Tremendo frenón el que pusieron los trabajadores de la empresa suiza Holcim a las pretensiones del dirigente minero, Napoleón Gómez Urrutia, que buscó sin éxito hacerse del contrato colectivo de su planta cementera en Hermosillo, Sonora.
Un 80 por ciento de los trabajadores votaron en contra de afiliarse al sindicato de “Napito”, más conocido por llevar empresas a huelga, que por conseguir beneficios para los trabajadores.
El jueves pasado, mismo día en que se hacía público que el senador morenista firmaba cartas y peticiones para enjuiciar a expresidentes de México, los trabajadores de Holcim votaron por mantener su afiliación a la CTM.
En Sonora, los leales a Napoleón estuvieron encargados de presionar durante semanas a los cementeros para ir, incluso, contra la propia empresa.
Nadie olvida, el caso de los 55 millones de dólares pagados por Grupo México, que, ni con resoluciones judiciales de por medio, Gómez Urrutia ha querido entregar a los trabajadores mineros y que siguen dando rendimientos financieros en sus cuentas personales.
Hoy en día, el sindicato que recibió Napito como herencia de su padre, Napoleón Gómez Sada, solo representa a menos del 10 por ciento de los trabajadores de la industria minera del país. Por ello, su urgencia de hacerse de contratos en ramas industriales distintas a la minería, bajo su tradicional método de presiones a trabajadores y chantaje a empresas.
Su premura, dicen sus cercanos, no solo es la de por ambición económica, sino porque tiene que cumplirles a las organizaciones sindicales estadounidenses, sobre todo a la United Steel Workers, con las que tiene fuertes compromisos, que buscan influir en nuestro país y que tienen, por cierto, como blanco de especial interés, a la industria automotriz mexicana. Habrá que ver si alguien les cree.