México / Redacción MX Político.- Si López Obrador no hubiera ganado la pasada elección, México viviría protestas similares a las de Chile y Colombia. Independientemente de si recursos “bolivarianos” contribuyeron o no a hinchar la irritación social y el daño físico de las protestas, es innegable que el terreno era fértil.
La elección del tabasqueño le quita presión, temporalmente, a un malestar justificado. Pero, demasiados mexicanos votaron por la esperanza de un cambio que no ocurrirá. ¿Qué harán cuando confirmen que AMLO acabará siendo, en términos coloquiales, mucho ruido y pocas nueces? Mientras tanto, Chile y Colombia enfrentan el reto de paliar un válido descontento, evitando cancelar crecimiento económico futuro en el camino, en medio del enorme reto que impone una revolución tecnológica profundamente disruptiva, para la cual América Latina no está remotamente preparada. En México, este gobierno desmantela todo aquello que nos daba al menos una posibilidad de éxito, siendo el mayor exportador en la región, dependiendo de manufacturas y no de recursos naturales.
El mundo ha caído en una trampa bipolar. Estás conmigo o contra mí. El amigo de mis amigos es mi amigo y viceversa, a costa de renunciar a toda capacidad crítica. Los conservadores en EU están con Trump a pesar de sus mentiras, de su racismo, de su alianza con intereses extranjeros cuestionables, de las prácticas dudosas de sus empresas, o de la opacidad que encubre su pasado. Mutilan su prestigio internacional, debilitan la institución presidencial y le abren la puerta a la misma tolerancia perversa cuando se dé en el extremo ideológico inverso.
En México, lo mismo. La izquierda le perdona a AMLO las constantes mentiras, su alianza con enemigos históricos (Bartlett), condonándoles incluso corrupción previa; la adopción de políticas francamente neoliberales (como repartir dinero, en vez de forjar estructuras formales de asistencia), el debilitamiento del Estado (por ineptitud e inanición); o desmantelar programas como el Seguro Popular y las Estancias Infantiles que eran para los más necesitados.
Han solapado, sin chistar, que el Presidente acapare todo el poder a su alcance, incluso a costa de extorsión o de debilitar instituciones, como los organismos autónomos, que (sin ser perfectos) fueron el dolor de muelas de gobiernos “neoliberales”. Cometen el grave error de tacharlos de “tecnócratas” o afines a la “mafia del poder”, sin ver que quienes los operan son profesionales, comprometidos con México y con conceptos universales de equidad, justicia y transparencia.
Ver a los partidarios del régimen condonar, incluso, la trampa que Morena hizo en el Senado con la CNDH en nuestras narices, sienta un terrible precedente para que otros, no afines a su ideología, hagan lo mismo. Ahora, aterra la paupérrima reacción a la defensa del INE, cuando fue su imparcialidad la que avaló la presidencia de AMLO.
Los partidarios del régimen responden a cualquier crítica con tres tácticas nefastas: primero intentan desacreditar al crítico con ataques ad hominem; si no funciona, cuestionan la motivación de quien refuta; por último, preguntarán dónde estaba el detractor cuando gobiernos previos cometían errores. Los críticos “de izquierda” a este gobierno brillan por su ausencia, cuando muchos de quienes criticamos hoy lo hicimos sin clemencia con gobiernos previos. A los voceros de la izquierda les sobra rollo y les faltan argumentos, les sobra estridencia y les faltan agallas.
Pero más aún, ostentan el nacionalismo de este gobierno. Nada más lejos de la realidad. Confunden nacionalismo con patriotería, con jingoísmo. Someten dichosos el individualismo propio a manifestaciones colectivas cuestionables. En esencia, poner la lealtad al tlatoani por encima del interés por México es todo menos nacionalista.
México no crecerá este año, quizá tampoco en 2020. Podríamos sufrir un deterioro irreversible. La izquierda está por confirmar si son paleros, o el bien de México va primero.
@jorgesuarezv
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fjb