FRANCISCO RODRÍGUEZ
Cuando los electores mexicanos se enteraron de que había un candidato que había recorrido varias veces cada rincón del país, sus municipios más pequeños, transitado por sus carreteras y brechas, sus apartados rincones, degustado sus exquisitas cocinas, saludado de mano a millones de compatriotas, enterándose de sus problemas, renació la esperanza.
En los mítines atinaba con sus admoniciones sobre todos los vicios y desviaciones de los gobiernos anteriores, había sido víctima de los trastupijes electorales que le negaron siempre su acceso al mando nacional, fustigaba con frases estentóreas los problemas, señalaba a los culpables, parecía que iba al fondo de sus necesidades.
Muchas de las consignas de sus campañas y de sus ofrecimientos convencían al alma nacional de que se trataba de un auténtico estadista. Su preocupación real sobre los obstáculos que habían frenado el crecimiento y el desarrollo se encontraba contenida en los discursos, donde templaba y mandaba como ningún otro, como quien conoce de raíz las causas y las soluciones.
Era un trashumante de la democracia, un heraldo del nuevo país
Eran frases incendiarias, salpicadas de reivindicaciones surgidas de los tropiezos de la historia nacional, desde la Independencia hasta nuestros días. La razón alumbraba los responsos civiles que alimentaban la desesperación, la rabia y la revancha de los planteamientos y de las promesas consecuentes. Parecía que, ahora sí, íbamos al fondo.
Era un trashumante de la democracia, un heraldo del nuevo país, probablemente la piedra filosofal que anunciaba las redenciones, pésele a quién fuera. Un errante de la justicia, un sediento de la paz, la convivencia y los nuevos tiempos. La gente se entusiasmó, pues no había conocido otro igual, tan preocupado por el renacimiento de México con un fervorín político adecuado.
Parte de la famosa y nunca bien comprendida “visión del viajero”
Encarnaba las frustraciones, era el depositario de los enormes desequilibrios que habían hecho pedazos al territorio, a la soberanía y la inscripción de México en un nuevo escenario, alejado de la dependencia y de la desubicación, causada por políticos ajenos y divorciados de las grandes masas.
La dignidad nacional sudaba por sus poros. Llegó directo en el momento apropiado, cuando ya no había para dónde hacerse. Era el indicado, una especie de elegido dotado de inspiración cívica, de grandes conocimientos sobre el pasado, el presente y el futuro. Por ahí era, pensamos todos, no puede ser de otra manera.
Nunca nos imaginamos que todo lo anterior era parte de la famosa y nunca bien comprendida “visión del viajero”. Esos recorridos palmo a palmo habían sido simples puebleadas. Nunca reflejaron alguna solución viable en el programa de gobierno, ausente desde todos puntos de vista del panorama que padecemos.
Nunca se tradujeron en una idea estructurada sobre las soluciones al desarrollo regional desequilibrado, a las causas reales de la pobreza y de la marginación. No formaron parte de una radiografía real del esqueleto, de las cadenas de sometimiento que atan el atraso al ser de carne y hueso. Siempre se trataban de anécdotas de viaje.
Caldillo y tamales, y sin soluciones inmediatas al atraso regional
Que si la pancita o menudo de tal lugar, la machaca con huevo, la sazón del caldillo, las chicatanas, los frijoles a la tumbada, las gordita y los burritos, los tamales o los chilaquiles de doña Isabel o de cualquier comal a orilla de la carretera, los jugos de caña, los trapiches, las aguas frescas para la sed de los jodidos.
Jamás el encadenamiento de los procesos productivos, las fallas estructurales de las regiones, y las interrelaciones entre ellos, las soluciones inmediatas al atraso, las necesidades reales, la jerarquía necesaria del desarrollo en su conjunto, la urgencia de un modelo de crecimiento que privilegiara el fomento y el apoyo a las actividades agropecuarias…
… de cuya producción estamos dependiendo todos, no sólo los políticos y de cuyo pasmo y abandono en los dislates gubernamentales estamos a punto de la escasez y del tobogán inacabable del nuevo proceso de importación de granos y alimentos básicos para los próximos años del sexenio de la esperanza, el de la honestidad valiente.
