Luis Alberto García / Moscú
* Cubrió como nadie el lugar del titular, José Altafini, en Suecia 58.
* También marcó goles a Gales, Francia y a los suecos en la final.
* Delantera demoledora y victorias sin atenuantes de Brasil, nuevo monarca.
* Tres Copas del Mundo con la marca registrada de “O Rei”.
En Suecia, el verano es la estación más apacible en el que todos procuran descansar, llevando la vida despreocupadamente; sin embargo, en 1958 esa tranquilidad fue alterada por el rumor de las discusiones de miles de aficionados que presenciaban el desarrollo de un acontecimiento deportivo internacional, del cual su país sería subcampeón mundial en la sexta edición de un torneo creado en 1930 por el francés Jules Rimet.
Y con ese evento ya avanzado en su desarrollo y la mitad de los contendientes fuera de él al no acceder a la ronda semifinal como lo lograron Alemania y Suecia, Brasil y Francia, cuatro equipos que, en cuartos de final –la fase anterior- dejaron atrás a Gales e Irlanda del Norte, Yugoslavia y la Unión Soviética.
Uno de esos enfrentamientos –Brasil vs. Unión Soviética, el 15 de junio de 1958- volvió esa fecha históricamente memorable, especialmente para la nación sudamericana que necesitaba reivindicarse ante su fantástica fanaticada, que en todo momento, desde 1950 -cuando perdió la Copa del Mundo frente a Uruguay por 1-2- en el estadio carioca de Maracaná, ansiaba recuperar prestigio y presencia en el redondo orbe futbolístico.
Decidido a avanzar hasta el juego final contra quien fuera, Vicente Feola decidió alinear como interior izquierdo ante los soviéticos a un niño futbolista que debía responder a la confianza de su técnico y de millones de brasileños que no querían llorar de nuevo, como aquella tarde del 16 de julio de 1950, la más triste de sus vidas.
Edson Arantes do Nascimento, “Pele”, sustituyó a José Altafini –anotador de dos de los tres goles a los austriacos-, reforzando así el ataque de Brasil, compuesto por “Garrincha”, “Vavá” y Zagallo, una delantera que mostró una efectividad considerablemente baja ante las redes enemigas en los juegos anteriores.
En los cuartos de final, los brasileños tuvieron que enfrentar a tres equipos europeos: a Inglaterra, Austria y a la escuadra roja dirigida por Gavril Katchalin, la Unión Soviética integrada en su mayoría por los monarcas olímpicos ganadores de la medalla de oro en Melbourne, Australia, dos años atrás.
Las lesiones obligaron a Feola a modificar la alineación titular, para dar paso a la fecha de la revelación del jovencito de 17 años -nacido en Tres Corazones, estado de Minas Gerais, el 21 de octubre de 1940-, debido a que Altafini, además de estar contundido, había abusado de las jugadas personales contra Austria e Inglaterra, actitud que disgustó el entrenador.
Movió al centro del ataque a Edvaldo Izidio Neto, “Vavá”, el valiente “Pecho der Acero”, quien dejó su sitio a “Pelé”, un número 10 que, desde las eliminatorias sudamericanas y los amistosos que precedieron a los encuentros mundialistas en Udevalla y Gotemburgo, ya había hecho algunas averías en los arcos contrarios.
Feola puso un cuadro que dio muestras de la enorme evolución alcanzada en relación a las justas de 1950 y 1954, con Gylmar, De Sordi, Bellini, Nilton Santos, Orlando, “Zito”, “Didí”,”Garrincha”, “Vavá”, “Pelé” y Zagallo, puros genios que, en tres minutos –con ese primer gol de “Vavá”, que también marcaría el segundo a los 77- ya tenían sometidos Yashín, Kessarev, Kouznetzov, Voinov, Krisevski, Netto, Simonian, Gusarov, Yllin, Valentín y Alexei Ivanov.
Fue un triunfo calificado de “orfebrería futbolística”, con inspiración y una coordinación perfecta entre defensa, línea media y ataque, con dominio brasileño durante todo el partido, que no tuvo un marcador más amplio debido a que las maderas de los arcos también jugaron, al detener los disparos furibundos del debutante niño artillero y del centro delantero improvisado, “Vavá”, que amargaría la jornada a los soviéticos.
Los indicios de una victoria sin atenuantes se vieron con su gol tempranero, bordado sobre el césped del estadio Nya Ullevi de Gotenburgo, al que asistieron más de cincuenta mil espectadores maravillados por lo que contemplaban, además de que hubo un buen arbitraje del francés Maurice Guigué.
Los soviéticos jugaron con su rudeza habitual, comprensible en un estilo que siempre ha imperado en Europa, y cuando acabó aquel baile, Vladimir Kessarev abrazó a Manoel Francisco dos Santos, el gran “Garrincha” quien lo había tomado de pareja, felicitándolo y deseándole para su siguiente partido, ya en cuartos de final, contra Gales y el temible John Charles.
En ese encuentro –realizado nuevamente en Gotenburgo el 19 de junio- “Pelé” hizo el único tanto a los 66 minutos, para que Brasil se abriese paso a la semifinal contra Francia cinco días después, en el estadio Rasunda de Solna, cuyo pasto sirvió para que, esta vez, Edson Arantes, liquidara a los “bleus” de Albert Bateaux, con todo y Kopa, Lafont, Fontaine y Jonquet.
A los minutos 2, 39 y 52, el garoto del Santos llevaba un triplete, y hubo dos más, un par de brindis con champaña, con “Vavá” y “Didí” diciendo “á la votre santé” (“a vuestra salud”) a la concurrencia y a sus rivales –que anotaron dos, por cuenta de Just Fontaine y Pierre Piantoni-, para que la función concluyera 5-2 a favor de la “verde-amarela” de Vicente Feola.
Después del partido, el guardameta francés, Claude Abbes, declaró aún con el pavor dentro del cuerpo: “Prefiero jugar contra diez alemanes, antes que contra un brasileño”, y ese número uno, seguramente era “Pelé”.
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