MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN
¿Y si enfermarse es estrategia perversa? ¡Malhaya, quién dijo miedo!
Érase que se era en la tierra del siempre jamás que se enfermó el prócer y con ello evidenció el grado de polarización social.
Y hasta los amigos jurados y hermanos de sangre perdieron el respeto mutuo y apareció una falsa cuanto hipócrita conmiseración que pretendió justificar simpatía por el dolor ajeno pero igual descalificar auténticos estados de ánimo que pululaban carentes de identidad en las redes y, mire usted, se airearon públicamente sin rubor.
¡Ah!, esta tierra, en algún tiempo, largo tiempo, tierra de caciques y neoliberales, gobernantes hijos de centauros y adelitas, licenciados y escribientes, clasemedieros y oportunistas que hicieron tierra y fortuna sobre la carne de cañón que era la misma indígena y campesina pero diferente porque una fue armada por la leva y la otra por quienes aprovecharon el hartazgo hacia los afrancesados y churriguerescos gobernantes y se alzaron en armas y se enfrentaron en eso que llaman revolución.
Y los habitantes de esta tierra desde tiempos inmemoriales hicieron de las virtudes teologales (Fe, esperanza y caridad) el centro de su vida en sociedad pero pronto los pecados capitales llegaron de la mano del poder que se asió a uno toral que se ha vuelto praxis de vida, médula de una singular práctica de engañar apenas nace el día e insistir en que el oficiante es dueño de la verdad y que la palabra dicha desde Palacio, es palabra divina.
Esa praxis de mentir. La mentira que no es título de bolero pero sí un pecado que, ¡válgame Dios!, en el escenario político no aplica y hasta pareciera virtud en aquel que sabe mentir con la verdad, aunque, reza la máxima popular, en el pecado lleva la penitencia.
Ser o no ser, mentir por deporte, convicción, encargo, manda… Le comparto el fragmento de un artículo que me encontré:
“Mentir es Pecado
“Por David N. Zamora Montero publicado originalmente en CONOZCA edición 2010.1
“Llama la atención la actitud que algunas personas asumen en determinadas ocasiones de la vida, al verse impulsadas a disfrazar, hiperbolizar o minimizar una respuesta que precisa de la más sincera, lacónica y veraz confesión.
“Pero aún es más llamativo, el sinnúmero de personas que hacen de la mentira parte de su estilo de vida, cómo la incorporan a su personalidad o status quo con tanta naturalidad, que se convierten en profesionales del engaño, de la hipocresía, de las medias verdades, de las evasivas y de las excusas e inaceptables justificaciones. Y muchas veces, ese inadmisible estilo de vida o proceder, se justifica u oculta tras el falso principio de que el «fin justifica los medios», o de la mal llamada «moral de situación». Pero no cabe la menor duda, la mentira no tiene justificación alguna.
“No existe un voto a favor de los «mentirosos». Tales personas jamás son calificadas como serias e incluso pierden toda credibilidad. Mentir es una acción aborrecible, pervierte la moral, la ética, lo espiritual y peor aún, denigra la personalidad humana. Dijo F. Rockert que “El que miente una vez, ha de acostumbrarse muchas veces a la mentira; porque para ocultar una mentira hacen falta otras siete.”
¿Suscribe usted este artículo de David N. Zamora Montero? No tiene desperdicio; muestra en cinemascope a los políticos de siempre, los mismos con diferentes siglas y colores, banderías que no implican compromiso, no, ¿para qué?, y se alzan simplemente ofertas de campaña que, eso sí, se asumen como juramento popular destinado al olvido cuando de rendir cuentas se trata.
¿Por qué este largo preámbulo –eufemismo de rollo dialéctico– a un tema que es de suyo simple, porque mentir es mentir y tan tan (diría mi asesora en jefa)?
¿Recuerde usted que el licenciado Andrés Manuel, en una de esas homilías mañaneras dijo que no mentir evitaba contagiarse de Covid-19?
Bueno, pues ahí tiene usted que harta gente, especialmente del llamado pueblo bueno, le creyó a pie juntillas al licenciado presidente y le valió queso usar el tapabocas y lavarse las manos y usar gel antibacterial, porque con no mentir y cargar, por aquello de las moscas, un colorido “detente” el Covid-19 les hacía lo que el viento a Juárez, tómelo usted como apellido simple y sin alusión al Benemérito de las Américas.
