Ramsés Ancira
No.
No voy a hablar de las controversiales entrevistas donde Andrés Manuel López Obrador hace tabla rasa con todos los periodistas que le preguntan lo que no quiere contestar.
No todavía. Lo haré más adelante, pero antes quiero, necesito, hacer una rectificación personal porque no puedo hablar por otros periodistas si no lo hago primero.
El año pasado, en este mismo espacio me quejé de una magistrada de la Sexta Sala del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal que cometió una injusticia. Hoy lo ha ratificado y yo lo hago también.
Por el momento el derecho al olvido no es fácil en la Red. Una sentencia que exonera a una persona del delito que se le imputa tiene efectos jurídicos, pero la maledicencia se puede quedar por décadas.
Sobre las violaciones en el Estado de México publiqué alguna vez la historia de una mujer que se subió a un taxi, otro sujeto lo abordó, le golpeó la cara con un tubo y luego la violó. El sujeto era policía judicial. Ya estaba en la cárcel.
Años después el hombre, ya libre, me buscó a través de un amigo común y me suplicó que retirara la nota. Me aseguró que la mujer había sido su amante. Que se pelearon y que ella, entonces, en venganza le hizo una falsa acusación. Ahora se le presentaba una nueva oportunidad de trabajo, pero ese antecedente en Internet le pesaba mucho para obtenerlo.
Primero no quise. No le creí. Me seguía indignando el abuso de un funcionario contra una mujer. Sobre todo la violencia extrema. Después le concedí el beneficio de la duda pero no pude hacer lo que me pedía porque ya no tenía acceso a la clave para desaparecer el artículo. Le sugerí que con su sentencia absolutoria acudiera directamente a Google para eliminarla.
En otro caso, cuando me entrevisté con la magistrada María de Jesús Medel el año pasado para explicarle y darle pruebas de porque se había cometido un fraude procesal en mi contra, me respondió que todos se decían inocentes, que era muy difícil cotejar un documento firmado por alguien que ya había muerto; pero que me ofrecía estudiar con detenimiento mi caso y darme una respuesta basada en criterios científicos. Mintió. Al día siguiente estaba mandando la sentencia negando la apelación.
El pasado 26 de mayo la magistrada de Jesús Medel rectificó. Le hizo notar al juez primero de lo penal para delitos no graves que había emitido una sentencia sin tener una prueba colegiada. Advirtió que el juez se equivocó, que la defensa también erró, pero asentó que no por eso una autoridad superior podía eludir el deber de subsanar esas faltas.
Si en algún momento se hace la consulta en la Red sobre la magistrada Medel, quiero que se sepa que ella rectificó y yo también.
De pejes y periodistas
Fue a mediados de 1991 cuando los detalles de un fraude electoral se transmitieron en vivo y en directo por primera vez en la radio mexicana. Estéreo 100 fue el primer medio en dotarnos a los reporteros de teléfonos celulares.
Al menos cuatro camiones de los llamados “Chimecos”, con unas 200 personas, entre las que se encontraban muchos adolescentes, cada uno dotado con dos puñados de credenciales electorales, votaban una y otra vez por el PRI. Cuando les interrogué por lo que hacían, una turba de mujeres estuvo a punto de lincharme.
Escudarse en mujeres precaristas ha sido siempre una estrategia del PRI, en 1991 y en 2017 cuando una de ellas arroja un huevo al rostro de Andrés Manuel.
En aquella ocasión cuando estaba a punto de ser derribado al piso, extendí el teléfono móvil y dije a las mujeres, estamos al aire, digan lo que tienen que decir.
– Ya dijo nuestro señor presidente Carlos Salinas que podemos votar por quien se nos de nuestra chingada gana.
– Sí, pero solo una vez.
El titular de la Secretaría de Gobernación era entonces Fernando Gutiérrez Barrios. La dependencia habló con el concesionario de la estación para amenazarlo y ordenarle que retirara el reporte. Cada hora en punto de la hora, en cada reporte, volvió a ser transmitido. José Cárdenas no se dejó intimidar.
Más tarde, ese mismo día, la reportera de El Financiero, Julieta Medina, sí fue azotada contra el piso, rasguñada y vejada por la turba de La Loba. Al día siguiente el operador del PRI, Juan Maldonado Pereda se presentó sin invitación a la estación para justificar que “hasta cuando le quitan el dulce a un niño llora”, de manera que si la periodista les había querido cuestionar su voto a las señoras, ella provocó la reacción.
Sintiendo que la sangre me hervía de la indignación volví a llamar a la estación para desmentir al priista. Carlos Urdiales, quien estaba coordinando el noticiero me respondió que ya habíamos tenido nuestra oportunidad, que les tocaba a ellos el derecho de réplica. Intentaba resignarme cuando me regresaron la llamada, dice Pepe (Cárdenas) que vas.
Tratando de contenerme, refuté a Maldonado como pude. Al cinismo con el que refería que el PRI solo había tratado de resolver las carencias de sus votantes facilitándoles el transporte, respondí con las placas de los camiones y las veces en que se detuvieron ante docenas de casillas para que la misma gente votara una y otra vez. Un padre de familia se había acercado a mí discretamente para justificarse: “Nos van a regularizar los terrenos y solo así podemos tener agua en las casas”.
Cuando los clubes anti reeleccionistas denunciaron el fraude en 1910, dieron pelos y señales de las casillas en las que los policías llegaban a depositar tacos de boletas falsificadas, a las casillas donde Don Porfirio estaba perdiendo. A todas las protestas la Autoridad respondió con un lacónico “No ha lugar”
En unos días, cuando se celebren elecciones en el Estado de México, no podemos dudar que un ejército de periodistas auxiliado con millones de ciudadanos y sin embargo insuficiente, estará intentando detectar los intentos de fraude electoral.
Andrés Manuel López Obrador necesita a esos periodistas más que nunca, pero no será a él a quien sirvan porque para él basta con las “benditas redes sociales” donde lo ven solo sus admiradores, los ya convencidos.
Sin estar convencidos de Andrés Manuel, muchos miles votarán por la propuesta del nativo del signo de Escorpión porque lo ven como un mal necesario para acabar con décadas de corrupción priista. El problema es que si no rectifica en su tabla rasa, el tabasqueño se está volviendo más malo que necesario. Habría que buscar un plan B para 2018.