Un jovencito que vende empanadas en una playa de Acapulco es publicitado en las redes sociales por su maravilloso modo de vender su producto, inmediatamente uno de los hombres de negocios más influyentes de México lanza una búsqueda para captar al adolescente, “ayudar” a su formación académica y así reclutarlo entre sus filas de mercadólogos, publicistas, vendedores y demás fauna empresarial, el sueño de toda familia mexicana ¡un trabajo remunerado en una empresa de telecomunicaciones al servicio de uno de los hombres más ricos del orbe!
En conmemoración del día de muertos otro jovencito es entrevistado en el panteón municipal de Coatzacoalcos donde limpia y lava sepulturas por $40 y $50 pesos si el sepulcro requiere mayor esfuerzo, la espera de un año para ganar este dinero merece la pena, argumenta el quinceañero quien espera ayudar un poco a la economía familiar, porque al igual que el vendedor de empanadas ambos estudian y esperan de la vida algo más que vender empanadas y limpiar sepulcros.
En este territorio disfrazado de nación llamado México la niñez ha sido dañada profundamente pero además quienes están a cargo de su formación, padres, maestros, gobierno y la, ahora tan encumbrada y cacareada, iniciativa privada parecen conformes con ello.
¿Es posible entender como un país sin autosuficiencia en ningún rubro pueda ofrecer la satisfacción de millones de jóvenes que sueñan con hacer lo que les gusta, es decir ejercer su vocación a plenitud?
Un tipo, de las pocas decenas que viven en la absoluta abundancia terrena de esta sociedad hedonista actuando como miserable “enganchador” empresarial ve una presa, apunta y dispara cual cazador de trofeos en un safari.
El seguimiento de talentos es una vil cacería, pero además se requiere ya no sólo talento sino mayores grados de superioridad intelectual, individuos geniales, prodigios o superdotados. En México hay mucho talento, así es, pero ese talento necesita cobijo, cuidado, sustento y maduración, es más redituable explotar genialidades, menos frecuentes pero de resultados inmediatos y por mucho menos inversión.
Porque en eso se ha convertido la mal llamada orientación vocacional, en una mera parafernalia que sirve para absolutamente nada, ¿o en verdad alguien cree que cualquier talento puede ser ejercido eventualmente en el mercado laboral mexicano? aun cuando hablar de “mercado laboral mexicano” es ya en sí absurdo.
Cada año miles y miles de nuevos profesionistas salen a buscar empleo para encontrarse con lo comúnmente anticipado, largos periodos de desempleo, condiciones ínfimas laborales, explotación y denigración pero sobre todo una desmotivación crónica, aunada a una cadena interminable de supuesta preparación académica extra no por que sea necesaria mayor capacitación sino en espera de la oportunidad laboral ya no soñada sino disponible que a cuenta gotas provee el estado.
¿Cuántos jóvenes en su natural idealismo creyeron en su vocación, estudiaron, se prepararon y dieron cuenta de que la vocación no lo es todo cuando la realidad de un país miserable y corrupto les abofeteo la iniciativa?..
Tenemos un país pletórico de vendedores y “potenciales compradores a crédito”, todos quieren vender algo, hacer publicidad, empaparse de las “artes” de expertos mercadólogos para lograr vender lo que sea, productos, ideas, servicios, experiencias, vivencias, doctrinas, seguridad, protección, ayuda, sexo, inocencia, todo, todo lo que se pueda vender o rentar, esa es la realidad nacional.
Por tanto no es de extrañar que cualquier otro concepto como sustentabilidad, cultura, educación, autosuficiencia y bienestar social sean ideales caducos incluso obstáculos en los que participamos a diario, un gran mercado de servicios, dado que los productos actuales deben cumplir además con la premisa de generar, a su vez, venta de servicios condicionantes ya sea por funcionamiento, por cobertura, por actualización, por funcionamiento, por desperfecto, por ampliación, pero irremediablemente productos que serán sujetos a la ya conocida obsolescencia programada. La generación de los 30s, 40s y 50s sabrán a que me refiero cuando hablo de productos de verdadera calidad.
Y es que ni por asomo tenemos los mecanismos para llevar la vocación tecnológica de millones de jóvenes al desarrollo de productos que en verdad sean útiles, duraderos y eficientes, ya no hablemos de industria, agricultura, educación, etc.
Los talentos en México no tienen mayor salida en la “afamada” orientación vocacional pues terminarán trabajando tristemente en esta maldita máquina mercadológica llamada México para beneficio de los Slim, Baílleres, Salinas, Servitje, Arango, para toda la pléyade de políticos corruptos dueños de empresas y concesiones, para empresas extranjeras y para turistas extranjeros que vienen a rentar por un rato nuestra cultura y costumbres como souvenirs.
Sólo los prodigios y genialidades tendrán oportunidad al desarrollar su vocación, la gran mayoría migrando a otros países elevando el índice de fuga de cerebros.
Pero ahora resultando que hasta los vendedores poliglotas ambulantes de empanadas están en la mira de uno de los bastardos privilegiados del neoliberalismo para su futura explotación.
La grima son los millones de jóvenes que descubrirán que sus talentos en muchos casos no tendrán más futuro que una afición, pasatiempo o “hobby” pues de nada servirán tales capacidades en un mercado laboral de comercio en servicios.
México necesita vendedores, muchos vendedores, más vendedores y luego cobradores, muchos cobradores, más cobradores.
Hemos avanzado durante años de supuesto “desarrollo” para llegar a ser literalmente los mismos chiquillos malnutridos que menean el
ombligo en alguna carnavalesca playa mexicana a cambio de unas monedas alegremente dispensadas por turistas ricachones riéndose de nuestra ignorancia e inocencia.
Porque en México la obliteración vocacional funciona al 100 por ciento.
-Victor Roccas.