Norma Meraz
Si bien estamos familiarizados con los términos populismo y democracia, ambos se asocian con en el contenido la palabra pueblo está en ambos.
Populismo, de raíz etimológica latina, populus, significa pueblo; y democracia viene de raíces griegas: demos, pueblo, y cratos, poder, vemos que van de la mano, el pueblo que participa del poder.
Sin embargo la aplicación puntual de dichos términos, en muchas ocasiones se distancian en su real significado y por ende de su aplicación en la práctica.
Las corrientes políticas que se cuelgan esos enunciados los convierten en su doctrina de aplicación teórica para convencer a las sociedades de que el pueblo es el núcleo donde radica el poder.
En realidad no es exactamente así, a pesar de la incesante repetición de los políticos de que “el pueblo manda”.
El concepto de democracia tan llevado y traído en la era moderna –desoyes de los griegos– adolece de su contenido intrínseco.
En muchas democracias llamadas liberales y/o participativas son sólo velos que cubren el rostro de la verdadera participación del pueblo en las decisiones de gobierno.
Así, vemos que innumerables países que se hacen llamar democráticos esconden su verdadero ser: el autoritarismo
Por otra parte, el populismo ha desvirtuado su verdadera esencia, convirtiéndose en bocanadas de promesas que no fraguarán para beneficio del pueblo, solo para el de sus dirigentes.
Regímenes disfrazados de demócratas esgrimiendo haber llegado al poder supremo con el voto de la ciudadanía, en realidad agazapan su objetivo: gobernar autoritariamente.
En el siglo pasado, se alertaba a los países europeos con una frase: “un fantasma recorre Europa”, refiriéndose al comunismo. Hoy será aplicable al populismo de derecha que acecha al mundo.
Populismos de derecha extrema comienzan a cundir en Europa y América.
Gobiernos conservadores y ultraconservadores, nacionalistas, proteccionistas, xenófobos, racistas y retrógrados aparecen en la escena mundial como fantasmas de las democracias liberales haciendo alardes populistas.
En Europa, el gobierno del Reino Unido decidió por referéndum salirse de la Unión Europea; Alemania, por otro lado, a la renuncia de Angela Merkel al frente del gobierno decide abandonar su partido político y renuncia a presentarse a los comicios para otro periodo.
En Alemania se avecina un próximo gobierno derechista enemigo de las políticas migratorias, además de perder el papel de liderazgo que hasta ahora encabezaba en la Unión Europea.
En América, Jaír Bolsonaro, electo para presidir Brasil –un ex militar ultraderechista, ultraconservador simpatizante de la aplicación de la pena de muerte, enemigo de las relaciones entre ciudadanos del mismo sexo y, por supuesto en contra de la aceptación de migrantes que quieran asentarse en su país–, se mimetiza con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, cuyas coincidencias ideo políticas que, basan su certificación como dirigentes por el voto de las bases conservadoras que defienden el proteccionismo económico, se constituyen como “ muros” que impiden el avance y desarrollo de regímenes auténticamente democráticos en el ámbito internacional.
El populismo de izquierda se desdibuja frente al populismo de derecha que toma enjundia en el mundo.
El populismo, per se, no es malo. Mas el populismo como instrumento de manipulación a favor de los intereses de los dirigentes políticos autoritarios, pierde el sentido estricto de su significado.
Hoy en día pues, el populismo es el fantasma que amenaza la democracia.
Esa es la nueva realidad y…
¡Digamos la Verdad!