Yo Campesino / Amenaza impune
• No son nuevos los amagos del crimen a periodistas ni a medios, hoy son abiertos desafíos
Miguel A. Rocha Valencia
Las amenazas del crimen organizado y común contra medios y periodistas no son nuevas. Como muestra están decenas de asesinatos contra los comunicadores y atentados a instalaciones de periódicos y radiodifusoras, televisoras y empresarios de medios, especialmente en el interior de la República donde los delincuentes se imponen a las autoridades municipales y estatales o simplemente “caminan” en rutas paralelas o son cómplices.
Esto último tampoco es nuevo. Ejemplos hay claros, incluso en la hoy Ciudad de México, Sonora, Chihuahua, Baja California y de manera muy visible, Sinaloa donde acabamos de ver una jornada electoral gobernada por criminales. Es decir, hoy son abiertos y cínicos los desafíos además de impunes.
Como anoté en otro comentario, el término de la amenaza es muy claro y cuando los emisarios le comentan “no se vaya a poner malito” es porque la advertencia se puede convertir en realidad. Son conocidos los asesinatos de periodistas que no se aclararon y se han hecho públicos los escándalos de medios que fueron cooptados para lavar dinero o “manejar línea editorial” por completo como ocurrió en Tamaulipas.
Periodistas que son obligados “por las buenas” a entrevistar a capos del crimen bajo la advertencia “si no va, lo llevo, porque de que me ponga malito yo a que se ponga malito usted, lo encajuelo y lo llevo”.
Algunos más, son advertidos por la misma autoridad, como Luis Mario “N” quien luego de estar en la PGR fue acribillado en una fonda de la colonia guerrero. A Edmundo “N” lo hallaron de rodillas con un disparo en la nuca en Azcapotzalco, hacia finales de los noventas.
El primero denunció en ese tiempo, que los Arellano Félix compraron la dirección de la policía Judicial del DF en 10 millones de dólares. El presunto beneficiario de esa “compra” también fue ejecutado tiempo después.
Quién no recuerda el atentado contra uno de los más importantes periódicos de Sonora; su dueño prefirió regalarlo y quien se quedó con él, a pesar de contar con una de las más poderosas cadenas de rotativos y radiodifusoras, lo cerró.
Sólo son garbanzos; la mayor parte de los casos se desconocen, no se denuncian pues se presume complicidad con autoridades ministeriales o policíacas. Algunos renuncian a su profesión y se retiran al anonimato de alguna chamba discreta; otros cambian de actividad o de ciudad, sin avisar. Pero la amenaza permanece. Con “esas gentes mejor ni meterse”.
Todo esto viene a colación por la amenaza pública contra una periodista de Milenio. La mayor parte de los amagos se hacen en “corto”, repito incluyendo en oficinas de alguna autoridad. Otras simplemente ni avisan, se ejecutan, así quedan, en la impunidad y lo peor es que surgen conjeturas y sospechas: “seguramente estaba metido con los malos”. Negarse a ocultar información o hasta rechazar alguna dádiva del crimen puede ser motivo de ponerse “malito”.
Esas amenazas abiertas o soterrada se dan en un marco de impunidad, hoy más que antes en que era evidente la complicidad de criminales y autoridad. Ante un panorama así ¿Quién se atreve a abordar el tema con toda seriedad?
Peor ¿A quién acudir en busca de protección, apoyo o al menos consejo con la seguridad de que la posible víctima no será puesta en manos de los denunciados?
El tema está harto difícil, más si vemos cómo se porta la “autoridad” con el crimen organizado…