Javier Peñalosa Castro
Finalmente, y “haiga sido como haiga sido”, serán cinco los nombres que aparezcan en las boletas que habremos de marcar para elegir el primero de julio al próximo presidente de México: Ricardo Anaya Cortés, Andrés Manuel López Obrador, José Antonio Meade Kuribreña, Jaime Rodríguez Calderón y Margarita Zavala Gómez del Campo.
Tal como se tenía previsto, a estas alturas del partido los oponentes de AMLO recurren sin recato ni pudor a toda argucia y artimaña a su alcance para tratar de frenar al tabasqueño en su ruta hacia Palacio Nacional, y más allá de las ocurrencias de los nefastos antorchistas —“militantes” del engendro fundado por Raúl Salinas en los setenta— que llaman a votar “hasta al Sancho” para frenar al tabasqueño, no parece ganar un solo partidario más en las encuestas. Lo triste para su causa es que, aun cuando recurran a las mañas que llevaron al Bronco a la boleta y los genios de sus “cuartos de Guerra” (o , como ellos prefieren llamar a sus oficionas de campaña) desarrollen la versión más acabada de neomapachismo que pueda concebirse, será imposible lograr el milagro de la resurrección del candidato “no priista” del PRI. Esta vez, de poco valdrán las tarjetas rosas, la retención de credenciales de elector, el reparto de frijoles con gorgojo y otras lindezas, pues la gente ya está hasta la madre de corruptelas y falsas promesas de prosperidad.
Meade se sigue desgañitando para llamar al debate a López Obrador y Anaya, pero ambos desdeñan la ocasión de dar foro a quien va en un lejano tercer lugar en las preferencias detectadas en los sondeos. Otro de los “mensajes clave” que sus “genios” hacen repetir como loro al exfuncionario peñista y calderonista es el de que él es honrado y no tiene más mancha que el vitiligo, con lo que pretende que los mexicanos comulguemos con ruedas de molino y aceptemos a pie juntillas que nada tuvo que ver con episodios como la “estafa maestra”, la resaca de los festejos del bicentenario (le tocó sustituir como secretario de Hacienda a Ernesto Cordero, el fallido delfín del mínimo Felipe Calderón—y otros desfalcos en los que —concediéndole el magnánimo beneficio de la duda— cuando menos, pecó de omisión.
Cual dócil borrego, Meade también aceptó sin chistar la inclusión del Bronco en la boleta, seguramente con la esperanza de que sirva de catalizador para que se dé el milagro de una transustanciación de los votos que lo lleve —a él sí— a Los Pinos.
También los grupos empresariales, lo mismo por cuenta de sus dirigentes cupulares que a través de parapetos con forma de organizaciones sociales han comenzado a atacar al candidato que supera ampliamente a los otros suspirantes en las encuestas con los consabidos calificativos de populista, autoritario, mesiánico, émulo de Chávez y de Maduro y un largo etcétera de epítetos y sambenitos con los que se pretende desacreditar al Peje, sin entender que 2018 no es igual que 2016, cuando la participación de estos grupos enrareció enormemente el ambiente, produjo crispación, motivó in extrañamiento del árbitro electoral y propició incluso el distanciamiento entre amigos y parientes.
Ricardo Anaya sigue tratando de retener votantes, pese a los constantes embates que ha recibido de la PGR y de alguno que otro esbirro del PRI, como Javier Coopelas o Cuello Lozano, quien durante la semana que termina mantuvo su campaña contra el queretano, pese a que el propio Trife —que tan raspado salió con su decisión de incluir al Bronco en la boleta— determinó que la exhibición del video en el que se muestra a Anaya y a Diego Fernández de Cevallos trastabillar ante el acoso de un funcionario de la Procuraduría, había causado daño a la imagen de Anaya (por supuesto, no propuso medida de remediación alguna para ello).
Anaya, con su tono cansino de maestro de secundaria no parece conmover a nadie con sus exposiciones y, a no ser por las trastadas que le ha jugado el gobierno, tal vez ya habría sido alcanzado por Meade al fondo de la tabla de posiciones. Otro punto que poco le ayuda es el apoyo público de personajes como Diego Fernández de Cevallos, que no goza de buena fama en cuanto a la honestidad y a quien se vincula, con sobrada razón, con el temido Chupacabras o Innombrable Carlos Salinas de Gortari, que tiene una reputación aún más endeble que la del barbón del puro.
Mientras tanto, El Bronco, que tanto hace recordar a Vicente Fox, llama la atención de algunos por sus desplantes de pelafustán. Lo grave del caso es que su pretendido estilo directo puede ser capaz de seducir a muchos que confundan el lenguaje descarnado con la sinceridad, como lamentablemente ocurrió con Fox, quien con la ocurrencia del “voto útil” y los desplantes engañó a cientos de miles de votantes.
A nadie quedad duda de que la misión del Bronco es tratar de restarle votos a AMLO través de su cariz pretendidamente popular. Prueba de ello es la forma en que llegó, pese a haber admitido que en el registro de apoyos a su candidatura independiente hubo “fotos de perro, botas, coca colas y tecates” en lugar de credenciales de elector. No contento con haber logrado su cometido, este sujeto amaga con demandar al INE.
Por lo pronto, el próximo domingo 22 de abril tendrá lugar el primer debate entre candidatos a la Presidencia, en el que inmerecidamente participará el gobernador con licencia de Nuevo León al lado de López Obrador, Anaya, Meade y Zavala. Habrá que ver cuáles son las armas que muestran para tratar de quitarle puntos a López Obrador.