* Perpetrar y cometer crímenes de lesa humanidad no requiere disparar armas, practicar la tortura, desaparecer personas, someterlas a la trata, basta con despojar a los países de su riqueza para que sus habitantes mueran, lentamente, sin prisa, y además realicen los trabajos que ni los negros quieren, o sólo fumigar con glifosato, como lo hacen en Colombia
Gregorio Ortega Molina
Este gobierno se anunció con el éxito mediático del Pacto por México, para después perecer en la ensoñación de las reformas estructurales y empezar a dispararse a los pies, notoriamente con la violación a los elementales derechos humanos. Lo confirmaron en Nochixtlán, Oaxaca.
Para nuestra fortuna Claudia Ruiz Massieu Salinas de Gortari lo anunció a tiempo -aunque en el gobierno para el cual trabaja no la escucharon-: hay que cambiar el principio de no intervención, a efecto de que EEUU y los diversos organismos financieros y de defensa de los derechos humanos, impongan criterio y modo en nuestro quehacer político, a través de la más sucia de las guerras de opinión internacional que pueda hacerse para lesionar la imagen de un país: las violaciones a los derechos humanos y los crímenes de lesa humanidad. Que son tan verídicas como los seis muertos del domingo.
Abrieron fuego en el NYT con una nota informativa acerca de la letalidad de las fuerzas armadas; en el transcurso de 2016 Donald Trump ha sido el vocero de esa extrema derecha que ve en los mexicanos lo peor de la humanidad, a pesar de que -como dijera el preclaro, inteligente y simpático Vicente Fox- desempeñamos trabajos que ni los negros quieren, o precisamente por eso. Si revisan los guiones de los programas estadounidenses de series de investigación o policíacas, puede constatarse que sueltan por allí esa propaganda que narra la perversidad de narcotraficantes mexicanos, pero nunca ilustran las actitudes asesinas de blanquitos anglosajones que controlan el mercado mundial de las drogas.
Ahora se hizo público un documento titulado Atrocidades innegables, supuestamente con investigación y redacción del grupo Open Society Justice Initiative; en el reporte ponen a las autoridades militares y civiles mexicanas del asco, sustentado su escarnio en esa mezcla de verdades a medias y mentiras completas, fácilmente comprables por la llamada opinión pública internacional y los grupos de defensa de los derechos humanos, lo que debilita el modelo presidencialista de gobierno y mina la autoestima de los que constituimos esta nación.
Quieren que vivamos dando gracias a Dios por esa suerte tan especial de tener como vecinos a los estadounidenses y sus grandes corporaciones petroleras, los laboratorios químico farmacéuticos y las corredurías bursátiles, que nos sacarán del pasmo y la pobreza en que nuestros malos gobernantes nos han sumergidos, al entregarles para su administración la riqueza que ya ni los poderes fácticos totonacas merecen tener en sus haberes y activos.
¿Y los derechos humanos que se violan con el fracking, con la destrucción del medio ambiente que propician las compañías mineras y petroleras, con el trabajo esclavo favorecido por su impuesta modalidad del outsourcing, y la exportación de capitales que lesionan severamente el destino de muchos mexicanos?
Para perpetrar y cometer crímenes de lesa humanidad no es necesario disparar armas, practicar la tortura, desaparecer personas, someterlas a la trata, como de hecho se hace en México, pero también sólo basta con despojar a los países de su riqueza para que sus habitantes mueran, lentamente, sin prisa, y además realicen los trabajos que ni los negros quieren, o sólo fumigar con glifosato, como lo hacen en Colombia.
Toda esta reflexión está lejos de exonerar a nuestras fuerzas armadas y pulcras policías de los abusos y torturas practicadas en nombre de la ley y, por qué no, a petición de esos que se empeñan en ver la paja en nuestros limpios ojos, para no ver las vigas en los suyos.
También -quizá lo más importante- es un aviso como el que esos hombres de poder acostumbran dirigir a los gobiernos con los que no comulgan, como los de Bolivia, Venezuela y Cuba, por ejemplo, pues pareciera que quieren indicarnos que el presidencialismo mexicano dio de sí.