Samuel Pérez García
Si yo no la salvo, quien la salva, decía Ortega y Gasset para referirse a la circunstancia española. O a la nuestra, también Y la de aquí y ahora, la de nosotros es promover la lectura y la escritura de libros.
Otros se dedican a pintar como mi amigo Oscar Lainez, que por un tiempo rehusó de ella y quemó todos sus pinceles, pero luego comprendió la necesidad del arte. Y regresó. Nunca es tarde. Ahora pinta desde el lejano Boca del Río, pero dice que no tiene musa.
Tengo amigos, buenos músicos como Odilio López, juchiteco, ingeniero y compositor que también tuvo que salvar su circunstancia para seguir produciendo en su propio estudio de grabación. Con él y con otros publicamos un disco musicalizando algunos poemas del libro Escardando la Maleza del Recuerdo, que ayer se los regalé a Ezequiel López Regalado y a Ociel Mora.
El Arq. Francisco Castillo, otro cantautor de enorme valía en la composición musical, pero que no ha encontrado el respaldo mecénico para trascender nuestro arenero.
Eloína Muñoz y Mario Bravo (+) quienes siguieron su trayecto musical hasta que el segundo falleció. Pero lograron juntos dejar su huella musical con varios cd de propia autoría.
Si antiquísimamente, los Fratelos fueron el centro musical en el Puerto hoy hay otros que están por ahí escondidos y que quieren salvar su circunstancia para trascenderla.
Y si hablamos de arte pictórico por ahí hay que rescatar el nombre de Rafael Berzunza y Karla Rocha, pioneros en la pintura de los 70 y 80, quienes formaron en los 90 del siglo pasado El Mester de Clerecía, ahí frente al actual Salón Mutualista, en la calle Ignacio de la llave, lugar emblemático, donde nos dábamos cita, músicos, pintores y poetas para cafetear o compartir una copa de vino.
¿Y a quien le debemos que haya muchos poetas trashumantes en el Puerto? Supongo que a doña Oralia García, la profesora porteña que un día publicó un libro con este titulo: Los árboles no tienen manos; que luego siguió la tradición de formar nuevos valores en poesía el ilustre poeta médico: José González Gálvez, oriundo de Matias Romero, pero avecindado en esta ciudad de baches y avenidas inundables.
Puedo recordar también a doña Teresa Cadena de Ponce, excelente mujer y poeta que surgió del grupo de damas literarias que dirigía doña Oralia, o a Panfilita Chee Reyes, buena promotora de eventos culturales.
Hay muchos más, que ahora no nombro, pero cito a Ramón Figuerola, a Desiderio Cadena, a Víctor Paulino Ordaz. La cola es larga. Cada uno en su tarea musical literaria.
Tal vez por eso migró Rubén Salazar Mallén, escritor de varias novelas y que prefirió el clima de la capital mexicana para estudiar y para vivir. De él es la novela Camaradas. Así como el pleito cultural que consiguió contra Octavio Paz por aquello de que este le plagió la idea del complejo de la Malinche y que Paz desarrolla en el Laberinto de la Soledad.
Nuestra circunstancia es inhóspita para esos valores artísticos que yacen en el subsuelo porteño. Pero los músicos, poetas, cantantes, pintores y demás artistas, los que todavía viven, siguen luchando para ganarse un lugar en esta ciudad de sube y baja, de cráteres volcánicos, pero también de ballet folclórico como el que dirige la Maestra Alba Malpica, cuyo grupo de danza Tizoc, me acompañará el 15 de octubre a las 7 de la noche en la Casa de Cultura.
Asiste y apoya la promoción Cultural porteña.