Por Aurelio Contreras Moreno
De manera hasta chusca, hay una enorme disputa dentro del PRI veracruzano por las candidaturas…a las regidurías de los próximos ayuntamientos.
Es tal el descrédito en Veracruz del priismo tras el infame sexenio de Javier Duarte, que las antes codiciadísimas candidaturas a las presidencias municipales han sido, en su mayoría, desdeñadas por los militantes de ese partido, ante la certeza de que no hay nada qué hacer en un escenario de inminente derrota.
Sólo uno que otro “valiente”, o quizás le quedara mejor el término de despistado y hasta de osado, se ha atrevido a aceptar las nominaciones a las alcaldías representando a un alicaído partido tricolor, que en este momento se ubica en el tercer lugar de las tendencias. Y eso, siendo optimistas.
En cambio, obtener uno de los primeros lugares en las planillas de regidores se ha convertido en una lucha encarnizada, que anteriormente sólo se veía en partidos como el PRD, que fue como logró mantenerse a flote a través de sus múltiples etapas de decadencia. La actual incluida.
Ir en el primer lugar, quizás hasta en el segundo de la lista de candidatos a ediles, garantiza un espacio en el Cabildo municipal por el que se compita. Y el derrumbe del PRI en las preferencias electorales en el estado de Veracruz ha llevado a varios de sus militantes “distinguidos” a pelear por algo que antes desdeñaban y le dejaban a líderes de colonias, de organizaciones y sindicatos locales.
Sólo que también en eso cambiaron las reglas del juego. Esos espacios se están reservando no para los cuadros con trabajo político o con trayectoria partidista. Ni siquiera con prestigio, si es que quede alguien que lo tenga. Quienes van a ser nominados serán quienes representen algo económicamente. O sea, quienes puedan pagar.
No es que esta práctica sea nueva. Desde hace mucho, los partidos políticos y las elecciones en los diferentes niveles se han monetarizado de manera gigantesca. Son un colosal negocio al que solamente pueden acceder quienes cuenten con los recursos suficientes para costear campañas multimillonarias.
Un ejemplo claro de ello es el municipio de Xalapa. Es prácticamente un hecho que el primer lugar de la planilla priista le sea otorgado a Justo Fernández Garibay, integrante de una acaudalada familia para la cual la política es una cuestión de “derechos de estirpe”, y cuyos únicos merecimientos son los financieros, pues no cuenta con trayectoria partidista alguna. De hecho, Fernández Garibay fue diputado plurinominal y dirigente estatal del Partido Verde por los mismos motivos por los cuales ahora llegaría a ser regidor del PRI.
En la misma línea, el PRI llevará en el segundo lugar de su planilla de candidatos a regidores en Xalapa a Estela García, hija de Carlos García Méndez, ex rector de la Universidad de Xalapa y ex secretario de Desarrollo Económico del gobierno de Fidel Herrera Beltrán. Una completa desconocida para el priismo, pero que cuenta con chequera abierta para meterle dinero a la campaña.
El caso del PRI es paradigmático por lo decadente que resulta para este partido pelearse por regidurías y no por las alcaldías, como antaño. Pero en los demás partidos, el poder del dinero también es lo que está definiendo las decisiones en torno de la postulación de candidatos a las presidencias municipales. Verbigracia, David Velasco Chedraui en la coalición PAN-PRD, en donde les tuvo sin cuidado que el empresario ni siquiera tuviera la delicadeza de renunciar primero a su militancia priista.
Por candidatos así, cuyo único atributo e interés es el dinero, Veracruz y el país están hundidos.
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