FRANCISCO RODRÍGUEZ
Unos días después de que sucediera la “desaparición” de 43 alumnos de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, en las cercanías de Iguala, perpetrada por fuerzas oficiales –estatales, municipales y federales–, usted y yo coincidimos aquí en catorce cuestiones fundamentales.
Primera. Que la matanza tenía origen en el trasiego del narcotráfico. Esencialmente, por un cargamento de amapola negra –“chiva”, en el slang de las llamadas fuerzas “del orden” y delincuentes– que se encontraba en un camión de pasajeros que, supuestamente, los muchachos habían secuestrado para trasladarse a la conmemoración del 2 de octubre en la Ciudad de México.
Segunda. Que al enterarse del “secuestro de ‘la chiva’”, los capos regionales, en absoluto acuerdo con los “guardianes del orden”, desconcertados por lo que pensaron que era robo, decidieron verlos como enemigos y liquidarlos.
Tercera. Que el eslabón de la cadena de mando había sido el secretario de seguridad de Iguala, hoy desaparecido en extrañas condiciones –se cree que fue eliminado o “abatido”, ahora en el slang de las autoridades sin autoridad–, dependiente de José Luis Abarca y su esposa, hoy detenidos sin haber declarado una tilde ni un punto, mucho menos una jota, junto con 200 “sospechosos e implicados”.
Sospechoso que la PGR de Murillo Karam no armara algún expediente
Cuarta. Que el asunto fue del amplio conocimiento del “gobernador” de Guerrero Ángel Heladio Aguirre, hoy extrañamente libre de polvo y paja, a quién aceptaron su renuncia, sin haberlo implicado jamás en los hechos, de los que no hay duda fue corresponsable.
Quinta. Que las autoridades de la PGR, al mando del “cansado” Jesús Murillo Karam, jamás fueron capaces de armar un solo expediente de averiguación por incompetencia manifiesta, lo que resultaba altamente sospechoso.
Sexta. Que la “verdad histórica” de Murillo sobre la incineración de los cuerpos en el tiradero de basura de Cocula, era sólo una distracción para ganar tiempo, toda vez que era material y físicamente imposible no dejar una sola huella de algo que se hubiera convertido en un desastre forestal.
Séptima. Que los restos de los cuerpos enviados al laboratorio de Innsbruck, Austria, para realizar las pruebas de ADN era material insuficiente para un estudio serio de los posibles cadáveres, cuyos cuerpos en vida posiblemente hubieran sido echados al mar o incinerados en otros hornos “especiales”.
Nadie ha hecho caso. Todos se han hecho de la “vista gorda”
Octava. Que en el trasiego de amapola negra, por su valor y cuantía, estaban involucrados los grandes carteles y capos mafiosos estadounidenses que tomaban a los capos regionales de La Montaña y Tierra Caliente de Guerrero, como simples operadores, sin derecho a voz ni a voto.
Novena. Que los aparatos gubernamentales, helicópteros y aviones del Estado y de algunos funcionarios federales, estaban al servicio de ese negocio, que dejaba –antes de “calentarse la plaza”–, varios miles de millones de dólares al mes.
Décima. Que la apatía del gobierno federal, consistente en abstenerse de intervenir en lo que llamaron “un asunto local”, iba a prender la mecha, hasta lograr que el caso se convirtiera en un delito de lesa humanidad, atribuible por todas las Cortes del mundo al gobierno mexicano.
Decimoprimera. Que Peña Nieto debía cancelar su gira de negocios a China para hacer frente a una situación que estaba a punto de estallar. Cuando se dignó a hacerlo, sólo regó el tepache y complicó más el enredo.
Tragedia sexenal que ha marcado para siempre al “gobiernito” de EPN
Decimosegunda. Que los participantes en la tragedia, víctimas y victimarios formaban parte de la misma operación, pues desde tiempos ancestrales se sabía que en La Montaña de Guerrero, los normalistas de Ayotzinapa habían convivido con los “burros” del trasiego, orillados por el desamparo y la miseria en la que viven.
Decimotercera. Que era necesario aplicar la ley hasta sus últimas consecuencias, so pena de verse rebasado, hasta que el macabro crimen se convirtiera en la tragedia sexenal, que marcaría para siempre el sexenio de Peña Nieto.
Decimocuarta. Que la aprehensión de los esposos Abarca se convirtió en una necesidad de Estado, para poder tapar el sol con un dedo y hasta montaron una escenografía televisiva –tipo García Luna, “el policía de titanio”, jejeje–, para que todos “desquitaran la chuleta”. Hasta Montecito Rubido quedó bien parado.
