Javier Peñalosa Castro
Como lo habíamos anunciado insistentemente, y como había empezado a barruntarse por los ataques asilados y el rasgamiento de vestiduras de algunos conspicuos integrantes y exintegrantes (como Vicente, El Alto Vacío Fox, quien ya salió, al más puro estilo Jolopo, a defender “como perro” su pensión vitalicia y otros privilegios que evidentemente siente amenazados en caso de que el tabasqueño se imponga en la contienda del 1 de julio) de la llamada mafia del poder, de los intelectuales de piel delgada, corifeos, textoservidores y otros vividores que han sangrado hasta el cansancio (que no la saciedad, porque esa no la conocen) las arcas nacionales, advierten a quien quiere prestar oídos a sus lamentos que quien puntea en las encuestas por un margen de dos a uno en relación con su más cercano rival pretende despojar al país de empleos e “inversiones productivas”.
Estos vividores se resisten como gatos boca arriba a que cese el saqueo en sectores estratégicos, como la explotación de los recursos petroleros y las concesiones de obra pública, entra las que figura en primerísimo lugar el faraónico aeropuerto de Texcoco, emprendido contra viento y marea, a despecho de toda advertencia de ecologistas, urbanistas y expertos en mecánica de suelos, y en contra del más elemental sentido común, porque ha sido un jugosísimo negocio para una pandilla de vividores que, por supuesto, no quieren que se les termine. Todos ellos siguen tratando de propalar la especie de que López Obrador es “un peligro para México”, sin ver que son ellos quienes representan no es un riesgo, sino una realidad lacerante de despojo, corrupción e impunidad que se empeñan en perpetuar.
Esta vez, y a riesgo de perder puntos en la carrera por la Presidencia, López Obrador advirtió a sus adversarios que no les va a funcionar su estratagema de asustar a la gente con el petate del muerto, esto es, con la idea de que sus propuestas generarán incertidumbre económica y financiera, provocarán pérdida de empleos y, en suma, un caos que lesionará la economía de quienes menos tienen.
Al respecto, sostuvo que lo que quieren estos oscuros personajes de la picaresca nacional es que, “con los ojos cerrados [AMLO] firme un cheque en blanco y aunque se trate de contratos leoninos como los de Odebrecht yo los acepte, lo mismo en el caso del aeropuerto que se está construyendo en Texcoco, están comprometiendo dinero futuro, miles de millones de pesos”.
Sabedores de que, difícilmente podrán frenar esta vez al tabasqueño, los empresarios, encabezados por el presidente del Consejo Coordinador Empresarial le han propuesto organizar mesas de negociación sobre el nuevo aeropuerto, con la esperanza de salvar algunos privilegios. Parece difícil que lo logren, pero demuestra lo sólido de la posición de Andrés Manuel.
Este modus operandi, de esta panda de chantajistas, por supuesto, no es nuevo. Pero si bien la apuesta por el miedo les ha funcionado antes para conservar privilegios y canonjías, el hartazgo —que no malhumor— social hace prever que los mexicanos expresarán masivamente en las urnas su rechazo al fallido modelo “neoliberal” impuesto en los ochenta por Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari y continuado hasta nuestros días, puesto que ha dejado un saldo desastroso.
Los integrantes de este grupito parecen no entender que durante todos estos años, más allá de las “apantallantes” cifras macroeconómicas, el modelo fallido que representan se traduce en el desmantelamiento del Estado de bienestar; en la pulverización del salario, el fin de la seguridad social, y en especial de pensiones, la permanencia en el empleo, el respeto a la antigüedad, la seguridad de conservar la plaza de trabajo y el respeto a la antigüedad. Para burlar todo esto, han encontrado la panacea: las empresas de tercerización (o de outourcing, como prefieren nombrarlas, en inglés) que hacen magia con salarios y prestaciones y ofrecen “legalmente” mano de obra prácticamente esclava a empresas e instituciones gubernamentales.
So pretexto de que teníamos un Estado obeso, el neoliberalato acabó con Petróleos Mexicanos, con sus refinerías e instalaciones estratégicas; estimuló la importación de gasolinas y prohijó el robo, la distribución y la venta de combustibles —el tristemente célebre huachicoleo—, privatizó las gasolineras y adquirió instalaciones petroleras inservibles a precio de oro. Acabó también con el servicio de ferrocarriles y con las carreteras libres transitables para dar paso a jugosas concesiones de caminos de peaje, malbarató empresas paraestatales, revirtió la nacionalización petrolera y de la industria eléctrica, terminó con la mayor parte de los apoyos a pequeños productores agrícolas, como el Banrural y la Conasupo, acabó con los precios de garantía, los almacenes de granos, la Aseguradora Nacional Agrícola y Ganadera y un larguísimo etcétera, que dejó en la indefensión a los campesinos más pobres.
Durante los últimos cinco sexenios (Salinas, Zedillo, Fox, Calderón, Peña) los recursos dedicados al desarrollo científico y tecnológico, lejos de aumentar, se redujeron sensiblemente; por supuesto, se limitaron las becas del Conacyt para estudiar en el extranjero, se regatean cada año los recursos indispensables para el funcionamiento de las universidades públicas y para la formación de maestros de educación primaria y secundaria.
Además, pese a la creciente demanda de educación, las plazas para estos niveles son cada vez más escasas. Lo mismo ocurre en el ámbito de la cultura, cuya importancia fue elevada a rango de secretaría, pero sólo en el organigrama de la burocracia, pues los recursos para la educación cultural y la promoción de actividades artísticas también han ido mermando irremediablemente.
Otro problema que ha crecido durante el neoliberalato es el de la violencia, cuyos efectos devastadores parecen no tener límite¸ y que afecta a personas de todas las edades y clases sociales, pero en especial a quienes menos tienen, que cotidianamente son despojados de sus escasas pertenencias.
Lo anterior son sólo botones demuestra del desolador panorama que han dejado 30 años de malos gobiernos; de saqueo desmedido e impune; de simulación; de ineficiencia; de desdén por los valores fundamentales del país; de entreguismo a intereses extranjeros. La pregunta obligada es ¿Alguien quiere defender la continuidad de esta desastre? Alguien cree que con la misma receta el paciente puede aliviarse, o al menos mejorar? ¿Alguien cree que a mayor inversión —en las condiciones actuales— más beneficios para la mayoría de la gente?
Esta colaboración se reanudará el próximo 31 de marzo, tras el feriado de Semana Santa, fecha en la que también inician formalmente las campañas presidenciales.
Hasta entonces.