Claudia Rodríguez
No es Andrés Manuel López Obrador quien ha socavado al Partido Revolucionario Institucional (PRI), al grado de convertirse en un grupo político minoritario en el Congreso y con serios problemas de resurgimiento.
El verdadero enterrador del PRI, como antes Ernesto Zedillo Ponce de León en el 2000, es hoy el que pronto entregará la banda presidencial a López Obrador.
Peña Nieto y su grupo, pensaron que el priismo y sus cúpulas de poder, habían retornado para quedarse más allá de este sexenio, pero siempre con la consigna de enriquecer sus bolsillos a reventar, sin importar la condición real de los gobernados.
Toda aquella trama de pactar principalmente con los partidos políticos de las casas vecinas para llevar adelante las reformas estructurales, fue en unos meses de aquel Pacto por México, el primer paso para que los priistas empezaran a colocarse en la caja de los infames de la Patria. Las reformas se dijo, traerían beneficios a todos, y sobre todo, nos darían un mejor nivel de vida en nuestra ocupación y vida familiar, pero ha sido todo lo contrario. Estas nos han pauperizado en todos los ámbitos.
El contínuum de la guerra contra el narco, iniciada por Calderón, con la modificación de atrapar a las cabezas de los cárteles y grupos delictivos –como fue señalado principalmente por Gobernación y la Procuraduría General de la República (PGR)–, no logró en los hechos en esta Administración, más que fortalecer de manera global al crimen organizado y permitir la entrada de más armas al país por todas nuestras fronteras y costas, pero principalmente desde los Estados Unidos; con la consecuencia de superar el número de víctimas mortales por violencia, secuestros y otros delitos más que incluso son perpetrados una y otra vez por el mismo individuo o grupo delictivo.
Peña Nieto dice que cumplió. Pero en la práctica nos sale debiendo no sólo a los gobernados, sino incluso a su partido político que mucho invirtió en él para llevarlo a la Presidencia en el 2012 y que hoy está prácticamente destrozado.
Haberse olvidado de las bases, hacerlas a un lado en todo momento, pero sobre todo en el crucial punto de elegir candidato a la Presidencia y colocar a un no militante; fue la mayor ofensa a quienes en las regiones de todo el país fueron excluidas sus voces.
Estos priistas que trabajan por su partido, están pensando incluso hasta cambiarle toda la imagen al instituto político e ir después por más que cambios cosméticos.
Ya no quieren más que se les asocie con los corruptos que se sirvieron del PRI; mucho menos ahora que Peña suena como sobornado de los narcotraficantes.
No fue AMLO el que disparó al PRI, fueron los priistas ambiciosos que lo enfermaron y que no escucharon los síntomas que lo aquejaban, tanto internos como externos.
Acta Divina… El presidente Enrique Peña Nieto, culpó de su derrota en las urnas a José Antonio Meade el candidato del PRI a sucederlo.
Para advertir… Y Peña decía que era el presidente del cambio. Sí, pero de lo único que nos deja en los bolsillos.
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