Joel Hernández Santiago
Pues nada que, eso… el Partido Revolucionario Institucional (PRI) –o mejor dicho, sus dirigentes Alejandro Moreno y Rubén Moreira- están dispuestos a dar fin a una larga historia política de un partido que, “ayer maravillas fue… y ahora ni sombra es…”
El tema es que de un tiempo a esta parte el famoso señor “Alito” ha dispuesto ir a contracorriente de lo que había prometido no hace mucho en el sentido de que su partido contribuyera a dar forma a una alianza política con los partidos Acción Nacional (PAN) y de la Revolución Democrática (PRD): “Va por México”. Alito ya prácticamente termina su obra de destrucción.
Con esta alianza se suponía unir fuerzas políticas para contrarrestar al enorme ímpetu que todavía hoy lleva el movimiento político que está en el poder de México y que considera que habrá de ganar las elecciones por la presidencia del país y la conformación legislativa en 2024: Morena. Está bien. Eso parece ser la voluntad de ellos mismos y de la presidencia de la República que desde el inicio de su gestión en diciembre de 2018 ha trabajado para ganar en la próxima elección presidencial.
Al momento parece que el tema electoral para dentro de dos años no es qué partido ganará las elecciones, sino quién será el candidato de Morena elegido por Palacio Nacional, y para ello sus tres principales contendientes están, ya, en plena campaña electoral, aunque disfrazada de algo tan tenue como el de “estar haciendo su trabajo” y viajando “en fines de semana, fuera de sus responsabilidades de gobierno”. Saben antemano que no será mediante consulta interna como habrá de ser candidato uno de ellos.
Los tres funcionarios: Marcelo Ebrard, Adán Augusto López y Claudia Sheinbaum dejan de ser lo que son en la función pública los fines de semana, generando una ingobernabilidad los días en los que se encargan de promoverse en los distintos estados del país…
Pero a esta fortaleza y exceso de confianza de Morena, contribuye una oposición mexicana prácticamente inexistente; una oposición a la que le da miedo decir su nombre porque al final de cuentas ha dejado de ser oposición para ser una entelequia que vaga como fantasma por los pasillos de la institucionalidad electoral nacional.
Pero lo que más llama la atención de esta práctica inexistencia, es la urgente necesidad del gobierno federal desde Palacio Nacional para conseguir los votos suficientes y llevar a cabo las reformas constitucionales que requieren una mayoría calificada en la Cámara de Diputados. Y para ello le ha torcido la mano a los dirigentes Alito y Moreira, a quienes ha llevado a confrontar a sus propios militantes y simpatizantes del PRI.
Esto es así porque de pronto la famosa alianza de los tres partidos se resquebraja gracias a los oficios del ex gobernador de Campeche y el ex gobernador de Coahuila. Los dos son la cabeza que dirige a sus seguidores priistas para ensombrecer a su propio partido y terminar por ser esa sombra de lo que un día fue…
Larga historia de este partido desde 1929 como Partido Nacional Revolucionario y de ahí en adelante Partido de la Revolución Mexicana y después Partido Revolucionario Institucional; el mismo que se mantuvo en el poder desde aquel año y así durante setenta y un años de “dictadura perfecta”.
A su regreso al poder en 2012 con Enrique Peña Nieto, todo hizo suponer que recuperaría la fuerza perdida por doce años, pero no, no y no. Resulta que precisamente es el presidente originario del Estado de México el que contribuyó fuertemente al triunfo de Morena y de su “Juntos haremos historia” que hoy gobiernan México.
En tanto, el PRI se desfigura. Se pierde en sí mismo. Desaparece un día, otro día y muchos días, para de pronto atisbar viejos reflejos de gloria pero en contra. Como son la alianza de Alito y Moreira con Morena en distintos puntos de acción legislativa y política; como fue el reciente apoyo y propuesta a través de la diputada Yolanda de la Torre para extender la presencia de las fuerzas armadas en las calles de México hasta por lo menos 2028.
Por supuesto esta propuesta y esta división –“divorcio”, le ha llamado el Ejecutivo mexicano—son plausibles en Morena. Son plausibles por el mismo presidente. Y son lamentables para los integrantes de una Alianza que hoy mismo parece desaparecer.
Y si bien los mexicanos ya estábamos conscientes de que en México no había oposición a Morena para 2024, con este resquebrajamiento de la Alianza y este “doblez” de la dirigencia priista, no hay duda de que todo se perfila una reelección electoral del gobierno en el poder para 2024.
El PRI tiende a desaparecer. O por lo menos eso parece en este momento en tanto que los priistas históricos y los priistas convencidos de las bondades de este partido guardan silencio y, para sorpresa de todos, no hacen nada para buscar su propia salvación. Han sido incapaces de hacer renunciar a Alito de la presidencia del PRI a sabiendas que es factor de daño y de peligro…
A Moreira no lo tocan ni con el pétalo de una crítica fuerte y sustentada. Todos en el PRI parecen muertos vivientes; se mueven como zombis. A Alito y a Moreira lo que menos parece importarles es el país y una perspectiva distinta de gobierno para el futuro. A los priistas tampoco.
Lamentable que sea sí como desaparecerá uno de los partidos emblemáticos de este país que todavía tenía oportunidad de salvarse de su propia hecatombe.
Nada en el PRI los hace resurgir de sus cenizas y todo parece estar dispuesto para que pasen a estar bajo las ordenes de alguien que un día fue su parte y que hoy hace todo para anularlos y someterlos, para avergonzarlos, para humillarlos y para escribir la hoja de una historia que un no concluye pero que en el futuro habrá de leerse con tristeza, con indignación y con la pregunta de ¿Qué fue lo que realmente llevó a la desaparición de ese monstruo que antes era y que ya ni sombra es?