-Victor Roccas.
El tabique que separa la sana autoconfianza de la insana arrogancia es realmente fino. -Haruki Murakami (1949-?) Escritor y traductor japonés.
La educación en México gira en torno a los niños como docencia y también radica en la formación de jóvenes e incluso adultos y adultos mayores mediante el aprendizaje y la preparación, pues el desarrollo del individuo es inherente a la satisfacción personal que una sana vida académica y laboral retribuyen.
Por supuesto no es de mi agrado dar más publicidad a un individuo que debería hacer un ejercicio de introspección y ser valorado con más cuidado por la comunidad académica para re-descubrir que el aprendizaje no es más eficiente cuando se hace mediante autoritarismo y arrogancia, permita el estimado lector hacer un breve recuento de lo que aquí refiero;
En días pasados ha salido a conocimiento público un video conocido como “Yo no soy la señorita del Vip´s” en el cual una “Doctora” que da clases virtuales supuestamente en la Universidad Autónoma del Estado De México hace gala de profundas carencias pedagógicas y complejos de personalidad monumentales, esta supuesta educadora que ha evidenciado total falta no solo de conocimientos básicos para la enseñanza sino además de la necesaria empatía y consciencia para orientar, amén de una altanería tan grande como una catedral, impedimento inequívoco para lograr que sus estudiantes sean receptivos a cualquier enseñanza que debe traducirse en aprendizaje.
Justamente está pseudo maestra (del término latín “magister”; aquel que gracias a su experiencia en una actividad cualquiera dirige y ordena a otros.) parece en principio desconocer cual es su cometido así como su responsabilidad y obligación como mentor y guía.
Debo aceptar desconozco cuál es la materia que imparte a los infortunados alumnos empero ya de antemano es evidente que intenta imponer un dominio matriarcal y abusivo sobre ellos enarbolando estúlticamente la cacareada bandera del feminismo como trastorno y no como reivindicación, lo cual es ya bastante cuestionable pues el aprendizaje no debe ser cuestión de genero sino de razonamiento, curiosidad y sano escepticismo.
Lamentablemente en las universidades se ha vuelto una regla no escrita que los maestros o profesores pretendan con arrogancia intercambiar su falta de oficio como mentores, en el nivel universitario el ejercicio adecuado para lograr transmitir conocimientos es el aprendizaje del alumno haciendo uso por ejemplo de una herramienta conocida como mayéutica (hacer parir la verdad) que implica propiciar la reflexión del interlocutor que por cuenta propia le haga llegar al descubrimiento y que es parte de la dialéctica y el método socrático.
La gran mayoría de maestros universitarios actúan como maestros de nivel básico educando y adoctrinando, imponiendo conocimientos al igual que un loro se enseña a vocalizar, un perro a sentarse o un niño a recitar el padre nuestro, no hay reflexión propia, solo una batuta y ordenes a seguir bajo amenaza o sentencia.
En este México en donde la educación está pasando por sus peores momentos no es de sorprender ni culpar totalmente a esta clase de maestros sin la más mínima capacidad para responsabilizarse por el aprendizaje de sus discípulos (del latín discipulus y dicere; aprender, es decir el que aprende o permite se le enseñe).
Quienes hemos pasado por la experiencia educativa universitaria conocemos de sobra la cantidad de acomplejados y frustrados que al no poder o lograr destacar en sus respectivas profesiones o incluso oficios se resguardan como animales heridos en la enseñanza donde se convierten en monstruos egotistas con sed de miserable venganza, y solo logran transmitir sus más profundas frustraciones sin sentido ni explicación más que la prepotencia de su posición como pequeños dictadores.
Ningún beneficio puede acarrear a las generaciones de aspirantes a una vida profesional enfrentar a semejantes sujetos que además se cubren de una supuesta armadura de dignidad doctrinal y proverbial amparada por otros tan estúpidos, tan pendejos como ellos para avalar la mediocridad de su labor y que justifican creando individuos sumisos, sometidos y mansos que aceptarán la dominación de cualquier imbécil que al igual que sus maestros les sometan fomentando la precariedad y explotación laboral por no hablar de la deserción académica o la fuga de cerebros.
Decenas, centenas, miles de supuestos “maestros” ignorantes, incapaces literalmente pudriendo generaciones de jóvenes, no solo por carecer de una carrera como normalistas (las Escuelas Normales son centros educativos dedicados específica y exclusivamente a la formación de profesores llamados normalistas) sino además por ser omisos de total ética profesional y cualquier conocimiento básico de lo que implica aprender pues es más fácil enseñar, adoctrinar, que despertar el ánimo de aprender y desarrollar el intelecto mediante el conocimiento.
Todo lo anterior debería ser parte de consideración por todo ciudadano que de una u otra forma ha sido es y será condicionado por la actividad académica de las universidades, sobre todo por la deplorable actividad académica que en México nos ha retraído a una sociedad con tanta ignorancia como inconsciencia y por lo mismo a existencias pletóricas de frustración y carencias.
Así pues las universidades, entre otras muchas funciones, dispensan los grados académicos a juicio de una comunidad académica universitaria, ¿Qué entonces se puede esperar de tal comunidad si entre sus miembros formadores existen personajes tan deplorables como está infame mentora? ¿Hasta cuándo la sociedad y la comunidad universitaria re-direccionarán sus objetivos hacia la inducción del aprendizaje en vez de la enseñanza, la doctrina, el dogma a través de la altanería, la arrogancia, la frivolidad, la vanidad, la fama, el autoritarismo y la propaganda personales?
Individuos como esta supuesta “Doctora” no deberían ni se les debería permitir transmitir ni conocimientos ni sus complejos a personas que intentan aprender y que confían en una comunidad académica responsable y obligada a dispensar un ambiente de aprendizaje.
Este es otro síntoma más de la descomposición social que nos hemos permitido al dejar que el mérito juzgado y medido por conglomerados de pendejos elijan a otros más pendejos que controlen algo tan trascendental como la academia y la universidad.
-V. Roccas.