El Ágora
Octavio Campos Ortiz
No siempre los políticos mexicanos fueron hombres sin escrúpulos, hubo los zoon politikon que dominaron el siglo XIX y buena parte del XX; la ideología dominaba el debate político, ni los cuartelazos pudieron frenar la consolidación de una República democrática que pasó de la lucha entre liberales y conservadores a la institucionalización de la vida pública y el sistema pluripartidista.
Hubo traidores, vendepatrias, congresistas oficialistas y asesinatos políticos para frenar la disidencia, pero fueron los menos y no escribieron la historia como los hicieron los constituyentes de 1857 y de 1917 o la voz crítica que se enfrentó al tirano, al usurpador, al “Chacal” Huerta, como lo demostró Belisario Domínguez aun a costa de su vida.
Pero la nueva centuria atestigua la extinción del zoon politikon para dar paso al fin de las posiciones ideológicas, de los grandes tribunos, de los verdaderos representantes populares para dar paso a los políticos abyectos, lacayos, traidores -Huerta cuando menos ambicionaba el poder con visión de Estado-, rémoras, mercenarios, usufructuarios de los cargos sin merecerlos o estar capacitados para ellos, sanguijuelas que chupan del presupuesto para el enriquecimiento personal, quienes perdieron la poca dignidad o credibilidad que tenían.
Eso son ahora los nuevos servidores públicos, los nuevos congresistas que ya no representan a nadie, más que a ellos mismos, que traicionan a sus electores y solo utilizan a los partidos como trampolines para repartirse un botín político, lo malo es que ese botín es el país mismo.
La Reforma Política de Jesús Reyes Heroles permitió la representación de las minorías, de una oposición con principios y programas de acción, pero también posibilitó la creación de asociaciones políticas que solo fueron negocios familiares que buscaban los dineros públicos, esa perversión contagió a otros institutos políticos como las falsas izquierdas, cuyas sectas cambiarían de partido como chapulines, no por compartir visiones de nación o proyectos ideológicos, sino por dinero, por alcanzar posiciones en la administración pública o en el Poder Legislativo; tenía razón el “tlacuache” César Garizurieta Vega: “Vivir fuera del presupuesto es vivir en el error”. Los regímenes de partido único, del partido hecho gobierno supieron aprovechar esas corruptelas para comprar conciencias -si la tenían- y obtener adhesiones; cuando la plata no era suficiente utilizaron la maquinaria de la procuración de justicia y los jueces de consigna -ahora vilipendiados-, para amedrentar o encarcelar a los opositores.
Eso lo aprendió muy bien la 4T, que en su ADN lleva la esencia de los gobiernos autoritarios. Para consolidar su proyecto político de construir una presidencia imperial decidió acabar con la división de poderes y con el Congreso en la bolsa, desaparecer a la SCJN, no tanto acabar con jueces y magistrados, sino defenestrar a los ministros, en una absurda venganza personal.
Los nuevos congresistas demuestran su falta de principios ideológicos, éticos y morales, incapaces de cumplir con las funciones parlamentarias para convertirse en levanta dedos y zalameros al servicio del mandatario en turno.
De vergüenza la actuación de los legisladores en la apresurada aprobación de la Reforma Judicial, la compra descarada de votos de diputados y senadores, el uso faccioso de la justicia para amedrentar y el cinismo, la desfatachez, la falta de escrúpulos de los “representantes populares” que venden su voto sin recato.
Políticos que han perdido la razón o la vergüenza y que contribuyen a la extinción de los partidos para convertirse en sectas de mercenarios que no quieren dejar el poder.
Ni revolución de las ideas ni revolución de las conciencias, simples “juanitos” o “juanitas” que cumplen las órdenes de quien los impuso. Dicen que cuando el satanizado Antonio López de Santa Ana dejó finalmente el poder, su esposa invitaba a parte del gabinete a su hacienda y le hacían creer a su Alteza Serenísima que todavía mandaba -Salinas ordenó a Pedro Aspe aclarar lo del error de diciembre acabado el sexenio-, pero llegó un momento en que dejaron de asistir sus excolaboradores y quedó solo. Tal vez habría que aplicar esa terapia a los que se aferran al poder y al presupuesto. Le hacen mucho daño al país.
Apostilla: El presidente Salvador Allende dijo a los estudiantes en Guadalajara que “La Revolución no pasa por las universidades, la hacen los obreros y los campesinos”, tal vez tenía razón, pero es un error del gobierno y de los obnubilados legisladores no escuchar a los jóvenes de escuelas de educación superior públicas y privadas que se oponen a la aprobación de la Reforma Judicial.
Ellos tomaron las calles en 1968 y lograron la apertura democrática, hoy buscan salvar la República y la división de poderes. Tal vez el humor social no alcanzó para derrotar a la 4T en las pasadas elecciones, pero la actitud temerosa de los senadores oficialistas que abandonaron la plaza, el pleno de sesiones de la Cámara Alta significa que ganaron las elecciones, pero perdieron la calle.
El asalto a la tribuna no es cosa menor. Sentenció Bolívar: “Cuando la tiranía se hace ley, la rebelión es un derecho”.