La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
Lo único que lamentan es que no haya posgrado que otorgue el título de Alteza Serenísima
En la historia contemporánea de México, podemos ubicar actores políticos que, además, tenían un destacado desempeño como intelectuales y/o académicos. Jesús Reyes Heroles, Heberto Castillo, Carlos Castillo Peraza y Jorge Castañeda, son algunos ejemplos.
En este sentido, a últimas fechas se ha dado una moda en la que los aprendices de brujo, quieren destacar en el ámbito académico y literario y, por lo tanto, se vuelven ‘escritores y estudiantes’ a ratitos.
Todos sabemos que, un cargo de alta responsabilidad administrativa, cuando se ejerce con profesionalismo, demanda largas jornadas laborales que se extienden durante el fin de semana, dijera el clásico: no hay horario ni fecha en el calendario, es 24X7.
Por el otro lado, las instituciones académicas que ofrecen posgrados, cuando son de excelencia, exigen a sus estudiantes dedicación de tiempo completo, las tutorías son presenciales, los trabajos de investigación y lecturas son agobiantes.
En lo que corresponde a escribir un libro, es una tarea que requiere dedicación total, horas y horas de investigación bibliográfica, borradores, correcciones, construcción de un aparato crítico, coadyuvancia de colegas para que revisen lo escrito, en términos concretos, es una chinga y, por si fuera poco, es un proyecto que se asume después de años de estudio en el tema elegido.
Así las cosas, cuando leemos que tal o cual funcionario anuncia la próxima publicación de un libro o la obtención de un grado académico, lo primero que uno se pregunta es: ¿y a qué hora lo realizó?
Señoras y señores gobernantes, traten de hacer bien su chamba, den su mejor esfuerzo, cumplan con la ley, eso se les agradecerá más que sus presuntos palmareses. Como dicen por ahí, sean serios. Por cierto, si quieren ser escritores, practiquen en Twitter.