Epistolario
Por Armando Rojas Arévalo
LOURDES: Impartí clases en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM por casi 20 años, ininterrumpidamente. Me siento orgulloso de haber sido, primero, alumno en una etapa de grandes e ilustres maestros, y después académico. Quise devolver a mi insigne Casa de Estudios, lo que hizo por mí.
Cuando decidí retirarme opté por jubilarme en el ISSSTE, pero me ofrecían por esa antigüedad unos mil 200 pesos al mes, por lo que me determiné a retirar el fondo de ahorros y aportaciones que había acumulado, a cambio –por ley- de renunciar a las prestaciones del Instituto (médicas, sociales, etcétera). O sea, te doy tu dinero, pero dejarás de ser derechohabiente. Pues sí.
Me tocaron generaciones brillantes, de las cuales egresaron varios que hoy son excelentes comunicólogos y periodistas. También, me tocaron estudiantes indiferentes y siempre dispuestos a protestar haciendo paros por cualquier pretexto, y a difamar a maestros exigentes. De todo hubo en esa viña. Pero en términos generales, la UNAM fue –sigue siendo- mi vida.
Fui profesor de asignatura, como los miles que sostienen las cátedras en la Universidad. “Ganaba” no más de 5 mil pesos al mes, por dar cuatro horas a la semana. Gastaba más en gasolina y el desayuno que lo que se me daba de sueldo. Aun así, iba con gusto y entusiasmo al aula. Compartir mis conocimientos con jóvenes era un gran alimento para el alma.
Me revolvía el estómago ver a muchos maestros de tiempo completo que “ganaban” más de 100 mil pesos al mes, haciendo más grilla que aula, y recurriendo al tráfico de influencias para meter a muchachos sin experiencia –pero incondicionales- a impartir clases. Prácticamente, de un aula salen como estudiantes y entran a otra como maestros. ¿Qué experiencia pueden transmitir?
Los de tiempo completo forman una élite que pone y dispone; recurre a imponer a profesores de asignatura, trabas en los exámenes de oposición para evitar que tengan materias de base; son los únicos que viajan al interior y exterior de México, a congresos internacionales; consiguen becas para posgrados en el extranjero, se distribuyen los puestos y gozan de canonjías para publicar sus libros.
Debo reconocer también que hay maestros de tiempo completo que sí trabajan, hacen investigaciones y son excelentes guías de los futuros profesionales. Tienen bien puesta la camiseta, pero lamentablemente son pocos.
Los profesores de asignatura son casi el 80 por ciento del personal que da clases en la UNAM. Son los peor pagados. Son, como nos llamábamos, “el infelizaje o precariato de la UNAM”.
La Universidad Autónoma de México, según los profesores ALFONSO BRAVO OLIVARES, maestro de la Facultad de Estudios Superiores Aragón (FES Aragón), la doctora ELISA GODÍNEZ PÉREZ, de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, el académico ISRAEL GARCÍA SOLARES y el investigador CARLOS GUERRERO, de la Facultad de Economía, cuenta con al menos 41 mil 542 personas que componen el claustro académico, de las cuales, al menos el 74 por ciento tienen un salario que no alcanza ni para comer, destaca en el periódico “Sin Embargo” el “Reporte de investigación especial 135. El poder adquisitivo del salario de las profesoras y los profesores en la UNAM. 2001-2021″, realizado por el Centro de Análisis Multidisciplinario de la propia UNAM.
La desigualdad y brecha entre los diferentes docentes de la Universidad, son notorias. Mientras que los profesores de asignatura ganan poco más de 4 mil pesos; otros maestros, los de tiempo completo, reciben remuneraciones de más 20, 30 o 50 mil pesos, y en algunos casos los que integran la élite, por encima de los 100 mil pesos.
Las denuncias en contra de científicos, investigadores, académicos y exfuncionarios del Conacyt que integraban el Foro Consultivo Científico y Tecnológico (FCCyT), quienes presuntamente desde ese organismo autorizaron un millonario financiamiento (lo cual tiene que investigarse a fondo para evitar el juicio injustificado), ponen en la mesa de debate a la academia y la investigación de México y da oportunidad para hacer señalamientos que en la UNAM hay derroche de recursos, la ostentación de sueldos, y la desigualdad y los grupos de élite dan lugar a “mafias” que incurren en algunas de las prácticas que ponen ahora al gremio en la mira pública. En la UNAM, hay que decirlo, hay una crisis de desigualdad y precariedad en la mayoría de su base docente: los profesores de asignatura.
La brecha salarial entre profesores de asignatura y académicos investigadores o de carrera en la UNAM no es una novedad, pues la diferencia en los sueldos se ha registrado desde hace décadas, pero no fue hasta que en marzo pasado —con el paro de 21 escuelas y facultades de la UNAM por la falta de pago la falta de pago a más de un centenar de profesores— las denuncias se hicieron públicas.
El promedio salarial de los profesores de asignatura, según indicó ALFONSO BRAVO, es de poco más de 4 mil pesos al mes; o sea, que trabajan, sin considerar estímulos, al menos 36 horas al mes.
En tanto, El catedrático de tiempo completo está contratado para dar —en teoría— al menos 40 horas de clase al mes, pero en los hechos no cumplen esas 40 horas, aseguró ALFONSO BRAVO.
Con Todo y eso, los profesores de asignatura son los que llevan la mayor carga académica en la UNAM.
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