Algo es verdadero cuando es fiable, y es fiel cuando cumple lo que ofrece. La verdad es una coincidencia con nosotros mismos, cuando refleja nuestra historia y nos enfrenta al espejo. Este país fue construido sobre las bases del nacionalismo y fue destruido cuando los mandarines locales se entregaron en los brazos de la dominación extranjera.
La labor de zapa para acabar con las bases del país ha sido la puerta falsa para querer remediar los males con más males. Cuando México abandonó el nacionalismo, naufragaron sus mayores expectativas y la razón de ser de su historia, diseñada contra bribones y especuladores que abusaron de la confianza de todos.
México requiere urgentemente retomar el camino perdido durante los últimos setenta años. Exige un programa gubernamental que disminuya efectivamente los índices de subempleo, desempleo, pobreza, miseria y desigualdad material y logre un reparto equitativo de la riqueza pública.
Estamos necesitados de atender, sin hostilidades ni exclusivismos, el aprovechamiento integral de nuestros recursos humanos, naturales, financieros y tecnológicos enfocándolos a la defensa de la independencia política y a la preservación de la soberanía. Acabar con los mitos de los chacales.
Subsanar los defectos del paternalismo, desalentador de la participación comunitaria
El nuevo nacionalismo mexicano debe encontrar en los estrechos espacios de la coyuntura actual un tipo de organización política que responda a la nueva realidad social; que subsane los defectos del rebasado paternalismo, desalentador de la cultura nacional de la participación comunitaria; que acabe con los excesos del fracasado neoliberalismo que nos ha dejado en los huesitos.
Que contribuya al desarrollo social, impulse el proceso democrático y garantice el bienestar y la paz colectiva, que deseche la complicidad con el narcotráfico, que instale el cumplimiento absoluto de la ley, empezando por los primeros que deben cumplirla: los mandarines de papel cuché.
Que no se pierda entre el canto de las sirenas de los circuitos financieros y especulativos, para terminar como siempre en ser cabús de políticas de locomotora y como patios traseros de potencias. Que no sea desplazado por su propia medianía e irresponsabilidad. Cuidar que los saltos espectaculares triunfen sobre el equilibrio y atenten contra el respeto que nos debemos como pueblo.
Éramos orgullosos del pasado, seguros de nuestro destino, defensores de las tradiciones
Los mexicanos hemos sido sometidos en siete décadas a un tratamiento intolerable de extrema injusticia y sumisión para pagar caprichos de administraciones desentendidas de su mandato. Tenemos necesidad de creer en el futuro.
Las más gruesas franjas de la población han quedado extenuadas, aturdidas, confundidas y han perdido casi todos los rasgos proverbiales de identidad que definían al conjunto del país como una comunidad diferente de otras en todas latitudes.
Éramos orgullosos del pasado, seguros de nuestro destino, defensores de las arraigadas tradiciones seculares, emblemas, símbolos cívicos. Teníamos un rostro común que revelaba el sentido de dignidad, autoestima y seguridad de los significados entrañables de nuestra independencia y de la autonomía.
Gobierno, principal aliado y lacayo de los intereses financieros externos
El aparato público no sólo desmanteló al Estado, también borró al campo y a las actividades primarias. Produjo en pocos años cientos de miles y millones de mexicanos errantes y extraños en su propia tierra, sin patrimonio, seguridad, salud, vivienda ni esperanzas.
Los mandarines locales creyeron que con echar a andar una maquinaria de totalitarismo político podían arrasar con el adversario hasta reducirlo a su mínima expresión. En función de engrandecer sus cambalaches crearon instituciones yuxtapuestas entorpeciendo la solución de las necesidades apremiantes.
Por soberbia política no tuvieron la suficiente sensibilidad para entender que en el país estaban naciendo los rostros que exigían que el Estado se adecuara a la Nación. Creyeron que la simple modernización horizontal significaba cumplir con el mandato constitucional. Abandonaron a los pobres, causaron la extrema miseria.
Hicieron al gobierno el principal aliado y lacayo de los intereses financieros del exterior. Impusieron la vergüenza, descalificaron a la educación como la palanca fundamental del desarrollo. Sometieron la economía de los mexicanos al cuidado de los indicadores extranjeros. Hicieron del entreguismo una bandera.
Fuimos inspiración de comunidades monoexportadoras dominadas por élites
El nacionalismo mexicano no es una ocurrencia pasajera. Tiene mayor vinculación histórica con las luchas que libraron para independizarse los fundadores de las naciones más avanzadas de Occidente, así como con las sostenidas por los fundadores de los estados-nación y del que anima la integración de las comunidades económicas continentales europeas, latinoamericanas, asiáticas y africanas.
El nuevo nacionalismo es radicalmente distinto del que ha sido exaltado a lo largo del siglo XX por minorías raciales y étnicas con pruritos de superioridad antropomórfica y también opuesto al nacionalsocialismo decadente y fascista que desembocó en todos los excesos.
Es más cercano al que sustentaron, de alguna manera inspirados en el mexicano, las luchas de liberación de las comunidades monoexportadoras dominadas por élites que adoraban cultos sincréticos o que habían sido educadas para prolongar la agonía de las antiguas colonias africanas en los centros de cultura británicos, franceses, alemanes y belgas.
López Obrador y su equipo deben cumplir estrictamente el mandato recibido
El nacionalismo debe asentarse sobre un pilar ideológico fundamental: tiene como condición primaria la puntual observancia de las líneas constitucionales. Hacer prevalecer el vigor de los derechos de las clases marginadas frente al egoísmo de los poderosos.
Cumplir estrictamente el mandato recibido. A pesar de quienes se oponen a perder sus privilegios mal habidos. Superar el esquema del abusivo uso de la propiedad de los recursos públicos sin sentido social, acabar con la súper explotación de la fuerza de trabajo sin remuneraciones y prestaciones laborales justas.
Reconstruir el país y sus instituciones. Y nunca más faltarnos el respeto como pueblo.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: La leal lectora Bibi Villavicencio comparte una anécdota, a propósito de los Chicago Boys de quienes comentamos ayer aquí: “Cierta ocasión acompañé a los jefes a una cita en el Department of Agiculture (USDA), tramitada a través de la embajada de Estados Unidos en México. Salió ahí un conejete, asesor del secretario a atender. Lo que le puedo decir de él: no conocía ni lo que es una maceta, menos temas agrícolas. Pasó. Al día siguiente, comentando la experiencia, el mero jefe le dijo al agregado comercial que ahora que estaban despidiendo tanto empleado del USDA, sería bueno mandarles algunos a México. Obvio, yo brinqué de inmediato: Please, no!, we’ve had enough with the harvards and the likes (Por favor, ¡no!, ya hemos tenido suficiente con los harvardianos y similares.) Me voltearon a ver y se rieron. Eso me o hizo recordar su artículo Lo que hay qué hacer… ¡siempre ha estado en la Constitución! Gracias por compartir, Bibi. + + + Sobre el mismo tema escriben Farmacia Bajacalifornia: “A trabajar con ahincó y basarse en la constitucion del 17” y Miguel Angel Torres Solis: “Ya estuvo suave… es hora de defender la Constitución Política del 17!!” + + + En mensaje por WhatsApp Jorge de León Palma manifiesta: ” Exactamente, en la Carta Magna está el país que queremos y debemos ser. ¿Para qué inventar el hilo negro y perder el tiempo que es lo más valioso de la vida en cambiar sedes sin sentido cuando hay mucho bueno probado, y quitar lo que no sirve, tan sencillo como eso, ¿no crees?”
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