La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
Hay dudas que no se resuelven con reflexión, sino, con depósitos bancarios
La conducta de buena parte de las y los políticos mexicanos, es de un cinismo que envilece el galano arte de lo posible, que es la mejor definición del quehacer político.
Una cosa es construir consensos, a través de la negociación y ceder ante la circunstancia de impulsar la justicia social o el bien común (como gusten llamarle) y otra es anteponer intereses mezquinos, para elevar el costo del eventual acuerdo.
En México, un día se puede ser opositor a ultranza de la presencia de las Fuerzas Armadas en las calles y al otro apoyar, envueltos en la bandera, que los militares se encarguen de la Seguridad Pública, claro está que, el mismo fenómeno, se da en sentido contrario.
Además, es factible militar toda la vida en determinado partido para descubrir, treinta años después, que había un error y que la lucha por la ‘dignidad’ debe darse desde las antípodas, o sea, se pude brincar del PRI al PAN, de MORENA al Verde, del PT al PRD, o pasar por todos los anteriores y declararse, a conveniencia, como un político con perfil ‘ciudadano’.
El desaseo es brutal, trágico para el desarrollo de la cultura democrática, cualquier aprendiz de brujo tiene claro que los principios ideológicos (dejemos la ética al margen, es demasiado pedir), son renunciables en la medida que se le ofrezca la vía rápida al ‘éxito’.
Hasta ahora, como ciudadanos, hemos sido incapaces de sancionar, con el poder del voto, la cachaza de los chaqueteros, mismos que encuentran su mejor aliada, en la desmemoria del imaginario colectivo. Nos falta mucho, para ser una democracia razonablemente racional.