “unidad nacional” para ‘defender la soberanía de México’. Y hace declaraciones que quieren contrarrestar el ímpetu del locuaz y peligroso Donald J. Trump en tono nacionalista: “defender la soberanía”, dice; “somos una nación libre y soberana”, dice… y ahí agota sus respuestas al embate republicano.
Y desde las cámaras legislativas invita a que los partidos de oposición –si es que la hubiera realmente- firmen un documento de apoyo a la presidente para defender la soberanía de México “en peligro”. Y se enojan los morenistas porque no firman esos partidos que se dicen de oposición.
El nacionalismo es una propuesta que pone por encima de todo el ser nacional; el ser de origen y raza en unidad; el ser historia única y el ser ese “soldado en cada hijo te dio”. Es la afirmación de una identidad cultural ligada a un territorio, una lengua y una tradición histórica y cultural. Es la fortaleza e identidad que nos da sentido como país, como nación, como Estado.
Hoy se convoca a una “Unidad Nacional”, como aquella de Manuel Ávila Camacho en los 40 cuando –igual que hoy- los estadounidenses querían abatir a México luego del gobierno de Lázaro Cárdenas y la expropiación petrolera.
Ante aquellas amenazas el gobierno optó por la política de la “Unidad Nacional” y del “Buen vecino”, lo que terminaría en un borrón y cuenta nueva energética ante la alianza que hizo Estados Unidos con el gobierno de México, propiciada por la Segunda Guerra Mundial.
Si, la Unidad Nacional es indispensable para restablecer instituciones democráticas y de transparencia… y fortalecerlas. Unidad Nacional con un gobierno que gobierne para todos los mexicanos y preserve la vida humana y preserve patrimonios y preserve salud, educación, casa, comida y sustento para todos los habitantes de este país.
Y entonces se podrá hablar de nacionalismo porque todos seremos uno en gobierno, en beneficios y en trascendencia como como nación y como Estado, en un México que es nuestro país, el único y el más querido y el más soberano que tenemos.