HÉCTOR MOCTEZUMA DE LEÓN
Como van las cosas hasta ahora en el gobierno del presidente que intentó llevar a México a una Cuarta Transformación, lo más probable es, que ante el fracaso, el presidente Andrés Manuel López Obrador termine calificando hasta sus más cercanos colaboradores como adversarios, clasemedieros aspiracionistas o conservadores.
Esta semana el presidente dio muestras que al final se quedará sólo, quizá con el acompañamiento de Claudia Sheinbaum, la que hasta ahora le rinde lealtad a ciegas, por obvias razones, será la candidata de Morena para el 2024 por obra y gracia del dedazo al más puro estilo del viejo y el nuevo PRI.
El presidente utiliza las mañaneras de Palacio Nacional no solamente para ejercer su derecho de réplica, como constantemente lo asegura, también hace uso de esa tribuna para denostar a sus propios colaboradores cuando lo contradicen o ponen sobre la mesa la realidad de un tema para el que su jefe tiene otros datos.
Los casos de los dos primeros secretarios de Hacienda, Carlos Ursúa y Arturo Herrera son más que claros, el primero de plano le tiró el arpa, mientras que el segundo aguantó los guamazos que le mandó, no en una, sino en varias de las mañaneras. El último en ese sector fue Gerardo Esquivel al que llamó “ultra tecnócrata” y de paso se llevó a los funcionarios del Banco de México a los que calificó como “cuadrados”.
El presidente exhibe a sus colaboradores como si él fuera el único que conoce del tema, él siempre tiene otros datos, otras mediciones que contradicen a los especialistas cuando le presentan escenarios que dicen todo lo contrario a una transformación del país, que dice realizar.
El presidente se pelea con todos, lo hace público cuando pudiera regañarlos en privado, aprovechando la discreción que ofrece el Palacio Nacional. En los últimos días se lanzó contra dos de los más eficientes colaboradores: Ricardo Monreal y Marcelo Ebrard, a los dos los ridiculizó con todo y que le han sido leales.
A Monreal le reclamó que los legisladores se preocupen más por el desafuero de dos diputados, que en la Ley Reglamentaria para la Revocación de Mandato que tanto le interesa como dijo el propio Monreal. El presidente confunde, porque no es lo mismo desaforar a dos diputados que cometieron delitos, que consensuar un tema fundamental para el futuro del país, para el cual existen resistencias de la oposición. También borró de un plumazo la iniciativa del zacatecano sobre la reforma electoral.
En el caso de Marcelo Ebrard primero echó abajo a uno de sus colaboradores de más confianza, un histórico del camachismo de donde salió el canciller, después le solicitó en público que despidiera a la recién nombrada agregada cultural en España cuando se lo pudo haber propuesto en corto. Pero lo peor es que no escucha a su Secretario de Relaciones Exteriores, respecto a los posicionamientos de México sobre las relaciones exteriores, no las entiende, mucho menos las que debe llevar con nuestro vecino del norte.
Al paso que vamos es probable un escenario como el que se presentó en el sexenio de Miguel de la Madrid, cuando Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, don Rodolfo González Guevara y otros distinguidos priistas; la salida de las principales figuras de Morena para presentar una opción diferente a la del presidente.
De los organismos autónomos mejor otro día hablamos.
Al final, salvo la doctora Sheinbaum, todos serán sus adversarios.
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