Actualmente los tres principales partidos políticos de México están en proceso de reacomodarse con miras a las elecciones presidenciales de 2018. De los tres años que faltan hay que descontar poco más de uno de precampañas y campañas, con lo que a los partidos les quedan alrededor de 24 meses para tratar de ganarse, por todos los medios a su alcance —lícitos, no tanto e incluso ilícitos, siempre y cuando ello no ponga en riesgo el resultado—, la preferencia de poco más del 50 por ciento de los electores, que son quienes generalmente acuden a las urnas.
El PRI apelará a Manlio Fabio Beltrones, uno de sus últimos “dinosaurios”, quien se curtió y aprendió al lado de Fernando Gutiérrez Barrios en la Secretaría de Gobernación, dentro del propio PRI, como gobernador de Sonora, como eficiente operador dentro del Poder Legislativo y en la concertación de pactos políticos multipartidistas, como el que permitió la aprobación de las llamadas reformas estructurales impulsadas por Enrique Peña Nieto como solución a buena parte de los problemas nacionales. Habrá que ver si Beltrones mantiene la institucionalidad que lo ha caracterizado, o si trabajará para “su santo” desde esa posición. En ese partido no se vislumbra que algún militante actual pudiera “saltarse las trancas” y postularse como candidato independiente… Habrá que ver.
En el PAN, la lucha se da entre Ricardo Anaya, delfín de Gustavo A. Madero, que recientemente lo suplió en la presidencia de ese partido, y el chihuahuense Javier Corral, con larga experiencia parlamentaria, y quien se distingue por sus posiciones independientes e incluso de franca disidencia. En este caso, los dos contendientes escenificaron un debate por demás cauteloso, que poco mostró de su eventual comportamiento como dirigentes. Una tercera aspirante, la ex primera dama Margarita Zavala, no encontró las condiciones apropiadas para competir en este proceso y ha amagado con postularse para la Presidencia en el 2018 con o sin el apoyo de su partido. Luce difícil que optara por una candidatura independiente, pero podría impulsar la creación de un nuevo partido que la postulase. En fin. Es difícil visualizarla en las boletas electorales para la elección presidencial de 2018.
El PRD, por su parte, enfrenta una de las peores crisis de su corta historia, marcada por el final del reinado de la tribu de Los Chuchos y la batalla campal entre las que subsisten por mantener las cuotas de poder que aún conservan y definir tanto la candidatura presidencial como la jefatura de gobierno del DF y algún otro espacio. A la salida de Andrés Manuel López Obrador y sus seguidores, que se agruparon en Morena, siguieron las renuncias de Cuauhtémoc Cárdenas, Marcelo Ebrard y otros líderes de grupos o facciones. En las elecciones intermedias, el PRD cedió terreno ante Morena en el DF, con lo que se confirma que el corazón de los capitalinos, como decía aquella campaña, “late a la izquierda” (aunque no esté representada por el PRD). El actual dirigente, y última carta visible de los Chuchos, Carlos Navarrete, ha puesto la renuncia sobre la mesa, pero incluso este sacrificio parece insuficiente para salvar a ese partido. Para 2018 no se vislumbra una candidatura independiente, a menos que Mancera decida irse por la libre.
Salvo el PRI, que parece haber recuperado buena parte de la fuerza que lo caracterizó a lo largo de dos terceras partes del siglo XX, el resto de los partidos “grandes” hoy lucen endebles. La tentación de repetir la aventura que llevó al expriista Jaime Rodríguez, El Bronco —a quien hay que conceder el beneficio de la duda— a conquistar la gubernatura de Nuevo León es analizada por algunos de los políticos que aspirarán a la Presidencia en 2018. Aunque no han roto relaciones con sus partidos, están distanciados de éstos y con ganas de ir por la grande la panista Margarita Zavala y Miguel Ángel Mancera, quien ganó la jefatura de gobierno del Distrito Federal tras ser postulado por el PRD, pero que se ha declarado apartidista. Si el PRD no da signos de vida en el corto plazo, Mancera podría postularse como independiente. Otra candidatura que un buen número de personas apoyaría sería la del ex rector de la UNAM Juan Ramón de la Fuente, que goza de excelente reputación. Sin embargo, también existe el riesgo de que se repita el fenómeno Fox; que la gente vuelva a optar por el “voto útil”, sin reparar en la falta de capacidad del candidato, y que terminemos perdiendo otros seis años en un país al que le urgen los cambios para bien.
Si el único camino es optar por un independiente, busquémoslo con enorme escrúpulo, cerciorémonos de que se trata de una opción atractiva, encarnada en un hombre o mujer honrado, capaz y, en la medida de lo posible, ajeno a compromisos y lastres incómodos. No caigamos de nuevo en la costosa tentación de cambiar por cambiar; de dejarnos llevar por un candidato populachero, ocurrente, aparentemente franco y directo… Pero sin el talento y la capacidad que demanda la Presidencia de la República.