Joel Hernández Santiago
El costo de vivir en México es cada día más alto, no sólo en inseguridad, no en gobernabilidad mal entendida o de plano ingobernabilidad, federal o estatal; o por la falta destreza social para impedir los saqueos cotidianos de quienes gobiernan y tienen la mano larga, algo que se llama corrupción y de lo que está hecho el poder político en México en la mayoría de los casos…
… Y lo que nos cuestan los partidos políticos ¡ay, los partidos políticos voraces e insaciables de recursos y de poder! O las instituciones de lo electoral que se han inventado para construir una democracia que ellos mismos se encargan de destruir; o las de la transparencia, rendición de cuentas o la función pública que no terminan por decirnos qué pasa aquí y quién tiene que ser castigado en este mar de adicciones malolientes: Vivir en México es estar con el ¡Jesús! en la boca minuto a minuto y paso a paso.
… Pero este costo político y público que es, en extremo alto, también se expresa en lo cotidiano, en lo aparentemente mínimo, en lo que parece que no existe, pero que sí existe y que tiene que ver con la supervivencia de cada uno de quienes aquí vivimos; con en el día a día de la gente que vive de su trabajo y de su esfuerzo, de la suma angustiosa del sueldo quincenal que “¡ya no alcanza para nada!” si se tiene la dicha de tener un trabajo de paga periódica… ¿y qué tal los que no lo tienen y que son millones? ¿Y qué tal los de la economía informal que es de otra manera también desempleo?… ¿Y qué tal la gente que vive en el campo desahuciado?…
Por estos días la atención de la mayoría nacional está en Donald J. Trump, presidente de Estados Unidos y sus amenazas y los temores internos. Nos inunda la idea de las maldades de este hombre enloquecido puesto a gobernar a un país pero que quiere gobernar al mundo desde su Salón Oval en la Casa Blanca de Washington y al que ya, incluso, sus paisanos ven con desconfianza y temor…
Pues nada, que mientras son peras o perones, de un tiempo a esta parte el gobierno mexicano ha decidido recuperar recursos a partir del alza en precios de bienes y servicios públicos. Uno de ellos, quizá el más sanguinario en fechas recientes es el incremento desproporcionado al precio de las gasolinas y del gas LP.
Esto que se venía haciendo de forma periódica, “como quien no quiera la cosa” desde hace unos dos años, ahora se ha convertido en un mensaje de ingobernabilidad y de falta de capacidad para encontrar salidas alternas a los errores administrativos y financieros de gobierno y en los que tuvo que ver el ahora canciller mexicano, Luis Videgaray, durante su paso fatal por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.
Los incrementos a las gasolinas y servicios son, sin duda, recaudatorios. El gobierno cree que nos dora la píldora diciendo que es porque los precios internacionales se han ido al cielo y, por lo mismo, impactan en México… Extraño que el impacto sea de tal grado en nuestro país y no en otros que asimismo deberían mostrar estos precios desmesurados, sobre todo aquellos que no cuentan con petróleo como garantía de supervivencia, como es el caso mexicano.
Y ya se nos presenta la fotografía más reciente. La imagen de Dorian Gray nacional. Esto es, que según el INGI y sus cifras oficiales –insisto: sus cifras oficiales—, por el gasolinazo en enero los precios subieron 1.7 por ciento, que es el nivel más alto en 18 años, pero con sueldos actuales, que son micro sueldos: 80.04 pesotes diarios, por ocho horas de trabajo… o más.
Y esto es que, a tasa anual la inflación se ubicó en 4.72 por ciento, su nivel más alto desde septiembre de 2012 –según el mismo INEGI–. Y que el índice nacional de precios de la canasta básica reportó un alza mensual de 4.43 por ciento su mayor alza desde diciembre de 2016, con lo que la variación anual llegó a 7.26%
El gobierno se queja de inconformidades y de reproches injustos. Aunque lo injusto radica en que nuestras crisis económicas se han construido con base en errores de gobierno y corrupción; en base a enriquecimiento de unos como los casos ya muy públicos de gobiernos y gobernadores e, incluso, de abusos federales… Todo ahí cifrado…
El horno no está para bollos en México y la situación puede derivar en inconformidades públicas y en extremos. El gobierno debe replantear alternativas de solución para no crear un país en el que la clase media deje de serlo para pasar a la pobreza y la pobreza a la mendicidad: ¿podrá hacerlo?
Mientras tanto vamos a fingir que somos felices y que aquí no pasa nada, porque el gobierno mexicano sigue creyendo que este es el país en donde se puede estirar la liga y que ésta nunca se habrá de romper…
¿Hasta cuándo?