La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
Cuando exigió que la respetaran, doña Justicia fue víctima de desaparición forzada
En México, cumplir la ley se ha convertido en una excepción (nos referimos a los ‘buenos ciudadanos’), hablemos del nivel económico, político o social, que hablemos.
Por trágico que parezca, para el desempeño de lo cotidiano, es más funcional ignorar los estamentos (pasárselos por el ‘arco del triunfo’, solemos decir), que acatarlos, más grave aún, es que no existe autoridad alguna que obligue a respetar las normas.
Basta hacer una breve revisión de la prensa o caminar por alguna calle, para confirmarlo.
Por el lado de los que ‘protestan guardar y hacer guardar las leyes’, hay evidencia a montones, de que son los principales infractores de las mismas (peores que el crimen organizado, porque con ellos ya sabemos a qué atenernos), por lo que, la impunidad en el mundo de los servidores públicos, es lo que más lástima a las instituciones.
En lo que toca al grueso de los ciudadanos, lo mismo circulamos en motocicleta en banquetas y plazas que jodemos al vecindario y, además, resolvemos cualquier trámite burocrático o falta administraba, con una dádiva, somos reacios a observar los reglamentos.
Los partidos políticos (pregúntenle a los del Verde), calculan cuánto cuesta pagar una infracción y si las prebendas que van a conseguir son mayores, no tienen el menor recato en ‘aventarse el tiro’, total, el voto sale caro, pero bien manejado, acaba redituando.
Los empresarios no se quedan atrás, suelen tener excelente asesoría en derecho y contabilidad, para darse una ayudadita a aumentar las ganancias: construyen en lugar prohibido, evaden impuestos, dañan el medio ambiente, socavan las leyes laborales y más, sin embargo, no hay asunto que no se resuelva por medio de chicanas y jueces ‘accesibles’.
Podríamos citar decenas de ejemplos, quizá daría para un diccionario enciclopédico, el caso es que la máxima del ‘que no tranza no avanza’, pasó de ser un simpático retruécano a una lastimosa realidad que se reproduce bidireccionalmente, de arriba para abajo y viceversa.
Para colmo, llega la 4T y no hay tos: a cada balazo, corresponde un abrazo.