De memoria
Carlos Ferreyra
Tengo un can que no es mi hijo, perrhijo les dicen los fanáticos del buen comportamiento tos voceros de los que llaman “sin voz”.
Es un perro feroz, pero por feo, quizá el ejemplar más mal armado que yo hay visto en mi inacabable vida. Un colmillo le sale por un lado, dientefrío, es el término correcto.
Su pelo negro que no es muy largo, es áspero y deslucido. Los ojos pequeños como de pulga asombrada y sus orejas con las huellas de los mordiscos de congéneres pequeños.
La cola, curva hacia arriba, en movimiento perpetuo a un lado y otro.
Es pasivo, cuando alguna persona camina delante suyo, simplemente la sigue. Hasta donde vaya.
Cuando se le coloca la correa al collar, sufre arranques de entusiasmo y camina rápido por delante jalonando a su acompañante.
No molesta a otros perros, pero lo ven tan pazguato que si pueden lo agreden. No busca problemas, en esos momentos busca el refugio, la protección de quien no es su amo.
En casa estamos para servirle y complacerlo. Come, bebe, duerme, orina, defeca y repite el ciclo con pasmosa regularidad.
Sin duda tiene consciencia de que habita en un cuarto de azotea, con espacios muy limitados.
Se echa a dormitar en donde no estorba ni impide la circulación. Es flojo no parece gustarle mucho el ejercicio.
Tres veces por día, baja a los jardines, hace sus necesidades, husmea los rincones de los setos, traga pasto tierno y accede a que le coloquen la correa.
Sin esperar guías, camina hacia el elevador reservado para los cánidos, en el piso de destino, camina a la puerta de entrada del alojamiento y se pone a descansar.
Los perros en las vecindades son una lata. Ruidosos, ladran y corretean sobre el piso produciendo con las uñas un cascabeleo molesto.
Pazguato no ladra, silba. Ocasionalmente y sólo para llamar la atención, emite un ladrido suave, acomedido. Y luego, si está a gusto, si los gatos ronronean, este chifla con un sonido muy agudo y de larga duración.
Responde cuando alguien dice vago. Vago no es su nombre pero ya lo lleva en su placa. Vago es la síntesis de lo que es, es una descripción.
En el cuarto de azotea hay dos balcones. Se para de manos y sobre el pretil mueve la cabeza de un lado a otro siguiendo el paso de los autos, un centenar de metros abajo.
Cuando se le invita a dormir, se acomoda en su cama y salvo un par de breves ocasiones, mira hacia afuera, al balcón.
Luego, buenas noches hasta las seis de la mañana que pide bajar a los jardines. No sé cómo pero sabe pedir, no me atrevería a decir que no la tiene. Pazguato y todo, es considerado y no, molesta…