Poco más de los primeros cincuenta años de vida del México independiente, se vieron marcados por guerras civiles, pronunciamientos, invasiones extranjeras, así como mutilaciones territoriales. El escenario político y militar se dirimió preponderantemente en el enfrentamiento de liberales contra conservadores. Entre los conservadores hubo de todo, desde Leonardo Marquez, el villano por antonomasia de la historia mexicana, muerto asombrosamente a los 90 años en 1913 en la paz de su cama, hasta Miguel Miramón, hijo del Colegio Militar, héroe de la batalla de Chapultepec y a quien la historia oficial no ha tenido reparo en apodar “el gran equivocado”.
La mayoría de los miembros de la plana mayor del ejército, los generales, jefes y oficiales, fueron conservadores, muchos de ellos provinieron del ejército virreinal y en consecuencia adeptos a las viejas formas, estos soldados ocuparon preponderantemente el panorama político y militar hasta la caída de Santa Anna. La guerra de Reforma vio nacer a una nueva camada de militares ya de talante liberal y quienes, tras vencer a los conservadores, a la intervención y el imperio, dominaron también en el ejército y la política hasta el licenciamiento del Ejército Federal en 1914.
A propósito de lo anterior, surge la figura del general Miguel Negrete Novoa, nacido al igual que Miguel Hidalgo, un 8 de mayo, pero de 1825 en Tepeaca, Puebla y muerto en la Ciudad de México en enero de 1897. Negrete fue un hombre muy activo a lo largo del convulso siglo XIX mexicano. Luchó como suboficial en la invasión norteamericana de 1846-1848. Se distinguió en las épicas batallas de Churubusco y Chapultepec. Cuando el enemigo entró al zócalo de la ciudad de México, Negrete organizó a un grupo de civiles que hicieron fuego desde azoteas y ventanas sobre los norteamericanos que ocupaban Palacio Nacional.
Años más tarde se unió a los liberales que derrocaron a Santa Anna. Para 1858, al estallar la guerra de Reforma se incorporó al bando conservador, siendo apreciado por Miramón quien lo ascendió a general. Al invadir Napoleón III a México, Negrete de inmediato se puso a las órdenes del presidente Juárez pronunciando la frase que lo inmortalizaría: “Tengo Patria antes que Partido”. Los republicanos lo recibieron de buen grado y pocos meses después tuvo la fortuna de comprobar que en efecto tenia patria antes que partido al concurrir a la batalla del cinco de mayo de 1862, momento estelar de las armas mexicanas frente a un enemigo extranjero.
En la batalla de Puebla, Negrete al frente de 1,200 guardias nacionales y dos baterías de artillería defendió el emblemático Fuerte de Loreto. La noche anterior a la batalla, un oficial le preguntó por dónde huirían al día siguiente, Negrete sereno, pero firme le respondió que solo había dos alternativas, vencer o morir.
En esa batalla donde concurrieron grandes talentos militares mexicanos, Negrete es considerado el segundo héroe de la jornada, tan solo detrás del general Ignacio Zaragoza. Un año después peleó en el cruento sitio de Puebla, al igual que todos los generales mexicanos, fue hecho prisionero, pero pudo escapar antes de llegar a Veracruz, fue por esos días gobernador de Puebla y después Ministro de Guerra y Marina del presidente Juárez.
Tras el triunfo de la república, Negrete se levantó en armas, en un movimiento de claras tendencias agraristas y anarquistas. Asoló regiones de Puebla, Tlaxcala e Hidalgo, así como Chalco, Texcoco y los altos de Morelos. Fue hecho prisionero, sometido a Consejo de Guerra y condenado a la pena capital, Porfirio Díaz intercedió por el ante el presidente Juárez haciéndole ver lo méritos de Negrete el cinco de mayo y logró el indulto presidencial. Más tarde se adhirió a Porfirio Díaz en los pronunciamientos de la Noria y Tuxtepec.
Siempre inquieto, Negrete se rebeló contra su salvador Porfirio Díaz entre 1878 y 1886, su ideología fue de un marcada y nutrida postura agrarista y de protesta ante la ancestral miseria de los hombres del campo. Sin embargo, no es lo mismo los tres mosqueteros que veinte años después, y su pronunciamiento no prosperó, fue encarcelado y cayó enfermo lo que le valió para obtener la libertad, al fin el viejo guerrero se apaciguo, y vivió en calma poco más de diez años hasta su muerte.
La figura de Negrete, no deja de ser polémica por las luces y sombras que provienen de su distinguida hoja de servicios, pero también de sus pronunciamientos. De cualquier forma, hay momentos que definen la vida y el destino de muchos hombres.
Hoy con justicia, Negrete es recordado como el bravo comandante de los patriotas guardias nacionales que con uniformes rasgados y viejos fusiles usados en la batalla de Waterloo, destrozaron tres oleadas de asalto de las primeras tropas del mundo el cinco de mayo de 1862, pero también como el hombre que, en un momento crucial para México, supo con orgullo definir que tenía Patria antes que partido.
El ejemplo de Negrete no solo es una página épica de nuestra historia, sino una postura que todos los mexicanos debemos tener siempre presente, sobre todo en estas graves jornadas de acendrada polarización.