Joel Hernández Santiago
Sereno, tranquilo, sin matices o pausas que otorgaran una idea de contrición, a tono con su estilo de oratoria siempre lineal, el presidente mexicano Enrique Peña Nieto quiso comenzar un control de crisis en defensa de su gobierno y con rumbo a las elecciones de 2018… Así que el lunes 18 de julio pidió perdón a los mexicanos, por el ‘error’ de Casa Blanca.
Todavía no se apagaba el fuego, luego de que en 2014 se conociera el caso de la famosa Casa Blanca, una mansión de ocho millones de dólares que, según eso, había adquirido al favorecido grupo Higa la esposa del presidente, Angélica Rivera, con sus propios recursos, producto de su trabajo como actriz de telenovelas en Televisa, cuando el presidente anunció en Los Pinos, el 3 de febrero de 2015, nueve medidas que implementaría para el combate a la corrupción.
Al final de la conferencia y en vista del silencio de la prensa, Peña Nieto espetó a los periodistas ahí presentes un “ya sé que no aplauden”. Su ‘entre bromas y en serio’ cayó mal a todos, pero no era un asunto de ponerse a discutirlo ahí mismo: silencio cauteloso y amargo de todos ahí.
Un año y cinco meses después se firmaron en el Palacio Nacional los decretos para promulgar las siete leyes secundarias que permitirán poner en marcha el Sistema Nacional Anticorrupción (SNA). Pero la nota del día fue otra: El presidente dijo ahí:
“En noviembre de 2014, la información difundida sobre la llamada Casa Blanca, causó gran indignación. Este asunto me reafirmó que los servidores públicos, además de ser responsables de actuar conforme a derecho y con total integridad, también somos responsables de la percepción que generamos con lo que hacemos y en esto, reconozco, cometí un error…
“No obstante que me conduje conforme a la ley, este error afecto a mi familia, lastimó la investidura presidencial y dañó la confianza en el gobierno. En carne propia sentí la irritación de los mexicanos. La entiendo perfectamente. Por eso, con toda humildad, les pido perdón. Les reitero mi sincera y profunda disculpa por el agravio y la indignación que les causé.”
Para los momentos estelares de su gobierno. Para control de crisis. Y porque sabe perfecto que esto podría solucionar –o intentar solucionar- el grave problema de rechazo a su gobierno. Sus índices de aceptación han caído estrepitosamente por estos días (20%) y, por lo mismo, existe la posibilidad de que en las elecciones de 2018 el PRI pierda el gobierno…
Mal asesorado y fuera de tiempo pide perdón por un ‘error’ (no dice cual, acusa sí a la información del hecho) y se cobija en lo que él dice que ‘se condujo conforme a la ley’ (¿a qué ley se refiere? Y si esto estaba en ley ¿por qué pedir perdón?); le preocupa que el hecho haya afectado a su familia (pero no hace alusión a las miles de familias afectadas en México por corrupción)
¿Qué lastimó la investidura presidencial? Sí. Mucho. Por esto y por muchas otras cosas la investidura presidencial está lastimada este sexenio y a poco menos de dos años de que concluya.
De inmediato hubo reacciones; algunas de ellas alababan la valentía y honestidad del presidente mexicano. Dicen que reconocer de cara a los mexicanos que se ha cometido un error es de hombres de Estado y así… Aparte, millones de mexicanos parece que no se tragan la píldora.
Si somos cuidadosos veremos que pocos en la televisión mexicana tocaron el tema del perdón presidencial como categoría de análisis. Sí dieron a conocer de forma intensa el dicho del presidente; pero no se arriesgaron al análisis; la radio tuvo algunos esbozos pero tampoco quisieron comprometerse con un tema de antemano perdido… En los medios impresos más importantes sí operó el espacio de opinión y fue ahí en donde comenzó a verse la diversidad de puntos de vista pero, sobre todo, la suspicacia con la que se tomó el tema.
Las redes sociales estallaron en reproches, reclamos, ‘falta de seriedad y sobra de cinismo’ decían en mayoría. Evidentemente hay mucho enojo; un poco como restregar la herida abierta. Mal cálculo de sus estrategas, sobre todo porque es el momento en el que la irritación y el ‘enojo de los mexicanos’ está exaltado.
En todo caso si se actuó en ley, serán la misma ley la que lo diga, tarde o temprano; no es suficiente con la exoneración hecha por el ex secretario de la Función Pública, Virgilio Andrade, quien que al aceptar el cargo para esta tarea cavó su tumba política.
El perdón podrá ser otorgado, o no; pero si hubo delito, el delito persiste: quizá no veremos la solución a este enredo nacional sino pasados los años y cuando Enrique Peña Nieto se refugie fuera de México, como le gusta hacer en los tiempos difíciles de su presidencia.
Por lo pronto viene a bien recordar aquella ranchera mexicana: “¿Perdonar?… ya para qué, si volvemos a lo mismo…”