La sequía económica de hoy, más grave que la de hace seis años
La Cuarta Transformación –o lo que esto sea– suena a tragedia nacional. Jamás nos imaginamos que iba a ser tan pronto. Empezó porque el afán de venganza fue más fuerte que todas las dolencias. La resequedad económica –igual a la provocada por Videgaray– hizo su aparición. Dejó a la población en los huesitos.
Si Videgaray causó la sequedad hace seis años por sustraer dos billones presupuestales del circulante, apostando a que a la llegada de las inversiones petroleras de las reformas estructurales iban a ser estorbadas por los dineros nacionales, la realidad se descubrió en los paraísos fiscales que escogió para guardar las maletas en espera de su frustrada campaña presidencial.
No hay empleo, alimentos, medicinas, seguridad, ¡no hay salida!
La resequedad económica de hoy es sin duda más grave. El haber arremetido contra las construcciones programadas por los neoliberales dejó la economía sin circulante. Todas las construcciones, no sólo la del mega aeropuerto de Texcoco. No hay albañiles en las calles, ni dinero en los bolsillos de nadie que no sea un potentado o un favorecido del régimen.
No hay empleo, no hay alimentos, no hay poder adquisitivo para comprar lo indispensable, no hay medicinas, no hay seguridad, no hay salida. Y tal parece que la sequedad llegó para quedarse. Quisiera equivocarme, pero los datos duros lo comprueban.
Cuando un país se mete al torbellino de la importación de alimentos, no hay santo que lo pare. Pierde la dirección, los frenos y el destino. Vamos en un tobogán de infantes. Sin brújula ni timón.
Los planteamientos del presupuesto, que están dirigidos a los dos años, al primer tercio de la corrida, reflejan la falta de idea sobre una administración, sobre un régimen, sobre un gobierno y sobre el Estado en su conjunto. Es muy importante ver sus claras manifestaciones que sólo no ve el que no quiera verlas. La tragedia avanza.
¿Ante irresponsables, aventureros y sedientos de dinero y poder?
A un sistema que le falta orientación, quiere suplirlas con una feria de ocurrencias, ñoños procesos punitivos fallidos, culpas al pasado reciente, programas insulsos improductivos y onerosos que jalan la cobija para todos lados, y que no alcanza ni siquiera para soportar un régimen que sólo piensa en ganar las próximas elecciones, pero no en las generaciones.
Lo malo es que, siendo Morena un adalid de los movimientos contestatarios de las últimas décadas de lucha por las libertades civiles y democráticas del país, está manchando todas las reivindicaciones que nos propusimos desde hace más de cincuenta años. Pareciera que México cayó en manos de irresponsables, aventureros y sedientos de dinero y de poder.
Slim, posicionado. Y el pueblo se amotina por incumplimientos
Hasta ahora ha triunfado la visión del viajero sobre el análisis serio de las causas estructurales de la pobreza. El posicionamiento de Carlos Slim y sus socios neoliberales en el manejo de la economía, de sus indicadores, de sus mediciones y de su propaganda nacional e internacional es la prueba palpable de lo que vivimos.
¡Adiós Nicanor! El pueblo de Escuintla, Chiapas, acaba de incendiar el palacio municipal del ayuntamiento morenista por incumplimiento de las promesas de campaña y la corrupción concomitante.
Grave aviso.
¡Por ahí no es!, no nos cansaremos de decirlo.
¿Usted qué cree?
Índice Flamígero: Motines policiacos por la desaparición de la Policía Federal… constantes ataques de civiles a uniformados de la Secretaría de la Defensa Nacional y de la recién creada Guardia Nacional… cotidianas “tomas” de las instalaciones legislativas de la Cámara de Diputados… periódicas marchas “fifís”… manifestaciones casi diarias frente a las puertas de Palacio Nacional, cada vez más violentas… suspensión de ceremonias por las Fiestas Patrias en municipios donde la violencia se ha enseñoreado… de la esperanza hemos pasado a la frustración. Y después de la frustración ¿qué sigue? + + + Mi solidaridad con el colega Alejandro Lelo de Larrea, víctima de rudos reclamos –y hasta de censura– a su labor periodística por parte del vocero presidencial Jesús Ramírez. Las cosas sí están cambiando… pero ¡para peor!
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