Todo niño mexicano, debería vivir el simbolismo de esos 3 regalos, como los ofrecidos a aquel recién nacido.
Redacción NoticiasMX.- La interpretación del Evangelio cristiano o “Nuevo Testamento”, como se da en llamar también en el lenguaje de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana al apartado que habla sobre Jesús de Nazareth, borda sobre el sublime plano del simbolismo, variante de la comunicación escrita y hablada, que dio a las generaciones que nos antecedieron, formas de psicología cognitiva o de inteligencia codificada, para asimilar con eficacia, principios de convivencia y de inteligencia emocional, imprescindibles para la vida en comunidad.
En forma de tradiciones culturales o religiosas, transmitidas de generación en generación, el festejo del Día de Reyes en México, por ejemplo, se fue decantando hasta llegar a esta fecha en que sintetiza para las nuevas generaciones, el momento del año en que se hacen compras de obsequios a los niños, como finiquito de ese “listado de obligaciones creadas” a partir de la gratificación salarial, que todo padre de familia o trabajador en general, supuestamente recibe a fines del año.
Y se hace énfasis líneas atrás “en México”, porque ya ni en España -país donde surge el festejo y se transmite a México por la acción de los frailes evangelizadores- se celebra con tanto denuedo ni con ese enfoque, de consumo obligatorio y desaforado.
Y es que esa tierna leyenda alegórica, en que un niño deposita la confianza en 3 seres extraños y míticos, de que todas sus aspiraciones de consumo y acumulación, así sean juguetes, serán resueltas esa noche del 5 de enero, por el solo hecho de ser niño, no deja de ser un bello motivo, per se.
No obstante, hay un proceso formativo -o deformativo- que se desencadena de manera simultánea e inadvertida, quizá.
Hay que decirlo de una vez: el control y el poder simbólico desprendido de ese acto en la criatura, sobre sus propios padres.
Control sobre los límites que todo niño debe tener en una crianza equilibrada y funcional a la realidad. Si los “Reyes Magos” no acatan con precisión los designios del deseo maquinado desde el subconciente infantil y materializado con la ayuda de la industria del juguete y la parafernalia del consumo, se engendra la frustración del futuro ciudadano.
Y poder, por cuanto se le da a una criatura el poder de decidir y hasta de extorsionar la voluntad de los padres, cayendo en la absurda hipótesis de algunas escuelas del pensamiento psicológico conductista moderno, en que se le asigna al niño la supuesta capacidad de “decidir por sí solo, todo sobre su propia existencia”, cuando es casi universalmente aceptado, que un niño carece de criterio y capacidad suficiente para desplegar pensamientos cien pociento racionales; hay dominio de la emoción en muchos de sus pensamientos.
Dentro del propio simbolismo, tal y como lo plantea la religión a través del relato de los tres magos venidos de oriente (de un oriente, de un punto geográfico, no precisamente del Oriente del mundo), todo niño debería recibir 3 regalos, que le resulten útiles y cognitivamnete funcionales para la vida misma.
Veamos porqué.
¿Por qué los Reyes Magos ofrecieron al niño Jesús ‘oro, incienso y mirra’?
Aquellos “3 Reyes Magos de Oriente”, Melchor (supuestamente centro-europeo, un hombre anciano de pelo y barbas blancas), Gaspar (el más joven de los tres, de pelo rubio y proveniente al parecer de eurasia o quizá de la región balcánica) y Baltasar (de mediana edad, de origen africano y piel negra).
Según el Evangelio de Mateo (2:11), los presentes que ofrecieron, los nombrados como ‘sabios’, al llegar frente al Mesías Jesús, fueron tres cofres que contenían ‘oro, incienso y mirra’.
Es habitual creer que el orden de los regalos sea el mismo que con el que nombramos normalmente a Reyes Magos (Melchor, Gaspar y Baltasar), pues muchas son las personas que creen que fue Melchor quien entregó el oro, pero en realidad (o así se indica en algunos escritos) fue Baltasar quien lo agasajó con el metal precioso.
El porqué de cada regalo también tiene su explicación:
Baltasar entregó el preciado oro a Jesús ya que éste era considerado el ‘Rey de Reyes’ y ese presente era el que estaba destinado para los monarcas y altos dignatarios.
Gaspar obsequió al Mesías con incienso, pues se trataba del hijo de Dios y a las divinidades se les rendía culto en los altares quemando incienso.
Melchor ofreció la mirra por que Jesús era hombre y como tal moriría joven, siendo necesaria esa resina para que su madre (María) pudiese ungir el cuerpo sin vida cuando llegase el momento del deceso.
Los 3 bienes obsequiados, constituyeron la ruta semiológica de la vida de ese ser tan justamente venerado.
En muchas agrupaciones filosóficas iniciáticas, a todo aprendiz se le enseña mediante una representación alegórica también, que la sabiduría se sintetiza en el conocimiento de la diversidad de la vida; de los momentos que la componen; de la importancia del todo absolutamente; de lo que se considera el bien… y el mal.
Tras un agotador ejercicio, se le da a beber 3 líquidos con el rostro vendado: uno insaboro como el agua pura; otro dulce y reconfortante y un tercero amargo y desagradable como el que más.
Del segundo líquido, el dulce y agradable, se le da a beber al iniciado un trago muy corto, para que entienda que la vida tiene momentos muy gratificantes, pero necesariamente cortos. Del tercer líquido, el amargo y desagradable, se le da a tomar un trago un poco más largo, para que reconozca que la vida tiene -casi siempre- más momentos arduos y adversos, a los que hay que saberse acostumbrar para ser feliz.
Y del primer líquido, se le da un trago regular, para que valore la importancia del líquido neutro y universal, imprescindible para la vida, el cual siempre será constante, equilibrado, sin sabores estridentes, como todo lo que es realmente de valor vital; para que aprenda el aprendiz a reconocerlo y a darle su valor.
Así todo niño mexicano, debería vivir el simbolismo de esos 3 regalos, como los ofrecidos a aquel recién nacido, cuya grandeza está medida por el infinito amor a la humanidad que mostró a lo largo de su testimonio de vida, por su lección de perdón, de tolerancia, de fé, de obediencia y veneración a los padres (o al Padre, como quiera vérsele). Una vida sublime, tan así que siendo Jesús, el más grande, nació en el aposento más humilde.
3 regalos que le enseñen a todo niño, los tres grandes extremos de la sensación vital: lo amargo, lo dulce y lo equilibrado de la vida.
hch