La Secretaría de Cultura del Gobierno de México y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal), a través de la Coordinación Nacional de Artes Visuales (CNAV), presentaron el libro Hasta que los cantos broten, publicación que constituye la memoria del Pabellón de México en la 59ª edición de la Bienal de Arte de Venecia.
La curaduría de la exposición Hasta que los cantos broten estuvo a cargo de Catalina Lozano y Mauricio Marcin, quienes reunieron obras de Mariana Castillo Deball, Naomi Rincón Gallardo, Fernando Palma Rodríguez y Santiago Borja, artista que colaboró con las tejedoras de El Camino de los Altos.
La presentación se realizó este sábado 2 de septiembre en la Sala de Arte Público Siqueiros, de la Red de Museos del Inbal. Participaron María Antonia González y Margarita Cossich, autoras de ensayos para el libro; Naomi Rincón Gallardo y Santiago Borja; así como de Catalina Lozano y Mauricio Marcin.
Además de los ensayos de Lozano y Marcin sobre los planteamientos de la exposición; y de los textos en los cuales describen, contextualizan y examinan la obra de las y los artistas participantes, el libro incluye ensayos del filósofo Enrique Dussel; la antropóloga Margarita Cossich Vielman; la escritora y lingüista Yásnaya E. Aguilar Gil; de la historiadora del arte Mariana Botey; de la artista Naomi Rincón; de la escritora Úrsula K. Le Guin (1929-2018), redactado en 1986 y publicado por primera vez en inglés en la antología editada por Denise Dupont, Women of Vision-Essays by Women Writing Science Fiction, en 1988.
También colaboran la actriz y activista mapuche Soraya Maicoño, en diálogo con el artista visual y poeta Dani Zelko; la filósofa María Antonia González Valerio; y la matemática y socióloga Raquel Gutiérrez Aguilar. Hasta que los cantos broten incorpora, igualmente, textos estructurados a modo de conversaciones entre la antropóloga Marisol de la Cadena y Catalina Lozano; y entre el antropólogo Arturo Escobar y el intelectual Gustavo Esteva (1936-2022).
Hacia la visibilización de otros mundos posibles
De acuerdo con Catalina Lozano, Hasta que los cantos broten se configuró como una contribución a la tarea de hacer visibles muchos otros mundos existentes, los cuales son distintos al basado en el modelo civilizatorio europeo, que plantea seguir una trayectoria que, inevitablemente, conducirá a un progreso universalmente deseable.
Sin embargo, apunta la curadora, dicho modelo, al separar a la humanidad de la naturaleza, propició tanto la ambición de domesticar a ésta como la generación de relaciones de explotación que se han traducido en la extinción completa o en un avanzado proceso de desaparición, de diversas formas de vida humana y no humana.
Mauricio Marcín agrega que la discusión de la colonialidad del poder es necesaria como vía para la reformulación utópica de nuestras sociedades. Reformulación que se acerca a formas alternativas de existencia, distintas al canon dominante. El Pabellón de México en la 59ª edición de la Bienal de Arte de Venecia se basó en esa apuesta de reformulación y en el objetivo de abrir espacios para mirar, escuchar y aprender.
Marcín añade que él y Catalina Lozano tuvieron como inspiración la diversidad de comunidades que conforman el mundo para decir: “queremos la pluralidad de la vida, abrazamos las simbiosis y los mutualismos, las solidaridades, los caminos que se hacen en el andar común. Venimos a aprender y a escuchar”.
Las obras incluidas en el Pabellón de México
Cabe recordar que la exposición Hasta que los cantos broten incluyó obras que aluden a modos de vida y de pensamiento distintos a la visión antropocéntrica del mundo; modos de existencia que plantean relaciones armoniosas entre seres humanos, entorno y otros seres vivos.
Mariana Castillo presentó Calendar Fall Away, matriz de impresión que ocupó el suelo del pabellón. Se elaboró con una técnica basada tanto en la tradición indígena como en la europea, mezcla que se refiere al carácter híbrido de los documentos producidos después de la colonización de América.
Por su parte, Fernando Palma participó con Tetzahuitl (Presagios), instalación mecatrónica que movió en el aire 43 vestidos de niña, los cuales se convertían en aves nocturnas mediante patrones inspirados en danzas chamánicas. Entre otras violencias, esta pieza aludió a la desaparición forzada en México.
Talel, que en las lenguas tzotzil y tzeltal significa modo de ser, carácter, personalidad, e, incluso, alma, es el nombre de la intervención in situ con la cual participó Santiago Borja en colaboración con tejedoras de la asociación El Camino de los Altos de Chiapas.
Asimismo, la artista Naomi Rincón mostró la pieza audiovisual Soneto de alimañas, hecha exprofeso para la exposición. La estructura de este relato tuvo un carácter delirante, surreal y cuir. Las criaturas protagonistas se relacionan con mitos mesoamericanos y con prácticas funerarias mixtecas, opuestas a procesos extractivos y antiecológicos que tienen lugar en regiones de Oaxaca. La artista conjugó en esta pieza lo humano con lo no humano, entidades vivas con entidades muertas, deidades y seres terrestres.
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