Claudia Rodríguez
A sólo 55 días de la elección federal, al Partido Revolucionario Institucional (PRI) y a sus dos partidos rémoras en el ámbito federal –el verde y el aliancista con quienes conforma la coalición Todos por México–, reunieron a secretarios de Estado, gobernantes, legisladores y líderes de partido en la sede priista este domingo, con la idea de relanzar la campaña de su candidato presidencial, José Antonio Meade.
El Revolucionario Institucional reconoce de manera tácita y frente a todos los mexicanos, que sí están en grandes problemas al ubicarse entre la preferencia del electorado, en un muy lejano tercer lugar.
De igual forma, con el arribo de René Juárez Cisneros a la dirigencia del partido en el poder, y la remoción de ese encargo de Enrique Ochoa Reza, se registra una estrategia fallida en el tiempo que lleva la contienda electoral, misma que hasta ahora ha sido sólo de enfrentamiento sobre todo con el puntero de encuestas y sondeos.
Es cierto que tanto Cisneros como Meade, han reconocido públicamente que el método ataque y denostación empleado por Ochoa Reza, no fue efectivo, y que tienen menos de siete semanas para tomar las calles, tocar puertas –y seguro entregar o promete dinero por voto.
Sin embargo, el exdirigente priista, el señor Ochoa Reza, quien parecía cobrar vida como el mismo candidato presidencial en cada presentación, cada debate, cada entrevista formal o banquetera, se convirtió en un lastre negativo para Meade por su elemental y burda forma de argumentar, incluso al grado de ser soez, prepotente y majadero. Casi imposible sacarnos de la cabeza sus referencias de “López”, de los prietos y su hablar fluido pero grotesco.
Pero si a Ochoa lo borraron de la campaña de Meade, con el argumento de relanzar la misma, también tendrían que irse por el mismo camino: Aurelio Nuño y Javier Lozano.
Aunque el mayor peligro para la candidatura de Meade, siempre ha sido el que lo designó junto con Luis Videgaray, que ahora despacha en la cancillería pero que sigue moviendo los hilos que el presidente Enrique Peña Nieto se negó a tomar por comodidad o ineptitud, o ambas mezcladas. De hecho casi se puede asegurar que quien eligió a Meade no fue solamente Peña, pero al final se equivocó al dejar que le impusieran a un no militante de partido para posicionarlo en la sucesión casi con calzador.
El PRI arribó a la contienda electoral de este 2018, casi vencido y con muy pocas posibilidades de retener la silla presidencial. Es por eso que su estrategia fue la de la intimidación, la burla, la denostación, la gritería y la fanfarronería.
Meade tampoco es un candidato carismático y natural; al grado que lo pusieron a dieta, le pidieron que no sonriera porque lo pequeño de sus dientes no retrata bien, también que tratara de no arrastrar la “r” porque su dicción es confusa… Total que tampoco Meade se ve cómodo en su papel, con todo y que ahora señale que se la “jugarán hasta la muerte”. Espero sólo una metáfora y no lo que algunos más sugieren.
Acta Divina… José Antonio Meade, en du discurso en la explanada del CEN del PRI, del domingo 6 de mayo del presente; pidió a los presentes: “salgamos de aquí listos para dar una batalla y ganar esta elección” y confió en que “en estos 56 días (que quedan de campaña) vamos a demostrar de qué está hecho el PRI”.
Para advertir… Si van a demostrar de qué está hecho el PRI, ya perdieron con toda seguridad.
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