El ejercicio en el que decidí enfrascarme duró casi cinco semanas. Debo de confesar que este fue consecuencia de un acto inmoral y criminal, pero que al final se consolidó por las circunstancias.
El viernes 30 de noviembre sin más, fue modificada mi rutina habitual de vida y de trabajo y mis prioridades sin desearlo cambiaron como en un giro abrupto. Decidí entonces iniciar un ejercicio de percepción noticiosa.
No consumiría más de lo que los medios de comunicación presentan como la información relevante.
Dos nombres ocuparon por varios días el espacio común mediático: Jenny Rivera y Elba Esther Gordillo fueron las mujeres del momento, y en resumidas cuentas la primera resultaba ser una verdadera heroína frente a la otra que se presentó de forma insistente como la mala de la educación en México.
De Jenny conocía poco, pero en pocos días supe de ella mucho más de lo que debería haber conocido, respecto a su vida familiar e íntima. De Elba Esther, no supe más de lo que por sexenios se ha especulado en torno ha que controla la educación en México y a los maestros del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), sin más pruebas que el propio dicho.
Confieso que en al menos una decena de ocasiones, la “deformación” de la profesión me llevaba a escuchar o a leer de más de lo que me había propuesto en materia de información pero logré cumplir el cometido. Aunque una pesadilla que tuve más que vìvida me persiguió por días como si con esta tratara de suplir el análisis del conflicto político: El avión de Barack Obama se había desplomado tras un fallido despegue y por consecuencia todos sus ocupantes habían fallecido al encontrárseles desmembrados ¿?
Viviendo así, desligando mi consciente existencial de la aldea exterior, parecía que mis problemas se reducían a mi complejo familiar y que fuera de este, las cosas se sucedían por un orden natural, sin que en ese necesariamente interviniera más que el destino. No existían los hombres del poder, ni el capital, ni los intereses. Más bien había malos y buenos y sobre todo redimidos tras la muerte. Como si no hubieran sido humanos, sino santos.
Pero el ejercicio llegó a su fin y entonces me interné en el abismo de la información que está más allá del orden natural como los sismos y me reencontré con los poderosos, los que mueven los hilos y los que incluso hacen de sus tareas más que una empresa; Un modo de vida.
Sea como sea, obtengo una conclusión sobre la nueva política de comunicación de la reciente administración federal priista. El bajo perfil del presidente Enrique Peña Nieto, lleva a que el colectivo no lo perciba como el gran ejecutor para bien o para mal. Y como los males son los más, él sale ganando.
Agradezco a mis pacientes editores y a los amables lectores el que me permitan reencontrarme con ustedes en este inicio del 2013. Espero cursemos juntos este nuevo año y que el Sol siga brillando. No pido más.