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Los gobiernos de Estados Unidos de Norteamérica y Canadá prohibieron a sus conciudadanos viajar al estado de Morelos. La Unión Europea, advirtió de «un incremento de la violencia ligada al narcotráfico, así como de secuestros». Pero Cuauhtémoc Blanco aseguró que la entidad es un destacado destino turístico, a pocos días de bajar él de un avión procedente de Nueva York, donde prefirió descansar unos días con su familia nuclear.
El rostro seco del secretario de Turismo lo dijo todo, durante un encuentro nacional de funcionarios estatales de todo México, realizado en el estado fuera del Top 10 nacional en actividad turística, Morelos. El escritor Miguel Torruco, hijo de la actriz María Elena Marqués y del actor Miguel Torruco Castellanos, ni siquiera vio a los ojos al futbolista retirado que tiene a su gobierno rebasado por la actividad delincuencial a producciones industriales, y menos sonrió con él.
Únicamente Campeche y Yucatán fueron abiertamente declarados por EEUU este año, como seguros. La violencia no afecta al turismo, dijo hace días Julieta Goldzweig, secretaria estatal del ramo. Tan no lo afecta, debió ampliar su exposición, porque los paseantes sólo pasan o se pueblean, casi sin pernoctar aquí, y cuando lo hacen, sienten miedo de tener vida nocturna. Los lugareños, nueve de cada 10, sienten temor de salir a la calle. Ella lo sabe, porque sólo los cerveceros fines de semana están llenas las mesas de su restorán, frente a Palacio de Gobierno.
Durante el inicio de los trabajos del encuentro nacional, que se redujo a autocomplacencias y entrega de reconocimientos en papel opalina, presumió Cuauhtémoc a los enlaces de Cancún, Riviera Maya, Los Cabos, Puerto Vallarta-Riviera Nayarit y Ciudad de México de la actividad turística de Morelos, que se reduce a beber alcohol y comer garnachas en Tepoztlán y Cuernavaca. Como para mearse de la risa mientras hablaba.
Esas cinco ciudades son los principales destinos turísticos del país. Están los estados de Baja California, Quintana Roo, Guerrero, Jalisco, Yucatán, Oaxaca, Nayarit, Guanajuato, Puebla, Chiapas, Campeche, Querétaro, Michoacán, en fin, casi todos muy por encima de Morelos, que hasta en promoción turística es último lugar.
El lema cuauhtemista de «Morelos, anfitrión del mundo», es un mal chiste peor contado. Pero las advertencias de peligro del mundo, son reales. No hay promoción de turismo cultural, gastronómico, de negocios, idiomático, de aventura, deportivo, de naturaleza, religioso, histórico, parques temáticos, bueno, ni sexual. A menos que el de Epinefrina, por la escalada de violencia, cuente.
En el Morelos anfitrión del mundo…del hampa, no hay seguridad pública ni gobierno. Los únicos extranjeros registrados en cuartos de hotel son Hernán Cortés, líder de un cártel criminal, Dwight Morrow y Alexander von Humboldt, así como Maximiliano de Habsurgo y Carlota de Sajonia Coburgo que vinieron a hacer turismo sexual, mientras la tepiteña familia Bravo hace turismo de aventura patrimonial.
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OBSTRUCCIÓN DESIGUAL. Si el zar anticrimen de Morelos, Uriel Carmona, fue enviado a una crujía penitenciaría por el delito de obstrucción de la justicia, el encargado de la Fiscalía de la Ciudad de México, Ulises Lara, debe tener el mismo trato, al rescatar y proteger a Javier Corral, ex gobernador de Coahuila supuestamente encontrado culpable de enriquecimiento ilícito y defraudación fiscal.
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CHALCO, REQUETEBIEN. La frase de campaña «Vamos requetebién» de Delfina Gómez, gobernadora del estado de México, quedó sepultada bajo las aguas sucias de Chalco, cuyos habitantes —«Para qué compran aquí», los regañó— cuentan una veintena de días inundados, producto de las fuertes lluvias, fuerte corrupción y fuerte dejadez municipal, estatal y federal.
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DECISIÓN TOMADA. Aun cuando saben que la periodista Margarita Estrada Serrano cumple el perfil profesional para ser coordinadora general de Comunicación Social, hay quien desde la pusilanimidad perpetra estrategias de desgaste en su contra, sin calcular los efectos —y afectos— hacia la gobernadora Margarita González-Saravia, quien no va a dejar el manejo de la imagen de su gobierno —y del presupuesto— en arribistas, desleales, corruptos ni improvisados.
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