Nadie hizo caso. Todos se hicieron de la “vista gorda” o que “la virgen les hablaba”. Y lo que tenía que pasar, pasó. Dejaron madurar el asunto, hasta que se convirtió en una papa caliente que ya nadie pudo cachar.
¿Y Aguirre Rivero? ¿Y los Abarca? ¿Y lo que quedaba del PRD?
El Estado mexicano quedó exhibido ante el mundo como el campeón de la corrupción, de la indolencia, de la mendacidad y del terror. Hoy, nadie da un quinto por él, menos por su destino, ni por su futuro inmediato.
Horrorizados, hasta los grandes depredadores del universo se retiraron y se han negado a hacer cualquier trato, en cualquier materia, aunque les ofrezcan las perlas de la Virgen o toda la riqueza del subsuelo a precio de regalo.
Ahora que el Grupo de investigadores de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, ha ofrecido un informe deslavado, sólo se quejan de que les hayan impedido hacer alguna pregunta a los corresponsables castrenses.
Informe descremado, como que saben a quién lo dirigen. En ninguna parte del documento se menciona responsabilidad alguna para Aguirre Rivero, los Abarca, el jefe de seguridad de Iguala, el director de la Normal de Ayotzinapa ni para el responsable inerme, Peña Nieto.
El informe de los “expertos”, sólo para desmentir “la verdad histórica”
En ninguna parte se menciona el supuesto grado de responsabilidad de algún grupo armado del aparato, parece que el delito lo cometió un santo milagroso, posiblemente San Mamerto, el de las causas inútiles.
También soslayan la participación del PRD, lo que hoy causa su desmoronamiento.
Todo el contenido del dichoso Informe de expertos, se centra en desmentir a Murillo Karam y en aseverar que era imposible la cremación de los cadáveres en el tiradero de Cocula. ¿Para llegar a esa conclusión tanto tiempo, tanto dinero y tanta alharaca?
Ya lo sabíamos. Lo que pasa es que ese documento parece haber sido hecho con el propósito de exonerar a los verdaderos responsables, y lo peor, a poner en bandeja la respuesta “oficial”.
Y la respuesta, se dio unos minutos después, cuando se montó la escenografía televisiva para que Arely Gómez, con un peinado y gestos de Catalina Creel en “Cuna de Lobos” –la diferencia es que la gran María Rubio era una extraordinaria verbomotora– hiciera una tonante declaración…
… que repitieron, casi como si fuera un boletín pagado todos los noticieros impresos y leídos a modo: “¡Se hará una nueva investigación, con modernos peritajes!” ¿Dónde habremos oído esto?
Con lo que se demostró una vez más que nunca hemos estado equivocados quienes pensamos siempre mal de los documentos oficiales. ¡Parecía que todos los bandos estaban interesados en ponerle el corolario al infame “Mensaje” del 2 de septiembre en Palacio Nacional!
Sólo Dios sabe cómo será juzgado este sexenio
Vergüenza ante el mundo civilizado. México, fosas y desaparecidos
Sólo que hoy, están inodados en el ridículo, desde el laboratorio de expertos de Innsbruck, pasando por la CIDH, la OEA, la CNDH, los esperpentos de las secretarías encargadas de la “seguridad” en México, Peña Nieto y el gobierno y los medios pagados en conjunto, no por separado.
Ya no hay quién se salve. Ni al grito de ¡sálvese quien pueda! hay quien pueda tirar ni los botes, ni los salvavidas. No hay en quien puedan confiar los que insisten en esclarecer el asunto. Todo suena a panteón.
Un panteón a la medida de la impudicia de los perpetradores, los ejecutores y las “autoridades sin autoridad”. Un silencio cómplice, una burla al colectivo. Un birlibirloque al tamaño del sexenio, que sólo Dios sabe cómo será juzgado.
Una vergüenza nacional ante el mundo civilizado, que a no dudarlo, compara a México con los campos de cadáveres de cualquier país macabro del mundo, de cualquier régimen totalitario y autista que se quiera recordar.
Sólo que ahora, con la infame compañía de los lenguaraces expertos en desaparecidos y campeones de derechos humanos.
No cabe duda, en este mundo todo tiene un precio, aunque se pague con las lágrimas de los hijos de nuestros nietos.
Y todavía quieren adornar el show, cuando reciba Peña Nieto a los padres de los muchachos. ¡Ya párenle! ¿Qué quieren provocar?
¿Para eso sirve la lana de “la chiva”?
(*) Esta columna fue originalmente publicada aquí el 9 de septiembre de 2015, hace poco más de cuatro años. Desde entonces nada ha cambiado. Ningún avance en las pesquisas, ningún incriminado, la impunidad campeando a todo lo que da.
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