Luis Farías Mackey
En la sociedad de los poetas muertos, el maestro pide a sus alumnos subirse al pupitre para tener otra visión de la clase. En ese mismo plano, Nietzsche preguntaba: “hasta qué punto se extiende el carácter perspectivista de la existencia (…) el intelecto humano no puede evitar verse a sí mismo bajo sus formas perspectivas y sólo en ellas”, siempre vemos al mundo y nos vemos en él, desde un ángulo; si cambias éste cambia tu visión.
Hoy nuestra visión está secuestrada en el Salón Tesorería y por la narrativa y agenda presidencial. Necesitamos subirnos sobre la mesa para ver las cosas de diversa manera.
Nuevamente Nietzsche: “Quien enseñe a volar a los hombres habrá movido los mojones de todas las fronteras (…) hará que todos los mojones salten por los aíres”.
Aquí ya no se trata de mojones sino de barrotes y cerraduras.
De mi artículo Benévolos recibí —y agradezco— varios comentarios. Algunos de ellos insistiendo en pelearse con López Obrador. Respeto y entiendo sus puntos de vista, pero debo insistir: a López Obrador nadie lo va a cambiar, salvo —quizás— un tratamiento clínico. Pero ese no debe ser nuestro propósito.
A quienes debemos de cambiar es a nosotros mismos. Nosotros sí podemos cambiar. Parafraseando a Kennedy, no preguntes cómo cambiar a López, pregunta cómo cambiar tú.
Necesitamos, pues cambiar nuestra perspectiva y hacer volar por los aíres todas las mojoneras con que ha delimitado nuestros espacios.
Ya no se trata de qué va a hacer o no López Obrador, sino qué nosotros con relación a él.
Y no sólo es cambiar la perspectiva, sino el interlocutor. Debemos de hablar entre nosotros, encontrar aquello en lo que sí estamos de acuerdo, para entonces definir un curso de acción y, luego, caminar juntos, nosotros, con nuestra propia visión, en pos de nuestro propio derrotero y en compañía de un nosotros abierto a la suma y enriquecimiento, con generosidad y respeto.
Sin respeto es poco lo que podremos hacer. Si López Obrador no nos respeta, no importa, nosotros respetémoslo, lo cual no quiere decir que le sigamos, apoyemos o depongamos nuestras banderas.
Dejemos de hablar de él y preocuparnos por él. Preocupémonos por nosotros mismos: qué hacer, cómo organizarnos, con qué prioridades. Cómo adelantarnos a su debacle, cómo reconstruir lo que haya de volver a levantar, qué conservar, qué mejorar, qué crear.
Ser benevolente es una actitud, actitud que debe de ir encaminada por un propósito y ése sólo puede ser nuestro.
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