Por Arturo Sandoval
“No se vive sin la fe. La fe es el conocimiento del significado de la vida humana. La fe es la fuerza de la vida. Si el hombre vive es porque cree en algo”. Leon Tolstoi.
Cuando se podía pueblear en México, era común hacer un tipo de vacaciones de fin de semana e ir de pueblo en pueblo para comer todo tipo de gorditas de chicharrón, requesón, haba, frijol; sopes con muchos rellenos, pozoles blancos, verdes o rojos. Barbacoas, carnitas y muchos delicatessen de la comida fuera de la ciudad.
Claro, la ropa típica como blusas, vestidos, suéteres y camisas, directo al bagaje de compras. Inevitable las cazuelas y ollas de barro, aunque se tuviesen algunas en casa aún sin usar. Jarritos para el café desde luego. En esas épocas de libre y “segura” circulación por el País, los trompos de madera y otros juguetes la mayoría del mismo material como: pirinolas, yoyos; peleadores de box, changuito sube y baja, balero, muñecas de trapo, títeres, camioncitos, etcétera. Al llegar a un pueblo, cada uno tiene un olor especial y diferente a todos.
Al ir de un poblado a otro, es recurrente encontrarse con peregrinaciones para rendir culto a Santos, Vírgenes y Cristos locales; sobre todo para festejar el 12 de diciembre a la Virgen de Guadalupe. Ahí van mordiendo carretera decenas o cientos de peregrinos. Niños, mujeres y hombres. Al frente la pesada estatua de madera o yeso de quién veneran. La cargan en turnos varios hombres. Las caminatas son de 2 kilómetros o de cientos de kilómetros varios días.
La preparación de cada caminata se hace con meses de anticipación; sus objetivos son pedir que llueva, mejores cosechas, agradecer un buen año, milagros de salud, el regreso de un ser amado, etcétera. La fe en sus creencias mueve estas hileras multicolores de donde emanan canticos, rezos, miradas al cielo, persignaciones. El gélido frío decembrino no las detiene, necesitan llegar a la Basílica de Guadalupe cada día doce de este mes; de rodillas, en muletas, en silla de ruedas, como sea, pero llegar y cantarle Las Mañanitas en la madrugada.
Como arterias y venas todas las carreteras que llegan a la ciudad de México se congestionan por centenas de peregrinaciones, hasta llegar al grado de juntarse 13 millones de fieles año con año y, va en aumento.
Todo es fiesta, excepto en hogares de peregrinos donde la tragedia les alcanza antes de llegar al destino divino. Se vuelcan camiones, chocan o se desbarrancan; cuando no, un conductor distraído o borracho arrolla a varios caminantes. El saldo blanco es lo que no se da, incluso infartos a mitad de la Calzada de la Villa de alguien con rodillas sangrantes ya en los huesos por el abrasivo cemento.
Pues sí, 13 millones lo viven en carne propia y cantan, y cantan La Guadalupana; al llegar al templo Las mañanitas. Quizás decenas de millones vean la culminación por televisión o redes sociales. Otros cientos de millones, si son creyentes, si acaso se persignarán; otros, ni las tragedias, ni la fiesta forma parte de su vida, están muy lejos de ellas, aunque vivan en esta Ciudad.
NOTA: a todos los grupos mencionados los une algo: “El Guadalupe- Reyes”.
Para confirmar, puede buscar “fallecidos en peregrinaciones en México” en Google.