Pero, he ahí que de unos meses para acá, casi desde que el doctor Hugo Lópex-Gatell y el licenciado López Obrador presumieron con aquello de que ya se veía la luz al final del túnel y que ya habían domado a la pandemia o aplanado la curva y, en suma, le habían partido su mandarina a la pandemia y ésta andaba lacia, lacia, comenzaron a enfermarse y hasta a morirse, diputados, senadores, funcionarios de los gobiernos federal y estatales.
En parte ahí se cumplió la profecía de Luis Miguel Barbosa, el góber de Puebla que en uno de sus arrebatos dijo que los pobres no se contagiaban con el Covid, que éste atacaba a los ricos, los machuchones y fifís. Bueno, no lo mencionó literal pero lo dio a entender, diría una colega de aquellos años de la reporteada sin celular ni lap top.
Entonces, voy al punto, al licenciado Andrés Manuel lo castigó el “detente” porque le cayó con un montón de mentiras –hasta el 1 de diciembre del año pasado contabilizaba cerca de 40 mil en 24 meses de gestión como inquilino de Palacio—y le envió el Covid, éste que ya cargaba cuando el pasado fin de semana anduvo de gira por Nuevo León y San Luis Potosí.
Dice Chucho Ramírez que, al prócer, le realizaron la prueba el sábado en Nuevo León y, el domingo por la tarde, declaró que aunque poquito pero estaba contagiado de Covid. Y mire usted, lo confesó en su cuenta de twitter después de haber volado junto a varia gente y de codearse, durante dos días, con un buen número de funcionarios estatales, incluso el gobernador de Nuevo León de plano se encerró en espera de no haberse contagiado. ¿Y la familia? Dicen que doña Beatriz Gutiérrez Müller y su hijo están bien, pero…
He aquí que esta declaración del licenciado presidente tiene tufo a Tongo. Me van a quemar en leña verde los simpatizantes de Andrés Manuel, pero hay elementos para considerar que casualmente el señorpresidente se ha contagiado de Covid pero nada grave y se encuentra en sus habitaciones de Palacio Nacional acompañado del doctor Jorge Alcocer, quien cobra como secretario de Salud, y eminentes médicos que cuidan de su salud.
¿Se merece tanta y atenta atención? ¡Por supuesto! No es cualquier mexicano, aunque por lo general es común y corriente. ¡Es el Presidente de México!, faltaba más. Y si se agrava mete en un aprieto al país, fíjese que el sólo anuncio de que está contagiado provocó que el peso perdiera terreno frente al dólar.
Qué no está grave. Buena noticia; que todo mundo, tooodo, se ha volcado a desearle buena salud y que sus simpatizantes comandados en las redes por el ínclito Jenaro Villamil y el académico John Ackerman, amenazan con plantarse frente a Palacio para rezar el santo rosario y hacer penitencia por la salud de Andrés Manuel.
Pero. ¡Vaya casualidad! Se contagia justo cuando el número de muertos por Covid mordía los 150 mil y hay un escándalo en puerta por las vacunas que se compraron pero no se compraron, amén de que en el Corporativo Morena, S.A., el gerente Mario Delgado tiene complicado el programa de elección de candidatos y se le acusa de incurrir no sólo en aquellas prácticas que critican y detestan en el PRI y el PAN, sino superarlas, con el real descenso de la popularidad en el top ten, el de verdad y no el de la organización patito neoyorkina, y etcétera y etcétera que incluye la galopante corrupción.
La estrategia es elemental: enférmate, Andrés Manuel: enférmate aunque sea poquito. Victimízate porque de otra suerte, en los comicios que habrán de dirimirse el 6 de junio próximo en las urnas, Morena morderá el polvo y perderás la mayoría legislativa que requieres en la Cámara de Diputados para hacer lo que te venga en gana y lograr el desmantelamiento de la estructura neoliberal. Tu 4T se iría por el caño.
En efecto, es un despropósito de mala madre desearle la muerte al prójimo, aunque, reitero, hay quienes han asumido la pública e hipócrita actitud de conmiseración cuando en privado canonizan al Covid.
Pero, no descarto esa estrategia, elemental estrategia recomendada en situaciones de crisis cuando el poder se escurre entre los dedos merced al irreverente y ofensivo populismo embadurnado de politiquería. ¿Te enfermaste, Andrés Manuel? Lo lamento pero la mentira es la mentira y nunca un secreto es para siempre. Ahí vienen las campañas. Digo.
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