José Luis Parra
Lo dice Guillermo Valdés Castellanos, no un improvisado con canal de YouTube ni un opinólogo con TikTok: fue director del CISEN. Y su diagnóstico es directo, brutal y casi apocalíptico. No sabemos qué hará Estados Unidos, pero tampoco sabemos qué haremos nosotros si se les ocurre hacernos “el favor” de invadirnos. Y peor aún: no estamos preparados.
Mientras tanto, la doctora Claudia Sheinbaum transita por la “zona gris”. Es decir, la zona donde uno no es ni carne ni pescado. Se deja querer por el poder de siempre, el heredado, pero se incomoda si le piden definiciones.
Eso sí, según Valdés, hay algo que el gobierno sabe hacer muy bien: propagar la impunidad.
Y aquí aparece el elefante en la sala con sombrero de general: el Ejército. López Obrador les dio tanto poder que ahora ni siquiera Harfuch puede maniobrar si no le dan permiso los altos mandos. Las instituciones se doblegan, los estados se someten y los gobernadores cómplices siguen en funciones, como si nada. Sinaloa, Tamaulipas, Veracruz: estados intervenidos de facto por el crimen, donde los gobernadores se saludan con los jefes del narco como si fueran viejos camaradas. Y quizá lo son.
La máxima de Valdés es para enmarcar: “Un gobierno que miente no tiene ninguna credibilidad”. Suena duro, pero en este país ya hasta nos acostumbramos a que nos mientan con sonrisas, giras por el país y frases de TikTok.
La presidenta, por lo pronto, prefiere voltear hacia otro lado. No quiere ver ni oír lo que se dice del exgobernador de Tabasco, Adán Augusto, ni de su secretario de Seguridad estatal con presuntos nexos con “La Barredora”. Total, con no hablar del tema, creen que se borra.
Ya no estamos en un Estado fallido. Eso era antes. Hoy transitamos hacia algo más delicado: un Estado entregado. Porque cuando las instituciones dejan de combatir al crimen y comienzan a pactar con él, no estamos hablando de fallas: estamos hablando de claudicación.
Y si la reforma judicial —ese Frankenstein con toga— se concreta, lo que tendremos será una democracia colapsada desde dentro. Una democracia en pantuflas, obediente, dócil. O peor: una democracia al servicio del crimen organizado.
La famosa “ley espía” no es una anécdota. Es un aviso. La persecución, el control, la vigilancia ya no serán prácticas irregulares, sino políticas públicas. No importa que la llamen “Ley de comunicaciones”, su verdadero nombre es “Ley del miedo”. Porque eso busca: disuadir, controlar, silenciar.
Y como cereza del pastel, Sheinbaum, con todo y doctorado, parece no entender la gravedad de tener gobernadores acusados de nexos con el narco. O lo entiende muy bien, pero no le conviene romper con ellos.
Valdés no descarta el uso de drones armados en la frontera norte ni una eventual incursión militar de Estados Unidos en suelo mexicano. No, no es un guion de Hollywood. Es una advertencia de alguien que ha visto los mapas reales, los cables de inteligencia, las rutas del trasiego, los reportes que no salen en la mañanera.
¿Exagerado? Quizá. ¿Realista? Tal vez demasiado.
Pero lo más grave es que no tenemos plan. Ni defensa. Ni voluntad. Solo discursos. Y claro, promesas de paz mientras se normaliza la guerra en las calles.